He vuelto a quedar con la mossa de escuadra del otro día. Me lo había prometido. No diré donde ni diré quién es porque tiene miedo, le noto el cuerpo tenso, hinchado, le veo en la cara la indignación, la tristeza, la vergüenza. Hoy no ha venido vestida con el uniforme y tanto ella como yo sabemos perfectamente por qué, no es necesario que gastemos palabras, tampoco es que tengamos mucho tiempo. Hemos entrado en el territorio más duro, el de la guerra más sucia, estamos en el momento más difícil de todos, el que pronosticaban los expertos, cuando el Estado se comporta como gato panza arriba, cuando ya sabe que lo tiene perdido definitivamente. Y no quiere irse de Catalunya sin producir el máximo daño posible. Ha decidido actuar con total impunidad, saltándose todas normas, proyectando toda la rabia sobre unos catalanes a los que ve como enemigos. “Ya no somos súbditos, Galves, ahora ya somos directamente enemigos, ahora ya ni lo esconden. Deberías ver cómo los mossos de la Brimo —la brigada móvil— celebran en Egara —el cuartel general de los Mossos— las palizas y las detenciones arbitrarias, las humillaciones. Lo viven como una fiesta, como una victoria personal. Se alegran, están contentos como si les hubieran duplicado el sueldo. En los vestuarios de Egara hacen celebraciones, se burlan de los ciudadanos a los que han reprimido, como si fuera un vestuario de futbolistas. Parece como si el Real Madrid hubiera derrotado al Barça, este es el nivel, un nivel tan primitivo, tan....” Le pregunto si la palabra que busca es “elemental”. “No, la palabra es ‘cruel’, se sienten impunes para hacer todo lo que quieran, para verter su rabia acumulada contra los manifestantes, contra los catalanes, una rabia que hace años que llevan dentro, por lo que se ve. Gastan bromas pesadas sobre los manifestantes que han perdido un ojo. Es increíble. Son abiertamente partidistas. Ellos y nosotros”.

La mossa con la que estoy hablando hoy no lleva su móvil. Lo tiene en el bolso, me dice, tal vez la están controlando a través del teléfono, tal vez son todo imaginaciones, pero lo cierto es que se siente vigilada. “No respetarán nada y pronto empezarán una purga dentro de los Mossos. Se ve venir. Algunos agentes han sido expedientados y no son los animales de la Brimo. Es curioso. Y, en cambio, no pasa nada porque en sus furgones lleven banderas de España, muchas con el águila negra del franquismo, muchas con simbología fascista, violenta. Aquí la única violencia es la policial, nuestros ciudadanos, independentistas o unionistas, son todos pacíficos. Que el fascismo es una ideología violenta y que se alimenta de la violencia no lo descubriremos ahora, lo saben todas las policías modernas del mundo. Menos en los mandos de los Mossos, por lo que parece. Deberías ver en los entrenamientos como hay mossos que exhiben, desafiantes, camisetas con la bandera de España, camisetas de la Policía Nacional, camisetas de la Guardia Civil, cualquier cosa menos símbolos catalanes o de la policía catalana. Como si fueran una policía de ocupación, directamente, están en contra de Catalunya. Debajo del uniforme oficial de los Mossos, que lleva la bandera catalana, normalmente, todos estos que te digo llevan las camisetas reivindicativas del españolismo que te he descrito. Juegan a ser los malos, como críos, pero el problema es que todo esto no es un juego. Se sienten muy hombres, exhalando masculinidad. Sólo faltaba que ahora algunos políticos —Miquel Iceta—, en plena campaña electoral, les alienten y les den las gracias por lo que están haciendo. Gracias ¿por qué? ¿Por utilizar la violencia en contra del independentismo? Es una vergüenza. Y una irresponsabilidad. En nombre de España todo vale, hasta que logren tener a toda la población de Catalunya en contra de su policía”.