Vacío, miedoso, destemplado, carente, lóbrego, desvaído, deshabitado, amodorrado, mortecino, falto de espíritu. El mensaje de Navidad del president Pere Aragonès se pareció más a una intervención en la sesión de control del Parlament que a un mensaje de Navidad a la nación. No es casualidad que así fuera. De entrada, utilizó un recurso que no le es poco usual, el de aterrizar el discurso en aquello material y rutinario para no tener que mojarse con nada ni demasiado elevado ni demasiado espiritual, es decir, para no tener que rascarse con aquello que evoca compromisos con los catalanes y, por lo tanto, para no tener que enfrentarse a nadie. El tono se daba la mano con el entorno: de la mediocridad del personaje al ahoyado de la Biblioteca Nacional de Catalunya, de la descafeinación de quien se protege con tecnicismos, a la penumbra que oscurece cualquier actitud vitalista, cualquiera que no sea la resignación. El día de San Esteban, el president de la Generalitat habló a los catalanes del apoyo parlamentario a los presupuestos porque no quiso responsabilizarse del riesgo de hablarles de Catalunya.

Tenemos un president de la Generalitat miedoso, incapaz de enfrentarse a la responsabilidad que rezuman sus propias palabras. Por eso procura no decir mucho

Palmo a palmo, Aragonès procuró permanecer en el camino trazado por los datos económicos con el fin de justificar su acción de gobierno. Lo hizo como quien recita el verso de Navidad de pie en la silla y espera el dinero de la madrina: un trámite sin muchas pretensiones. El president de la Generalitat solo levantó el tono, solo fue capaz de fingir —o no— una cierta implicación personal cuando habló de la invasión rusa de Ucrania. No es casualidad. Al hablar de Ucrania, el president sabía que su contundencia y firmeza no tendrán consecuencias. Es chapucero, sin embargo, traficar con la valentía de los otros y aprovecharte de ella, porque los platos rotos de este coraje, en caso de derrota, no los pagarás tú. El president Aragonès puede sacar pecho con Ucrania porque el presidente Zelenski lo ha sacado antes que él y ha salido adelante. En medio de tanta insustancialidad, y bien lejos del efecto pretendido, blandir la bandera ucraniana y utilizar el vigor de los otros para taparse las carencias solo sirvió para desnudar a nuestro president un poco más todavía.

Si nadie sabe qué has dicho, nadie te puede fiscalizar. Si nadie sabe qué has dicho, a la larga siempre puedes tener razón. Si nadie sabe qué has dicho, no te enfrentas a nadie porque nadie sabe qué defiendes

La concreción en aquello técnicamente económico y presupuestario de la primera parte del mensaje contrastó con la abstracción en aquello político y nacional de la segunda parte. Con la intención de complementarse, la una y la otra se apuñalaban, sin embargo, porque se señalaban la herida. "Avanzar hacia conseguir los efectos de la amnistía", "encontrar la solución al conflicto político", establecer "una gran conversación para visualizar el consenso", "ahora es la hora de seguir abriendo camino" y "avanzar hacia adelante, siempre adelante". Tenemos un president de la Generalitat miedoso, incapaz de enfrentarse a la responsabilidad que rezuman sus propias palabras. Por eso procura no decir mucho. Si nadie sabe qué has dicho, nadie te puede fiscalizar. Si nadie sabe qué has dicho, a la larga siempre puedes tener razón. Si nadie sabe qué has dicho, no te enfrentas a nadie porque nadie sabe qué defiendes. La tarea del mensaje tendría que haber sido, como mínimo, decorar todo este caparazón para convertirlo al menos en un proyecto con capacidad de levantar consenso, que no es posible sin ofrecer antes un centro donde los ciudadanos puedan hacer orbitar su pensamiento. Por San Esteban, sin embargo, no se nos ofreció mucho más que cartón-piedra mal pintado.

Este San Esteban, el president de la Generalitat dio sus mejores volteretas para engañar a sus miedos

Las palabras del president Aragonès siempre parecerán frías y desvanecidas a ojos de quien espere que se haga carne el misticismo con que históricamente se ha envuelto el liderazgo nacionalista en Catalunya. Pere Aragonès es un president pequeño porque es un hombre que no está dispuesto a bregar para hacer practicables los intangibles de la nación: los anhelos, el legado, el espíritu, la historia, el pueblo. Es honesto que no lo incluya en su imaginario ni lo hilvane en sus discursos porque hacerlo querría decir comprometerse a lucharlo y, si alguna cosa podemos sacar del talante nebuloso de su plan independentista es que precisamente no brilla por su sentido de combate. Revistiéndose de esta capa de honestidad, el president quiere vender un pragmatismo estéril, por eso en el momento de plantar la parada en el mercado y de decir "no hemos hecho la independencia, pero tenemos esto", el president solo puede hablar del apoyo parlamentario a los presupuestos y de una perseverancia en la lengua catalana que su propio partido revienta cuando tiene que hacer campaña por las municipales en el AMB. Este San Esteban, el president de la Generalitat de Catalunya dio sus mejores volteretas para engañar a sus miedos. Sin hablar del país y para el país, sin embargo, no lo consiguió.