Si en Catalunya hace ya tiempo que saltó por los aires el gran acuerdo histórico de la transición alrededor de la lengua y de la inmersión lingüística como modelo educativo, ahora parece que se están poniendo las primeras piedras para acabar con el concierto y el cupo vasco como singularidad económica de Euskadi. Con una diferencia: en Catalunya las discrepancias se han producido dentro de la propia Catalunya.

Ciudadanos construyó su primera línea de defensa alrededor de un falso debate sobre discriminación lingüística y algunos medios de Madrid le dieron cobertura y legitimidad y el PP, siempre a remolque de C's, acabó sumándose entusiásticamente. En el País Vasco, en cambio, se mantiene la unidad de sus fuerzas políticas alrededor del concierto y el fuego ha venido desde Madrid... o desde Andalucía.

No es extraño que el lehendakari, Iñigo Urkullu, echara fuego por la boca después de oir que Ciudadanos iba a proponer el fin del concierto vasco si el partido de Albert Rivera acaba teniendo la llave de la gobernación en España. Ni tampoco es extraño que elevara el tono después de que la presidenta de la Junta de Andalucía y del PSOE andaluz, Susana Díaz, también haya dado la razón al jefe de C's.

Mientras el Gobierno del PP se marca unos bailes en televisión tratando de aparentar una modernidad que es extraña a ojos de muchos ciudadanos, Rivera va marcando la agenda de la vida política española. Los debates giran alrededor de los temas que C's pone encima de la mesa y siempre hay un socialista dispuesto a salir al quite si tiene problemas. Para eso está lo que Pedro Sánchez ha definido como la "derecha guay", aquella con la que sí se puede pactar. Y seguramente a nosotros, con una mirada catalana, nos cuesta ver un enlace entre Miquel Iceta (PSC) e Inés Arrimadas (C's), pero sus mayores cada vez parecen más enamorados.

Será la juventud. O algo mucho más prosaico: el poder.