Que si autonomismo, que si procesismo, que si autonomía de mierda, que si botiflers... Eso y mucho más hemos oído estos meses que ha costado, como si fuera un trabajo de Hércules —que digo de Hércules, de Sísifo- poner en pie un Govern. Además, un Gobierno no plenamente al gusto de los enviados de algunos altísimos, interpretados —cómo pasa en todas las religiones— por unos sumos sacerdotes que nadie ha escogido y que se han situado por encima del bien y del mal, para decir lo que está bien y lo que está mal.

La otra consigna era maldecir con todas las fuerzas divinas y humanas el mientras tanto. Pasar la maroma de hoy —muy largo— a un futuro —muy lejano— es el mientras tanto. O lo que es lo mismo, la intendencia de cada día: escuelas, hospitales, infraestructuras, ajustes a la economía, lucha contra todas las desigualdades y otras bagatelas que son de ese mundo, y que parecen no afectar a los que caminan sobre las aguas, pero resulta que hacen república. Para el resto, el mientras tanto, el procesismo... es vital.

Llega el momento de empezar a hacer las cuentas para el 2021, en pleno 2021, porque no se hicieron en el 2020, dado que, desde enero del 2020, el Govern estaba muerto, en palabras de su propio presidente. Ahora resulta que no hay tiempo de hacerlos. Parece —según dijo el flamante conseller de Economía y Finanzas Jaume Giró en su primera comparecencia parlamentaria— que ahora no se pueden hacer y que prefieren hacer unos buenos presupuestos para el 2022.

Bueno, si no hay más remedio, así será. Persistirá así la tónica que desde 2012, sólo ha habido cinco presupuestos; todos, por lo tanto (salvo el de 2014) han sido prorrogados otro ejercicio o más.

Pasar la maroma de hoy —muy largo— a un futuro —muy lejano— es el mientras tanto. La intendencia de cada día: escuelas, hospitales, infraestructuras, ajustes a la economía, lucha contra todas las desigualdades y otras bagatelas que son de ese mundo, y que parecen no afectar a los que caminan sobre las aguas, pero he aquí que hacen república.

Más mientras tanto: se tienen que prorrogar unos presupuestos de un Govern con una filosofía diferente y que fueron aprobados con la ayuda de la abstención de los Comunes y con el voto en contra de los opositores habituales y de la CUP.

Imaginamos, por un momento, que, quien hubiera comparecido ante el Parlamento para explicar las razones de la enésima prórroga, no hubiera sido un conseller de Economía y Finanzas inscrito en la cuota de JxC, sino otro inscrito en la de ERC. Me juego un guisante que los improperios de las primeras líneas de este artículo — ¡nunca proferidas por mí, ni a mí imputables, pues soy laico! — se hubieran oído más allá de donde acaba el mundo. Hubiéramos empezado, de hecho, la legislatura, con una disputa de las que marcan época, caldeando el ambiente para hacer una legislatura ingobernable. No creo estar muy equivocado. Afortunadamente, la correlación de fuerzas y los protagonismos en escena han favorecido una salida nada histriónica en la línea del inevitable mientras tanto.

Ahora, con cierta calma y después de un cambio de butacas —curiosa forma de gobernanza todo sea dicho—, con nuevos equipos que tendrán que trabajar de nuevo, ya sea para pasar de lo que pudieran haber llevado a cabo sus antecesores o partir casi de cero ante la ausencia de anteproyectos, cada uno de los departamentos tendrá que entregar sus propuestas a Economía y Finanzas. Este, con lo que reciba y sus propios criterios, tendrá que presentar un primer borrador al Consejo de Govern de la Generalitat, quien será, al fin y al cabo, quien remitirá al Parlamento el proyecto de Presupuestos para el 2022.

Esperamos que sin especiales reyertas, pues el mientras tanto va para largo.