Si Cataluña fuera el oasis que no es, Junts y Esquerra no estarían buscando desesperadamente cómo sacarse el muerto de encima de una posible repetición electoral que podría dar alas a la derecha española. La historia es caprichosa y a veces ofrece una oportunidad a quien no la esperaba. Los 18 parlamentarios de los partidos independentistas en Madrid —14 diputados y 4 senadores— serán más relevantes que los 37 parlamentarios que tenían en la última legislatura. Sin embargo, los resultados —y en particular la abstención— han demostrado que algo no marcha bien entre los independentistas. Los republicanos han utilizado el proceso soberanista para intentar cargarse al PSC y a CiU al mismo tiempo. No era ese el propósito principal del Procés y la imprudencia ahora tiene unos efectos inevitables. Se lo explicaré con más claridad.

En noviembre de 2011, cuando el PSC perdió por primera vez las elecciones generales en Cataluña y obtuvo 922.547 votos y 14 diputados, el partido se puso en erupción. La sensación de crisis era tan intensa que la dirección socialista convocó un congreso, el decimosegundo, para impedir el desastre. También se presentaron cuatro candidatos por primera vez, que finalmente se reducirían a dos, para desempeñar el cargo de primer secretario y así sustituir a José Montilla. Pere Navarro y Joan Ignasi Elena se enfrentaron por el puesto. Finalmente, se impuso Navarro, quien actualmente es delegado especial del Estado en el Consorcio de la Zona Franca de Barcelona. Los socialistas se vieron afectados por una crisis prolongada, mientras el Procés estuvo vivo. Asimismo, perdían los efectivos del sector catalanista, que se dispersó entre Junts y Esquerra, aunque los republicanos se quedaron con algunas piezas de caza mayor. El resultado es que hoy Joan Ignasi Elena y Joaquim Nadal son consejeros del Govern Aragonès, como Toni Comín lo fue, en representación de los republicanos, en el Govern de Puigdemont. El objetivo de Esquerra era sustituir al PSC como partido hegemónico de las izquierdas catalanas, reproduciendo el esquema de la Segunda República. Esquerra ha invertido muchos esfuerzos en ello, pero trece años después, el PSC volvió a ser el partido más votado en las elecciones generales —1.211.890 votos y 19 diputados—, a mucha distancia de Esquerra: 462.512 votos y 7 diputados. La capacidad de Pedro Sánchez para torear a Oriol Junqueras también ha tenido un gran impacto en este fracaso.

Esquerra no querrá repetir las elecciones de ninguna manera. Tiene un gran riesgo de perder. El frente común que los republicanos han propuesto a Junts solo tiene como objetivo convencer a los de Puigdemont para que faciliten la investidura de Sánchez

Dado que en las elecciones autonómicas de 2021 el PSC ya superó a Esquerra, aunque fuera por muy poco —49.251 votos a su favor—, no es difícil llegar a la conclusión de que se ha terminado —o se está acabando— el ciclo expansivo de los republicanos. Tal vez conservará los dirigentes socialistas que se incorporaron a Esquerra a raíz de la bajada del PSC (si bien cada vez son más viejos y menos influyentes, salvo Elena), pero Esquerra no ha sabido retener a los votantes. El independentismo táctico tiene este precio. Muchos electores republicanos han regresado a casa, junto al retorno al PSC de los electores de Ciudadanos, el partido xenófobo y lerrouxista impulsado por viejos comunistas y socialistas, ahora que han quedado huérfanos. El discurso izquierdista de los republicanos se confunde con el del PSC (y en ocasiones con el de Sumar) cuando pierde el temple independentista. En última instancia, cuando se trata de enfrentarse al fascismo español, es preferible tomar en cuenta un partido español. El PSOE y Sumar consiguieron desdibujar completamente el sentido de las elecciones generales en Cataluña, que por primera vez no se disputaban para dirimir la relación Cataluña-España, y así recuperar el terreno perdido en los últimos quince años. La derrota independentista de 2017, la represión y los acuerdos de Junqueras con el PSOE han dejado a Esquerra en cueros, hasta tal punto de que, les guste o no que se lo recuerden, generarles un problema de identidad, más allá de recibir ovaciones del establishment por su moderantismo. Al tener un panorama de este tipo, Esquerra no querrá repetir las elecciones de ninguna manera. Tiene un gran riesgo de perder. El frente común que los republicanos han propuesto a Junts solo tiene como objetivo convencer a los de Puigdemont para que faciliten la investidura de Sánchez. Se repetirá el comportamiento que les ha conducido a la crisis en paralelo con su capacidad de obtener cuotas de poder. Teniendo en cuenta lo que ha ocurrido en la Diputación de Barcelona, lo más probable será que Junts espere a ver a qué pactos llegan los partidos de la antigua mayoría gubernamental española para, posteriormente, iniciar su propia negociación. Estos días han hecho más evidente que nunca que Junts solo tiene un líder de verdad: Carles Puigdemont. La resistencia por admitir algo tan evidente es lo que ha empobrecido su espacio político.

La política catalana estuvo dominada por CiU durante años y cuando en 1999 empezó a declinar, Pujol decidió pactar con el PP y ningunear a una ERC que estaba en proceso de ascensión. También es por ese motivo que los republicanos han acumulado una gran cantidad de resentimiento contra los convergentes. Aunque Junts no sea ni siquiera una reproducción de CDC, comenzando porque el Carles Puigdemont de hoy no tiene nada que ver con Jordi Pujol, la obsesión republicana ha sido siempre arrancar de las instituciones la maleza convergente. No cabe duda de que ERC ha actuado de manera implacable en esta lucha, que ha sido muy mal defendida por Junts, que no se ha sabido reivindicar. La transformación independentista del espacio de CiU ha sido uno de los acontecimientos más significativos de la historia contemporánea de Cataluña. Nunca había sucedido que los moderados de verdad, e incluso un sector de la derecha autonomista, abrazaran el independentismo. El ejemplo es el cambio de Artur Mas. En lugar de celebrarlo, porque al final la base independentista se amplió por este lado y no precisamente por el del PSC o de los comunes, como ha quedado demostrado en varias declaraciones de fe federalista de los antiguos socialistas integrados en Esquerra, los republicanos fruncieron el ceño. Junts también contribuyó a ocultar el suceso, en primer lugar, porque no supo delimitar su espacio y desaprovechó una de las iniciativas políticas más originales de los últimos tiempos: la constitución de la Crida, que se propuso pescar a gente de todas partes por el sistema de arrastre. La iniciativa se frustró debido a la ceguera de sus líderes. De ese fracaso fueron responsables tanto Jordi Sánchez como David Bonvehí y Carles Puigdemont.

Esquerra supo ahondar en las contradicciones de Junts y empujó a los de Carles Puigdemont hacia la esquina de la irrelevancia, confundidos en una lucha intestina entre sectores que todavía está viva. Los republicanos quisieron rematar la jugada “contratando” algunas piezas del antiguo rompecabezas convergente: el actual consejero Carles Campuzano, el independentista “oficial” de CDC que se opuso al Procés desde el primer día, y, en la actualidad, el diputado electo Francesc-Marc Álvaro, la niña bonita del escaso mundo intelectual y periodístico del pujolismo. No estoy seguro de si los dos son plenamente conscientes del papel que les han ofrecido los republicanos, ya que a veces parece que se hayan infectado de lo que ellos antes criticaban con mucha vehemencia. Ni con estas incorporaciones, Esquerra ha logrado romper las piernas de su adversario. Por esta razón, Álvaro fue la única persona que no aplaudió cuando en la comparecencia de la noche electoral, Rufián proclamó, muy satisfecho, a pesar de la derrota sin paliativos, que Esquerra había quedado por delante de Junts. La diferencia entre Junts y Esquerra, más allá de la distancia ideológica, que cada vez es más corta, siempre ha sido de estilo y de cómo cada partido concibe la acción política. Al menos de esta manera fue hasta 2017. La cabra tira al monte si hace algo que le conviene. Junts debería hacer esto si desea poner fin a la OPA hostil de los republicanos.

La influencia de los republicanos no ha sido efectiva en temas nacionales y antirrepresivos (a excepción de los indultos a los vips del Procés). Mira por dónde, Junts tiene una oportunidad inesperada: los 7 diputados (y un senador) actuales son decisivos para la gobernabilidad de España

Las últimas elecciones han demostrado que los partidos independentistas actuales tienen una vía de agua grande. Alrededor del 15%-20% de los votantes de Esquerra, Junts y la CUP han ido a parar a opciones de ámbito estatal, y otro 15%-20% a la abstención. Cada partido se contentará con las explicaciones sectarias habituales, no obstante, sería conveniente que Esquerra reflexionara sobre la causa de la pérdida de voto en cada elección. Junts, por su parte, tendría que iniciar una etapa de reconstrucción que retomara el espíritu unitario y amplio de la Crida. En la legislatura anterior, Esquerra contaba con una mayoría contundente en Madrid, 13 diputados contra 4. La influencia de los republicanos no ha sido efectiva en temas nacionales y antirrepresivos (a excepción de los indultos a los vips del Procés). Mira por dónde, Junts tiene una oportunidad inesperada: los 7 diputados (y un senador) actuales son decisivos para la gobernabilidad de España. Aunque Esquerra haya sacado más votos que Junts, todos sabemos que los de Carles Puigdemont son hoy el partido-alfa del independentismo. ¿Serán capaces de aprovechar esto? El papelón es de órdago.

Si Junts fuera una simple continuación de CDC, quizás se podría plantear actuar como el PNV y afirmar una cosa en público y, bajo mano, "dialogar" con Feijóo. Pero la coyuntura es otra y este escenario es imposible. En consecuencia, Junts solo puede tener un interlocutor: el PSOE, con quien tendrá que negociar para facilitar o no la investidura de Pedro Sánchez. Según Anthony McCarten, autor del libro Darkest Hour (2017) y autor del guion de la película homónima, Churchill salió políticamente vivo de la guerra mundial porque, a pesar de los fracasos, supo desplegar sus palabras en el campo de batalla. Junts tiene la posibilidad de difundir un relato que aporte coherencia a la estrategia que ha defendido hasta el momento. De igual manera que un líder socialista no puede prescindir de la igualdad y la fraternidad, y negocia con esta premisa en mente, un líder independentista ahora solo puede iniciar la negociación de la investidura de un presidente de Gobierno español, demandando la amnistía y la autodeterminación. En una negociación, todas las partes deben identificar los puntos de interés comunes porque nadie quiere perder. El mejor ejemplo es la negociación entre PSOE, ERC y Junts sobre la presidencia del Congreso de los Diputados, que se lleva a cabo al margen de la investidura de Sánchez. Los tres partidos obtendrán algo de esa negociación: el PSOE la presidencia y ERC y Junts un grupo parlamentario propio. Es sencillo de entender. Pero, cuidado, porque el PP también puede pagar este precio para presidir el Congreso. En la composición de las Cortes Valencianas, presididas por Vox, Compromís (Sumar) dispone de una secretaría, asignada al principio al PSPV-PSOE, debido a un acuerdo con el PP. La izquierda puritana no tiene vergüenza cuando se trata de ganar poder en Barcelona o Valencia. En consecuencia, en la negociación sobre la investidura se trata de tener paciencia y no precipitarse en tomar decisiones, especialmente en este momento, que es cuestión de dar un sí o un no. Hay que aprovechar el momento para resucitar el independentismo ante los sepultureros. En cuanto a esto, ya escribiré la semana que viene, para acabar la temporada.