En el periodo de tres semanas se habrán celebrado elecciones autonómicas en el País Vasco (21 de abril) y en Catalunya (el próximo 12 de mayo). Las dos comunidades históricas resultan casos políticamente muy singulares en el contexto del estado español, tal y como se muestra una y otra vez con la composición de los respectivos parlamentos. La incidencia de la política autonómica sobre la economía es innegable: a través de la política territorial, la educativa, la científica y de innovación, la fiscal, la de formación, la medioambiental, energética, etc. No obstante, seamos claros, todas ellas añadidas a las políticas que se reserva el Estado, que generalmente son las que tienen más incidencia.

Históricamente, ambas comunidades han ido en cabeza en lo económico, en particular por su especialización industrial. Pero eso está cambiando en las últimas décadas en la medida en la que una parte considerable de esta especialización productiva la ha ido absorbiendo la gran fábrica del mundo, que es China. Sin embargo, tanto Catalunya como el País Vasco siguen siendo los dos principales bastiones industriales del Estado. Pero, más allá de este sector, ¿cómo se comparan sus economías?

Empecemos por el paro, a modo de indicador del nivel de uso que una economía hace de sus recursos humanos. Catalunya en el conjunto del año 2023 registró una tasa de paro del 10,4% y el País Vasco una del 8,4%. Tanto la una como la otra son inferiores a la del conjunto estatal (13,3%), y quedan lejísimos de las comunidades con peores registros, que son Extremadura (19,5%), Andalucía (18,3%) y las Illes Balears (18,1%).

Comparemos algunos datos estructurales referidos a la producción, cogiendo la información que facilita el INE en una serie tratada de forma homogénea y que cubre del 2000 al 2022. El PIB per cápita en este último año en Catalunya se cifró en 32.743 € por habitante; en el País Vasco fue de 35.973 €, es decir, que obtiene un 10% más de producto por cada habitante que Catalunya. Aparte del diferencial de nivel absoluto de PIB/habitante, es relevante y bastante diferenciada la dinámica que ha seguido la ratio en cuestión a lo largo del periodo de 23 años que estamos considerando, ya que se pone de manifiesto que en el País Vasco ha crecido prácticamente el doble que en Catalunya. En efecto, en términos reales (filtrados los datos por el movimiento de los precios) en el País Vasco el PIB/habitante ha crecido un 40% desde el año 2000, y en Catalunya este guarismo ha sido solo del 22%, de modo que, si ya partíamos de niveles distintos (el País Vasco ya estaba por encima de Catalunya), en estos años las diferencias se han acentuado todavía más.

El País Vasco ha crecido más que Catalunya, lo ha hecho manteniendo más su naturaleza industrial, siendo más productivo y descansando mucho más en recursos humanos propios y no en recursos venidos de fuera

No es ajeno a este proceso el movimiento demográfico, no en balde la ratio PIB/habitante tiene en su denominador la cifra de población. Pues en este periodo 2000-2022, la población catalana ha aumentado un 24% (1,5 millones de personas) mientras que la vasca lo ha hecho un 5% (unas 107.000 personas). En esta evolución tan diferenciada ha intervenido poderosamente la inmigración, de modo que al final del periodo, en 2022, en Catalunya el porcentaje de población extranjera era del 16,4%, en el País Vasco se cifraba en el 8,4%. Ni Catalunya ni el País Vasco tienen competencias de gestión en este ámbito, pero la realidad es que la demanda del tejido productivo ha originado necesidades de recurrir a la inmigración muy diferenciadas en uno y otro país.

Existen más aspectos estructurales y dinámicos adicionales diferenciados en ambas economías. El País Vasco ha mantenido mucho más que Catalunya su naturaleza industrial: en 2000, significaba el 31% de todo el valor añadido generado, para reducirse hasta el 25% en 2022, y en Catalunya arrancaba con un 27% y ha bajado hasta el 21%. Estamos ante dos regiones económicas que siguen siendo industriales en el contexto europeo, pero el País Vasco ha mantenido mejor este estatus. Por otra parte, el peso del sector público en el País Vasco (17% en 2022) es superior al catalán (15%), y eso tiene que ser debido fundamentalmente al autogobierno y a los recursos que tiene cada comunidad. Y el comercio y turismo tiene mayor peso en Catalunya (25%, frente al 21% del valor añadido en el País Vasco), debido básicamente a la notable especialización turística de bajo coste del sistema productivo catalán.

La productividad (valor añadido por persona ocupada) también es distinta, tal y como ocurría en el PIB/càpita: en 2022, en Catalunya, estamos en 63.100 € por persona empleada, y en el País Vasco en 69.500 €, es decir los ocupados vascos son un 11% más productivos que los catalanes. En la construcción, comercio y turismo, finanzas, inmobiliario, actividades profesionales, administración pública y otros servicios, la productividad vasca supera a la catalana.

Como puede observarse, el País Vasco ha crecido más que Catalunya, lo ha hecho manteniendo más su naturaleza industrial, siendo más productivo y descansando mucho más en recursos humanos propios y no en recursos venidos de fuera. Cierto que las distancias en volumen de ambas economías son muy grandes (Catalunya es más de tres veces la economía vasca en producto y tiene cuatro veces la población vasca). Pero también influye que los recursos de autogobierno sean muy superiores allí y las directrices de políticas propias hayan sido más ajustadas a las necesidades del sistema productivo vasco.

Desconozco si existen relaciones causales entre lo anterior y los resultados de las elecciones, pero podría haberlas. En cualquier caso, el País Vasco es un país que piensa en vasco, con un nivel de cohesión alto en cuanto a la visión de futuro político y económico, como van mostrando (y acentuando) los resultados en cada contienda electoral. En Catalunya, lo veremos dentro de cuatro días.