Hace unos veranos, mi padre y yo, para pasar el rato en las largas tardes estivales, nos pusimos a hacer un árbol genealógico de la familia Marfany. Este es un apellido poco frecuente, de origen andorrano. Cuando se buscan los orígenes, es una práctica habitual consultar los registros de las parroquias donde constan el año y los nombres de bodas, bautizos y decesos. Además, mi padre tenía apuntes de los nombres y fechas de tíos, abuelos y tatarabuelos. Repasando estos registros sabemos que el primer Marfany del cual tenemos mención era un ciudadano del territorio occitano próximo, nacido en 1650, cuyo hijo catalanizó su apellido al casarse con una heredera andorrana. Lo que empezó como una especie de pasatiempo, con muy poca gente durante el siglo XVII, necesitó cada vez más espacio, incrementando el número de gente y de nombres con el paso de las generaciones, hasta llegar a los descendientes actuales de nuestra rama familiar. Es lo que tienen los árboles genealógicos, se van ampliando y ampliando hasta que perdemos la perspectiva.

Cuando hablamos de los seres vivos, también estamos acostumbrados a representarlos en forma de árbol, aunque muchas representaciones han presentado al hombre en la cúspide, cosa que no se corresponde con la evolución de los organismos, ya que igual de evolucionados somos nosotros, que una mosca, para decir algún otro animal. Pero ¿por qué representamos la relación entre los seres vivos en forma de árbol? Hay estudiosos que han analizado el uso de símbolos y esquemas para visualizar datos. Parece que el primer intelectual que utilizó el árbol como símbolo del conocimiento fue Ramon Llull (1232-1315), ya que los filósofos antes de él utilizaban esquemas más lineales para representar el crecimiento en el conocimiento, lo que hoy día denominamos "ramas" o ámbitos. Fijaos como usamos el concepto "ramas" tal como lo hizo Llull en una de sus grandes obras, "El Árbol de la ciencia" (Arbor Scientiae), en que ordenaba el conocimiento de la época en 16 grandes árboles (como el de la física, la botánica, la biología, pero también de la política, la moral e incluso, de los ángeles) en que las raíces eran los principios básicos, el tronco la estructura, y las ramas las diferentes disciplinas dentro de cada ámbito. La similitud del conocimiento con un árbol forma parte de nuestro imaginario cultural colectivo.

Árbol de la ciencia (Arbor Scientae, Ramon Llull), UB

Imagen del Árbol de la Ciencia (Arbor Scientiae, de Ramon Llull, edición de 1515) / Fuente: fondo bibliográfico patrimonial digitalizado de la Universidad de Barcelona, con una gran cantidad de libros antiguos digitalizados, de libre acceso.

De hecho, este tipo de ordenación estructurada y jerárquica de todos los conceptos conocidos en forma de árbol, propuesta y argumentada suficientemente por Llull, hizo fortuna, y otros científicos y filósofos lo incorporaron dentro de su bagaje intelectual. Por eso no es de extrañar que cuando Charles Darwin hizo anotaciones para su libro sobre el origen de las especies, dibujara explícitamente un "árbol de la vida" para ilustrar las relaciones de ancestralidad común, en contra de la visión impuesta por los creacionistas. Mirad qué inicio más prometedor de la página, "pienso", "I think", para hablar de la evolución de las especies (según sus palabras, "transmutación" de las especies).

Dibujo de Charles Darwin, con sus anotaciones. Wikimedia Commons

Dibujo de Charles Darwin, con sus anotaciones / Fuente: Wikimedia Commons

Pues bien, ahora imaginad que quisiéramos poner todas las especies conocidas de seres vivos en un verdadero Árbol de la vida. Sería gigante, porque estamos hablando de 2.235.322 especies diferentes, todas ellas relacionadas según su posición de proximidad filogenética. Imaginad que este Atlas/Árbol gigante es una enciclopedia, donde podéis encontrar la información y las imágenes que tenemos de estos seres vivos... Pues este proyecto se inició en 2012 y ha llegado a su compleción en diciembre del 2021. Este proyecto similar a un "Google Earth" de los seres vivos, un árbol de familia de todo aquello que está vivo, es de acceso libre, para que todo el mundo pueda navegar y descubrir sus especies preferidas, con un visualizador muy agradable que te permite adentrarte en una rama concreta, o ver las relaciones filogenéticas entre las especies, desde más lejos, de forma muy dinámica. ¡Os recomiendo vivamente que entréis en onezoom.org, os sorprenderá! Por ejemplo, podéis ver y consultar dónde estamos localizados los humanos, que evidentemente no estamos en la cúspide, sino que somos una fruta pequeña dentro de una pequeña ramilla, muy bien acompañados por otros simios. Además, si pincháis en cada especie, se abrirá la imagen y la información de la correspondiente entrada a la Wikipedia (¡si la entrada existe, claro está!). Es un atlas dinámico, moderno, digital, atractivo para todo el mundo, que os recomiendo para mirar en familia y con los más pequeños, pero también para el profesorado de primaria y secundaria que me leéis. ¡Tenéis material para trabajar con el alumnado por un tiempo!

Este Árbol de la Vida (Tree of Life) me parece una tarea ingente, pero tan bonita y poética, tan biológicamente real y al mismo tiempo tan estéticamente atractiva y dinámica... que me ha parecido muy apropiado para poder celebrar el que es mi artículo número 250 en ElNacional.cat.