“Un derecho a castigar puramente represivo y una democracia de opinión efervescente se alimentan recíprocamente”. Denis Salas

Es incomprensible que algunos partidos se empeñen en autoponerse zancadillas para evitar que miremos hacia lo que están haciendo bien. Es lo que acaba de pasar con los partidos del Gobierno, que se han hecho un juego de manos para que dejemos de mirar al importante bloque de medidas aprobado para paliar los efectos de la guerra y lo han contraprogramado, en el mismo día, con el anuncio de que iban a votar que sí a la tramitación de un proyecto de PP, Ciudadanos, Coalición Canaria y Foro para ampliar los supuestos de prisión permanente revisable, una figura contra la cual siempre han estado.

La propuesta de las derechas es puro populismo punitivo. Pretenden reformar el artículo 140 del Código Penal para incluir dos nuevas circunstancias en las que el asesinato se castigue con prisión permanente revisable (PPR): en aquellos supuestos de asesinato con ocultación del cadáver y en la reincidencia en el delito de asesinato. Respecto a lo primero, no se le escapa a ningún ciudadano que haya visto en su vida alguna película o serie o haya leído una novela negra, que al fin reflejan la vida, que el delincuente trata siempre de ocultar las pruebas y, por supuesto, el cuerpo del delito. Lo cierto es que existe un derecho no sólo a no declararse culpable, sino incluso a no colaborar en tu propia persecución. Así que si nadie está obligado a entregar a las autoridades las pruebas que podrían condenarle ―el arma del crimen, los documentos―, ¿por qué estaría obligado a entregar el cadáver? ¿Cómo añadir castigo al que intenta no comprometerse a sí mismo, cuando la ley le ampara?

Lo que pretende castigar la derecha, por seguidismo de víctimas concretas, es encubrirse a uno mismo, pero es que los actos de autoencubrimiento son impunes en todos los ordenamientos jurídicos conocidos. Lo menos que puede hacer un asesino que pretende no ser castigado es intentar que no aparezca el cadáver. En el castigo por el asesinato ya va incluido todo ese intento de autoencubrimiento y de dificultar que te pillen y que lo prueben. Con este nuevo paso adelante, sólo sería castigado con la pena prevista para el asesinato aquel que dejara el cadáver tirado en la calle a plena luz o lo llevara él mismo hasta la Policía. En el resto de los casos, la pena sería reforzada con la PPR.

Es lo que tiene que el gobierno más progresista de la historia tenga en Interior a un ministro que nunca fue un juez progresista ni entendió el derecho sino como represión y castigo

Pero es que hay más despropósitos en esta propuesta cuya tramitación van a apoyar los socialistas, “porque hay un informe favorable de un ministerio” y no los suelen contradecir. ¿De qué ministerio, señores? Del de Marlaska. No hay más preguntas, señoría. Proponen que se castigue con PPR la reincidencia en el asesinato, pero es que, ¡tachán!, la multirreincidencia ya está castigada con esa pena, mejor dicho, lo está la reincidencia por más de dos muertes: “Al reo de asesinato que hubiera sido condenado por la muerte de más de dos personas se le impondrá una pena de prisión permanente revisable” (artículo 140.2 CP), lo que ya es en sí una regla especial para tal reincidencia. En la práctica, la reincidencia en el asesinato después de una primera condena es prácticamente nula ―el asesino en serie ya se lleva una PPR de facto al ser juzgado―, por lo que no existe ni siquiera un problema social. Es una reforma que parece pensada para Justino, un asesino de la tercera edad; la habrán visto, la premiaron en Sitges.

La cosa aparece ahora en el momento más insospechado, suponemos que para dejar al aire otro cambio de postura insospechado de los socialistas. Unidas Podemos hizo ayer una cosa muy chistosa, que fue enviar a sus gentes un argumentario sobre por qué tal propuesta legislativa es “alarmista, demagógica y más propia de la ultraderecha” y luego ordenar votar a favor de su tramitación. Hasta Echenique hizo unas declaraciones afirmándolo. El revuelo que se montó al saberse que iban a apoyar una cuestión tan claramente opuesta a su ideario, les llevó a rectificar el sentido del voto en el último momento. Los socialistas se han quedado solos apoyando algo que nunca habían apoyado. Haciendo equilibrios, su portavoz, Héctor Gómez, ha dicho que, “por ahora”, sólo apoyaban que se admitiera a trámite la iniciativa, ¿por qué, para qué? Por seguir a Marlaska. Es lo que tiene que el gobierno más progresista de la historia tenga en Interior a un ministro que nunca fue un juez progresista ni entendió el derecho sino como represión y castigo.

El populismo penal es una pendiente, porque, una vez introducido en las democracias, se acaba instalando como un componente más. Primero te escandalizas por una nueva pena, contraria a la reinserción y a la prohibición de penas inhumanas y degradantes; luego la llevas al Constitucional, como hizo el PSOE, y al final te ves votando a favor de que todavía se amplíen más los supuestos para aplicarla. En la trastienda de esta carrera populista está la búsqueda del apoyo de los electorados a lo que parecen “soluciones radicales”, incluso para problemas inexistentes; la indiferencia hacia lo que es efectivo o no en materia de represión y prevención del crimen y una búsqueda de la imposible seguridad total. Eso puede valernos para los partidos de derechas que lo proponen, pero ¿y los socialistas? No tiene explicación. Lo hacen para darnos que hablar, para evitar que tengamos que escribir columnas o hacer comentarios y tertulias sobre el importante paquete de ayudas que ha aprobado el Consejo de Ministros. Pedro, ¿con amigos como Marlaska, para qué quieres enemigos?

Aunque siempre hay tiempo para rectificar de los virajes antes de que todos, socios de investidura y votantes, queden mareados e incapaces de apoyarte.