Ayer ese pobre diablo llamado Felipe de Borbón exhibió su perfil más intolerante, anacrónico, más ultraderechista. El rey español mejor preparado de la historia —con permiso de Alfonso X el Sabio—, el único Borbón que ha conseguido terminar un bachillerato, se presentó ante la opinión pública con un mensaje político de fondo, con una odiosa arrogancia, inaudita, con una agresividad implícita, con un revólver humeante encima de la mesa. Ayer fue intolerable, escandaloso. Ayer Felipe dejó estar las rosas, abandonó las habituales referencias a la figura de su antepasado, el déspota Carlos III, y aumentó la apuesta hasta el límite. No me lo podía creer, fue como si hubiera aparecido, de nuevo, la gallina negra del general Franco. El águila de san Juan de los Reyes Católicos que Franco convirtió en una pularda de negra intensidad. Ayer fue como si Felipe se hubiera presentado ante todos con un amenazador bate de béisbol. Con un mensaje claro y directo, sólo para los entendidos, de acuerdo, que ahora trataré de explicar.

El rey es un perfecto animal. Y como lo es no se le ocurrió otra cosa que abandonar, por primera vez, el escudo de la España Constitucional y presentarse ante sus súbditos con su casposo escudo personal. Como una amenaza proclamó a través del símbolo dorado: “Yo soy el rey”. Pero no un rey democrático, no como un rey que coge el metro como el rey de Noruega, sino como un soberano que podría figurar perfectamente en la lista de los reyes godos, muy anteriores a los beneficios de la Nivea Body Milk. Felipe de Borbón tuvo el atrevimiento de presentarse con su escudo de señor feudal, sobre su estandarte carmesí, con su marca exclusiva de rancia Majestad Católica, de ser supremo, superior al resto de los mortales, en su condición de personalidad divina, intocable e inviolable. Diciéndonos a todos y todas que su dinero es suyo y que nadie le podrá poner las manos encima. Que hace y hará exactamente lo que le dé la gana. Y es que la cosa daría risa si primero no hiciera llorar. La cosa sería un pequeño detalle histórico si se tratara de su prima abuela, la actual reina constitucional de Inglaterra. La cosa habría resultado absurda y anacrónica ya en tiempos de la primera monarca constitucional española, de Isabel II, a la que el general Prim tuvo que echar a la calle porque resultó muy constitutiva pero muy poco constitucional. Y es que ayer el escudo de la España Constitucional fue sustituido por una marca privada, por el logotipo de la empresa privada Borbón SA. El escudo constitucional de España lleva como soportes, a ambos lados del blasón, las columnas de Hércules, que ayer no estaban. Ayer lo que estaba, en cambio, era el collar de la orden de caballería del Toisón de Oro, fundada por Felipe III de Borgoña en 1429, que no tiene nada de constitucional y que evoca a la Cruz de Borgoña, el emblema parafascista, carlista, empleado por el rey Juan Carlos en su emblema personal, aún vigente.

No sé si ustedes saben que los 52 diputados de Vox que hay en el Parlamento español lucen como color corporativo el verde como escandalosa proclama monárquica. El asqueroso verde moco no es otro que el color verde del VERDE, las siglas que corresponden a "Viva El Rey De España" y que se hicieron famosas, durante la Segunda República Española, entre los ultraderechistas que reclamaban el retorno de Alfonso XIII, el Piernas. Ahora, con 52 ultraderechistas en un parlamento de 350 diputados que exhiben un monarquismo tan rampante, no es casualidad la provocación de ayer de Felipe VI. Un pobre diablo que no tenía nada que decir y que no dijo nada, que sólo defendió su silla, su trono, su pasta, en definitiva. Vestido de banquero de provincias, moviendo mucho las manos y vocalizando mucho como si todo el mundo fuera idiota y no le entendiera, sus aspavientos eran los de un fantasma del pasado que se niega a volver a su época pretérita. Usó la vieja retórica de siempre, utilizó calcadas algunas frases que por la mañana ya había usado Pedro Sánchez. Habló, con retórica militar, de vanguardia y de otras imágenes castrenses. Dijo que unidos no está tan mal tener el virus, y que "sarna con gusto no pica", vaya. Hablaba y hablaba y hablaba pero él y nosotros y todos pensábamos en lo mismo. Que lo del notario es papel mojado. Como cuando el rey Juan Carlos renunció a los dineros suizos de su señor padre, don Juan. Que sí, hombre, que sí, que se deje de heráldicas y que afloje el peculio.