Todos los partidos catalanes que hoy concurren a las elecciones te han pedido que los votes para evitar un mal mayor. Consecuentemente, uno de los primeros éxitos del abstencionismo ha sido el de anudar a la partidocracia de la tribu para que supure que las formaciones concurrentes al 23-J no pueden ofrecer nada más allá de amedrentarte. No hay ningún partido, ni uno solo, que te haya dicho “si me votas tendrás esto, vivirás mejor”. Todos repiten frases del tipo “yo negociaré mejor lo que nos pueda dar Madrid” o “de no votar, te pasará esto”. Estos, lisa y llanamente, son los argumentos clásicos del maltratador, que se traducen en el hecho de asumir que no tienes autonomía (en este caso, política), pues vivirás siempre subsidiario de un poder del cual siempre acabarás pidiendo o, peor, con la idea que necesitas un partido para que haga de dique de contención de todo aquello que te puede perjudicar en el futuro.

Por mucho que este mal sea la regresión de derechos, la quema de todos los ejemplares de Cavall Fort o la resurrección del mismo Hitler, el argumento de hacerte ir a votar a la contra (insisto, en decirte que lamentarás la abstención) no abandona el paradigma del abusamenores y del manoseador. La pervivencia del catalán y de nuestra cultura, por lo tanto, no depende de si Sánchez es más blando con el catalanismo o de si PP-Vox prohíben el Aplec del caragol. La calidad de lengua, de la cultura y la salud política son resultado de materializar el albedrío de un colectivo de hombres y mujeres libres. Los partidos catalanes no pueden ser filtro de este anhelo, porque ya hace demasiado tiempo que son esclavos y solo se te dirigen para mentirte o para hacerte chantaje. El éxito del referéndum los cogió por sorpresa, nunca pensaron en aplicarlo, y lo único que han hecho desde 2017 es pelearse por quién lidera la carrera de la Catalunya sometida.

Los independentistas no podemos avalar una rendición urdida por una generación de políticos que, desde que claudicaron con la suspensión de la DUI, solo han sobresalido abaratando el precio de nuestra libertad

Esto no es un asunto de opinión: es una realidad palpable. Los republicanos te dicen que la independencia no es posible, y que te contentes con ver alguna peli de Netflix en catalán y teniendo a los presos políticos fuera de la prisión. Los juntaires gritan que ya es suficiente y que a partir de ahora bloquearán cualquier pacto con el Estado, todo eso mientras desentierran la momia de Xavier Trias y de Artur Mas... por si acaso aún pueden arañar algún dinero de Madrid. Los cupaires rascan la sartén de asuntos como el de la espía-cónyuge infiltrada para recordarte que un Estado tiene cloacas y que España les hace pupita, como hacían hasta hace cuatro días los convergentes. La simpática señora de los comuns, finalmente, va repitiendo que hay un referéndum en el horizonte... pero que de momento si de caso haremos políticas sociales. No hay que enumerar el resto de partidos, porque ya tal. Al fin y al cabo, te pongas como te pongas, es invotable.

Hoy por hoy, lo único que pueden hacer los representantes catalanes en Madrid es trabajar para el Estado. No hay una sola propuesta de nuestros aprendices de líderes, por lo tanto, que nos aleje de la influencia del poder central. Tenemos que escoger: si somos independentistas, ellos ya no nos pueden representar más. De hecho, encarnan precisamente todo lo que nos engancha a la teta de la dependencia política y existencial de España. Los independentistas no podemos avalar una rendición urdida por una generación de políticos que, desde claudicar con la suspensión de la DUI, solo han sobresalido abaratando el precio de nuestra libertad. No harán que Rodalies funcione mejor ni que se hable más catalán en Cornellà, por el simple hecho de que ellos mismos han renunciado a ser libres. Abstenerse no es ninguna rabieta, ni un gesto antipolítico: al contrario, es la reivindicación más racional y política que existe.

La independencia de Catalunya es posible, no solo porque las ideas claras y distintas se materializan tarde o temprano, sino porque esta es una voluntad que ha sobrevivido incluso al procesismo. España no es el impedimento primordial para llegar a la independencia; al contrario, la traba radica en unos partidos que siempre han vivido de la dependencia y de traficar con todo aquello que te importa para salvarse y ganar cuatro duros. Mientras todos los líderes del procés han adquirido prosperidad, tú solo has hecho que empobrecerte. Lo seguirán haciendo mientras se lo permitas. No será así. Hace muy buen día, en definitiva, para disfrutar de la playa. O de lo que quieras, solo faltaría. De noche ya tendremos tiempo para celebrar la castaña que se meterán.