Ya están aquí. Ya hemos llegado a donde fatalmente teníamos que llegar. A los muertos. A un lugar vivo, vivísimo, entre los muertos. Porque una cosa fueron los atentados islamistas de la Rambla de Barcelona y de Cambrils, otra cosa fueron las brutales palizas y la humillación contra la población catalana que quería votar el Primero de octubre, y ahora ya es diferente, esto de ahora es otra cosa, sin excusa. Porque los muertos que estamos enterrando ahora, la inaceptable cantidad de muertos que enterraremos durante las próximas semanas y meses, sin poderlos ver, sin poderlos velar ni hacer duelo, son nuestros muertos. Muertos que hablan catalán y muertos que hablan castellano, todos son muertos nuestros, muertos innecesarios. Son los muertos que nos alejan para siempre de este Estado farsa, de esta pesadilla grotesca, de este engaño llamado España, con sus militares ridículos, con su rey altivo, con su hiriente frivolidad. No, no es verdad que los muertos que estamos enterrando estos días sean consecuencia de una pandemia mundial, de una desgraciada, inevitable, mala suerte que no tiene responsables directos. Los muertos que estamos enterrando son responsabilidad de una gestión caótica, de un fracaso político, de una inaceptable administración colonial, perdida en su egoísmo atávico. Si estos fueran los muertos del coronavirus tendríamos el mismo porcentaje de muertes de Portugal o de Francia. Pero estos son los muertos de Pedro Sánchez, de la incompetencia criminal de Pedro Sánchez. España es el récord mundial de muertes en esta pandemia exclusivamente por culpa de la gestión equivocada y errática de Pedro Sánchez, el irresponsable, el inútil.

Los muertos que estamos enterrando son responsabilidad de una gestión caótica, de un fracaso político, de una inaceptable administración colonial, perdida en su egoísmo atávico

El president Quim Torra no sabe nada de medicina, pero tiene un panorama familiar, personal, bien penoso que le ha acostumbrado, desde hace años, a escuchar a los médicos, a los especialistas, a los que saben más que él. El presidente catalán no es mejor que Pedro Sánchez porque sea catalán sino porque no tiene la arrogancia criminosa del de Madrid, porque tiene mucho más respeto por la vida de los demás, porque no es un tonto presumido como el guapo de la Moncloa. Si el recorte del Estatuto de Autonomía fue el desencadenante del proceso independentista, la nefasta gestión de esta grave enfermedad que nos afecta a todos, es la prueba del algodón, la última prueba, indiscutible, que tenemos un Estado que pagamos con nuestros impuestos pero que trabaja incansablemente en contra de Catalunya, de todos los ciudadanos y ciudadanas de Catalunya. Digámoslo claro de una puñetera vez. No han cerrado Madrid, no han dejado cerrar Catalunya, por miedo a que los catalanes, con su admirable disciplina, con su comportamiento, sensato, se salieran de ésto antes que los de la capital imperial. Esto era inaceptable para ellos. Pedro Sánchez y su gobierno han gestionado pésimamente esta crisis porque son unos incompetentes y porque son unos nacionalistas españolistas criminales. Porque no podían soportar que Catalunya lo lograra antes que ellos, porque la envidia preside sus decisiones políticas. Llegará un día, muy cercano, en el que deberán responder ante un tribunal penal internacional por delitos de lesa humanidad. Del mismo modo que tuvieron que responder los fanáticos unionistas serbios de sus crímenes, unos fanáticos nacionalistas, imperialistas, que llevaron a sus antiguos compatriotas de lo que había sido Yugoslavia, a la muerte y a la desesperación. Estos muertos del virus son imperdonables y consolidan para siempre la ruptura de Catalunya con Madrid.