Gracias a La Vanguardia he podido enterarme de que El Corte Inglés ha retirado un anuncio de la campaña de San Valentín después de que una turba virtual de Twitter lo calificara de machista. El título del anuncio es El amor en tiempos de Tinder (que es una aplicación para ligar) y el de la columna de opinión es "Machismo en tiempos de Twitter".

No necesitaba abrir YouTube para saber que la indignación de la articulista era injustificada, pero después de ver el vídeo estoy asustado. Esta noche soñaré que un grupo de feministas me deporta a Siberia. Casi puedo ver a la columnista dirigiendo el pelotón que me viene a buscar a casa. En el artículo, la autora promete que intentará controlar "las ganas de montar un pollo en esos grandes almacenes que, como el anuncio, avalan y perpetúan la idea germinal de la que crece la violencia machista". Yo no pienso controlar las ganas de subrayar que me parece fantástico que Llucia Ramis sólo haya encontrado beneficios en su vida literaria por el hecho de ser mujer y mallorquina, pero esta vez se ha pasado.

Ramis promete que se controlará y acto seguido crucifica al guionista y pone su nombre al lado de los cadáveres de las 7 mujeres que este año han sido asesinadas por sus parejas, además de las 57 del año pasado. Leyéndola me acordé de que el líder de la CUP Quim Arrufat contaba que los diputados de Ciutadans lo increpaban en el Parlament catalán gritando: "¡Mil muertos!". Los muertos de ETA fueron durante muchos años una coartada para estigmatizar los debates políticos que molestaban al Estado español. Ahora que las instituciones se tambalean, parece que los asesinos de mujeres servirán para criminalizar a los hombres.

Es patético que un vídeo que escenifica una discusión de pareja típica sea criminalizado con esta saña. Si por cada vez que he visto a una chica dejándose llevar por los celos o actuar de forma posesiva me dieran mil euros, viviría de renta. Me gustaría ver la reacción de muchas feministas si su novio flirteara en Tinder —sólo con imaginarme algunos casos me viene la risa—. Estoy a favor de la compasión y de la discriminación positiva, pero también veo que el sistema utiliza el feminismo para destruir la sociedad y la cultura.

Curiosamente, unas páginas más adelante el mismo diario llevaba otro artículo sobre el tema que también era un poema. Cristina Sánchez Miret empezaba su columna "Maltratadores" con la indignación arrebatadora de la Ramis y acto seguido matizaba como si nada: "No conozco con detalle el caso y son muchos los elementos a tener en cuenta". Un poco de cuidado señoritas, que al final sólo podremos leer las aventuras crepusculares de Joaquín Luna. Utilizar la vanidad femenina para ahorrarse dinero en policía es tan viejo como enviar a los hombres a morir a la guerra. No hay nada como azuzar al rebaño para gobernar un país —o para escribir en los diarios del sistema.

Después, que la progresía no se extrañe si unos titiriteros acaban en prisión.