Los amantes de la literatura, en especial de la dramaturgia, tenemos una cita semanal obligada con el Sálvame Deluxe, un espacio televisivo de raíz shakespeariana que ha tenido la gracia de convertir a sus propios colaboradores en personajes de la crónica rosa. De vez en cuando, para hacerse perdonar la inclinación al chismorreo y su maravillosa tendencia al menosprecio de las miserias de los famosos, el Deluxe invita a algún personaje de la cultureta madrileña para que nuestro compatriota Jorge Javier Vázquez lo entreviste mañosamente, viajando de la cosa más frívola a la aparente profundidad filosófica. A mí este hábito me parece repulsivo, pues a los adictos al programa lo que nos importa es si la Pantoja le ha mangado parte de la herencia paterna a Paquirrín Rivera, si Chelo García Cortés continúa arruinada, o si Kiko Matamoros se reconciliará algún día con su espléndida ex Makoke.

El sábado pasado, la actriz Verónica Forqué visitaba el Deluxe para traficar un ratito con su vida y la interviú nos regaló bien poca chicha, más allá de magnificar la clásica depresión que todos hemos sufrido alguna vez en la vida y saber que la actriz se pimpla un porrito de maría cada día antes de ir a dormir. El personaje me aburría profundamente, hasta que, dialogando con Matamoros a raíz del tema de la monarquía y de la independencia de Catalunya, Forqué disparó bien desahogada: “Eso es una mierda, nacionalismo reaccionario. No hay nacionalismo progresista, todos son reaccionarios. Todo, para mí. ¡Si estamos para abrir fronteras! Habla catalán si te da la gana pero habla también un buen español. Conozco catalanes muy jóvenes que no saben hablar español. ¿No os ha pasado?”.

Yo me trago como un pepito el Deluxe precisamente para no tener que recordar la paulatina pero imparable sustitución lingüística con que el español está provocando que el catalán llegue a unos límites de conocimiento prácticamente marginales

¡En casa no salíamos del asombro! Nos tragamos el Deluxe religiosamente y justo para pensar poco, para alejarnos de los problemas de la tribu, ¡y va y la cojones de Forqué nos estampa el tema de la independencia en un espacio en que sólo queremos oír hablar de catalanidad si la cosa tiene que ver con el nuevo maromo de Maria Lapiedra o la enésima operación estética de Leticia Sabater! Y ahora va y la Forqué nos toca lo nuestro de la lengua, con lo cual, redemonios, me obligará a levantar el culo del sofá desde donde tuiteo compulsivamente para recordar, primero de todo, que no hay nada parecido al "buen español" (en cualquier caso, hay un español "normativo"), que los alumnos catalanes acostumbran a sacar mejor nota de selectividad en español que en catalán (una nota a menudo superior a la de otras autonomías) y que, si la cosa va de normativa y supervivencia, ¡sólo le tendría que preocupar la del catalán!

Estimada Verónica, yo me trago como un pepito el Deluxe precisamente para no tener que recordar la paulatina pero imparable sustitución lingüística con que el español está provocando que el catalán llegue a unos límites de conocimiento prácticamente marginales. Yo miro el Deluxe, carísima Forqué, precisamente para olvidar que según el último informe quinquenal del Idescat, un 93,4% de los barceloneses entiende el catalán pero sólo un 16,5% de estos inicia una conversación en esta lengua, una lengua que no sé si será buena o no, pero que es primera lengua de uso en la capital (donde en teoría tendría que ser más fuerte y tener más perspectivas de mercado) en un 15,4% de la administración del Estado, en un 11,6% de los grandes establecimientos comerciales, en un 13,1% del pequeño comercio y en un alarmante 20,6% del personal médico. Eso no es independentismo, reina: es pura estadística.

Si miro la tele los sábados –en definitiva, querida Verónica– es justamente para centrar toda la energía de mi espíritu en operaciones de pechera e infidelidades masculinas, con la intención de no pensar en como a mi ciudad, literalmente, ya no se habla mi lengua y, por otra parte, el español tiene una existencia aseguradísima. Y también me siento para disfrutar como un cerdo con el Deluxe –insisto, carísima Verónica– porque no quiero oír afirmar la subnormalidad profunda según la cual el español abre puertas y fronteras y el catalán las cierra, como si la lengua de Cervantes tuviera un cromosoma más comprensible que el catalán, el danés, el suajili o el árabe y, por lo tanto, provocara más apertura que cualquier otra. El español, como cualquier lengua, tiene hablantes. Muchos, muchísimos, pero saberlo, como certifica diariamente Sálvame, no te convierte en cosmopolita o más profundo.

Por favor, Jorge Javier. Os miro justamente para no pensar y para olvidarme de lo nuestro. No me vuelvas a molestar con progres españoles ni con el tema de la independencia. Volvamos al Paquirrín de siempre, afilemos bien el chismorreo de pechera y huevada, y dejemos la cultureta para otros programas mucho peores que el vuestro. Te lo pide un compatriota, un buen catalán como tú.