¿Qué más necesita Esquerra Republicana para entender que el Estado nos ha declarado la guerra? No es una guerra al estilo del XIX, con fusilamientos y cañones desde la Ciutadella, ni la del siglo XX, con una dictadura asesina que intentó destruirnos como pueblo. No. Ahora son civilizados, europeos, democráticos e, incluso condescendientes, pero mantienen el mismo instinto de dominio, la misma persecución minuciosa y el mismo deseo de venganza. Han pasado los siglos y han cambiado los regímenes, pero no ha cambiado, ni un milímetro, el proyecto español de destrucción de la nación catalana. Y ahora, con los "progres" gobernando el Estado, este proyecto se ha puesto un traje más simpático, pero permanece igualmente implacable. No hay puertas de atrás, no hay amigos de la causa camuflados en la retaguardia, no hay proyectos alternativos, porque la única constante es la voluntad de estructurar una España uniformada, sobre los vestigios de las viejas identidades nacionales.

En este sentido, cualquier reflexión optimista que, desde planteamientos independentistas, se aferra a la idea de que no es lo mismo la izquierda que la derecha española, porque el problema catalán es la carcundia reaccionaria y no el modelo de estado estructurado desde 1714, queda desmentida de una manera tan rotunda, que solo se puede mantener la tesis desde la ingenuidad más supina, o desde la renuncia camuflada. Los hechos son tozudos, inequívocos, y ni siquiera se esconden detrás de ninguna apariencia: el Estado ha aprovechado el Primero de Octubre para iniciar un embate definitivo contra la causa catalana, y lo ha hecho con todos los recursos, desde la irrelevancia política y la jibarización de las instituciones catalanas, hasta la represión judicial, a unos niveles que, ciertamente, bordean la obsesión vengativa. Nos quieren aniquilar, y poner en duda la evidencia solo acelera la agonía.

El Estado tiene un proyecto unitario donde solo tenemos cabida si nos convertimos en españoles y dejamos de ser catalanes.

De verdad, ¿hacen falta más pruebas? Este gobierno "amistoso" del PSOE ha hecho lo mismo que el otro, el reaccionario del PP, y los dos lo han hecho todo: nos intervienen, nos reprimen y amenazan; nos espían; atacan cibernèticament sectores sensibles de Catalunya, nos desprecian; no cumplen ninguna promesa; se vanaglorian de habernos derrotado y montan acontecimientos en Catalunya (con espantajo real incluido) para mostrar la derrota; erosionan nuestros intereses económicos; mantienen las acusaciones, vía Abogacía del Estado, contra los centenares de independentistas que están en causas judiciales; modifican el Código Penal y defienden su uso para mantener la criminalización contra el movimiento independentista; y no dan ni una muestra de abrir ninguna rendija por donde poder respirar. La última decisión de la Fiscalía —esa fiscalía que "todos sabemos quién la manda"— de pedir 7 y 6 años de prisión contra Salvadó y Jové aplicando la barbaridad de la "malversación agravada" es la última bofetada contra este independentismo buenista que nos quiere hacer creer que el pacto con el Estado, vía PSOE, es posible.

¿No sería hora de que ERC reaccionara y entendiera que la estrategia de apaciguamiento chamberliano que practica solo ha servido para debilitar toda la causa catalana? ¿No se da cuenta de que haber intentado negociar unilateralmente —y con una simple mentalidad de partido— los derechos catalanes, en lugar de hacerlo de manera unitaria, solo ha servido para fraccionar todo el movimiento independentista? ¿No ven que solo la mirada nacional, por encima de la partidista, nos da la fuerza necesaria? ¿No ven que les toman el pelo, una y otra vez, justamente porque conocen su debilidad? Y, sobre todo, ¿no se dan cuenta de que cuanto más tardamos a reaccionar y trabajar en una estrategia unitaria de defensa, más heridos y estropeados estaremos? ¿No es hora de volver a las pautas de la unidad?

El Estado tiene un proyecto unitario, perfectamente cohesionado e irrompible, de imponer su modelo uniforme, donde solo tenemos cabida si nos convertimos en españoles y dejamos de ser catalanes. Enfrentarnos a esta cohesión pétrea del Estado con unas fuerzas fragmentadas, enfrentadas y con mentalidad partidista, es totalmente imposible. Y aunque todo el movimiento independentista tiene que reflexionar sobre cómo rehacer unidades y tejer complicidades, es obvio que Esquerra Republicana, visto el giro que ha dado, es quien más tiene que encontrar un cambio de estrategia, si no nos quiere arrastrar a todos a una derrota que puede acarrear a toda una generación.

Es hora de volver a la unidad. Es la hora, y, citando a Companys, la hora es grave.