A los que nos gusta la política nos pasa últimamente como a los aficionados al fútbol: la liga ya no es lo que era, ni las elecciones tampoco. Había un tiempo donde la política levantaba pasiones, hasta el punto de que parecía que cada 11 de septiembre era como una Champions, y cada contienda electoral una final Barça-Madrid. Levantó tantas pasiones que casi nos quedemos sin liga política. Pero lo cierto es que bienvenido sea volver a la política electoral de toda la vida, entendiendo por "toda la vida" los casi cincuenta años que hace que podemos volver a votar. La mejor noticia es que votar sigue siendo, en nuestro país, un deporte de poco riesgo, que solo nos obliga a salir de casa un domingo de vez en cuando, con la buena disposición a contribuir a las nobles artes de gobernar.

Para quien esté muy seguro de lo que quiere votar, le recomiendo la táctica de un sabio que decía que lo mejor es poner la papeleta de los tuyos bajo la almohada, y olvidarte de todo lo que se pueda decir estos días, no vaya a ser que cambies de opinión. Vendría a ser un proceso de discernimiento de primer nivel, es decir, que el corazón te dice qué tienes que hacer y no te lo piensas mucho. Suele ser lo que hace la mayoría de votantes fieles, que son los que aseguran los denominados "suelos electorales".

Para quien esté seguro de que solo puede ir a votar una opción, pero no sabe si lo hará porque quizás quiere castigar a los suyos con la abstención, les recomiendo la misma táctica de discernimiento: papeleta bajo la almohada y silencio radio. Porque si tiene que pensárselo mucho, acabará no votando, y a menudo después se arrepentirá. Las campañas suelen ser esperpénticas a la hora de querer razonar con argumentos racionales, porque todo el mundo está demasiado pendiente de los "expertos jefes de campaña", que solo buscan no cometer errores y diluyen demasiado los debates y las posturas.

En los últimos años, lo más apasionante de la política electoral viene después: los pactos

Ahora llegamos a quien quiere de verdad reflexionar sobre qué debe votar, sin "a prioris". Todos sabemos que son una minoría, pero existen. Son los mal llamados indecisos, que en realidad muy a menudo están en dos de las categorías anteriores, pero no se lo quieren confesar. Estos quizás emprenderán un proceso de discernimiento más esmerado, valorando pros y contras de los partidos más próximos a sus posturas. Para estos sí que las campañas podrían ser interesantes. Pero desengañaos, equipos de campaña: son pocos y casi siempre acabarán votando con argumentos mucho más irracionales de lo que pensáis.

A quienes nos gusta manejar resultados electorales y jugar con los Excels, sabemos que hay dos ejes que intercambian muy pocos votantes. En el eje social, los votantes de derecha votan a partidos de derecha, y los votantes de izquierdas votan a partidos de izquierda, y en el eje nacional, los partidos ahora dichos independentistas votan a partidos independentistas, y los no independentistas votan a no independentistas. Después, la abstención hace el resto. Pero la noche electoral será solo el final del primer tiempo. Porque en los últimos años, lo más apasionante de la política electoral viene después: los pactos. Hemos visto —contra todo pronóstico— a Puigdemont votar al PSOE; al PP convertir en alcalde a Collboni; a pseudoCiudadanos hacer alcaldesa a Colau. Supongo que en los últimos días de campaña veremos como todo el mundo niega cualquier opción de pacto con nadie. Pero disfrutaremos de unas propuestas de pactos postelectorales que nos harán revivir una segunda parte de infarto, especialmente acostumbrados, como nos tienen algunos, a tirar de la cuerda hasta el último minuto. ¿Tendremos nuevas parejas de hecho impensables, como Junts y PSC? ¿O matrimonios de conveniencia como ERC y PSC? ¿O tríos consentidos clásicos, como el tripartito, o ménage à trois hasta hace poco necesarios y por ahora impensables, como el frente independentista?

Podemos tener muchas otras combinaciones posibles, porque el secreto a voces será la irrupción del partido de extrema derecha catalán de Sílvia Orriols, que con cuatro ideas claras sobre inmigración y okupas puede robar la cartera a la derecha de todos los colores y hacerse un sitio en el imaginario político, siguiendo la peligrosa evolución de la extrema derecha en toda Europa. Aquí sí que os pido por favor discernimiento electoral. Cuidado con los cantos de sirenas. Que votar sigue siendo la menos mala de todas las soluciones por mucho que nos aburra el discernimiento electoral. Y aunque al final nos toque repetir elecciones y volver a votar en noviembre porque no habrá combinaciones a gusto de todos.