La imposibilidad material, técnica o política de que decenas de miles de catalanes residentes en el extranjero no hayan podido emitir su voto en las elecciones al Parlament del pasado día 27 supone el fracaso más absoluto de la eficiencia administrativa del Estado y un grave atentado a la democracia, al privar a sus ciudadanos de uno de sus más elementales derechos: el de votar.

Aunque ya se ha señalado, vale la pena repetirlo: de los 195.533 catalanes que figuran en el censo de residentes ausentes, las trabas de un papeleo interminable, las complicaciones administrativas, la experiencia fallida de comicios anteriores y un largo etcétera dejaron el número de votos emitidos en un escuálido total de 14.911 papeletas. En las elecciones más trascendentes de la historia y con una cifra récord de participación en las urnas, a los catalanes residentes en el extranjero se les hurtado la posibilidad real primero de votar y después de decidir.

Nada se ha avanzado en los últimos años para que nuestros compatriotas puedan emitir su voto  desde el extranjero con las mismas facilidades con que lo hacemos nosotros. Hace unas décadas este debate podía ser de baja intensidad porque el número de residentes en el extranjero era muy inferior. Ahora, las circunstancias han cambiado y muchos jóvenes prefieren buscar trabajo más allá de nuestras fronteras o, simplemente, se tienen que ir si quieren hallar un empleo que aquí escasea. Sabiendo, además, que en los próximos años estas cifras de residentes en el extranjero no se reducirán, sino que, en todo caso, irán en aumento, urge encontrar fórmulas que les permitan ejercer su derecho al voto en una doble dirección.

Ahí van dos ideas para el debate que más pronto que tarde se va a tener que hacer en Catalunya y quizás más allá. En primer lugar, crear la figura del diputado (o los diputados) en el exterior que sería elegido entre los catalanes que residen en el extranjero. La votación de este (estos) escaño(s) no sería, obviamente, presencial, pero tampoco por correo. Sería electrónica y serviría para avanzar en la dirección correcta. Si las transacciones financieras, las compras o los reales decretos se pueden llevar a cabo con plenas garantías por internet. ¿Por qué no el voto?