Proliferan como las setas en temporada las páginas pro-anorexia y pro-bulimia en las redes sociales. Nombres tan sutiles a la par que elaborados como “Princesas de cristal Ana y Mia”, “Princesas en busca de la perfección” y otras estupideces con nombre de princesa sirven de plataforma para una competición incesante en donde gana, en admiración, la que más adelgaza. Algunas usuarias van subiendo sus logros en forma de fotos de costillas y clavículas bien marcadas mientras una supuesta administradora anoréxica, con graves problemas de ortografía y tendencias suicidas, se muestra orgullosa de sus pupilas y propone nuevos retos semanales. Cada una de las nuevas publicaciones acumula más críticas y denuncias que la anterior y así, animadas por el odio que suscitan, las -supuestas- anoréxicas administradoras calientan el debate en torno a la influencia de las redes sociales en la salud mental de los adolescentes.

Se calcula que unas 400.000 mujeres sufren anorexia nerviosa en España y que la edad de inicio se ha adelantado en torno a los 13 ó 14. Muchas caen antes, y cada vez se diagnostican más casos en niñas de 8 y 9 años. El 90 por ciento de las personas afectadas siguen siendo mujeres. La anorexia es la enfermedad mental que más muertes causa y que más incita al suicidio, y tanto la anorexia como la bulimia servirán de trampolín para la enfermedad mental crónica a muchas de las adolescentes ahora afectadas. Las páginas de princesas pueden dar una imagen equivocada de lo que es la anorexia, tratándola como una enfermedad cuasi glamurosa y de personas disciplinadas en busca de esa supuesta perfección, obviando que detrás de la anorexia existe una alteración mental que esconde una distorsión de la realidad y un complicado sentimiento de no aceptación.   

Detrás de la anorexia existe una alteración mental que esconde una distorsión de la realidad y un complicado sentimiento de no aceptación

Por eso el verdadero drama de estas páginas no son las fotos de clavículas y costillas. Está detrás y no delante. Y las víctimas no son ésas que suben fotos que ni siquiera son suyas (se repiten las mismas imágenes en diferentes páginas subidas por diferentes usuarias), sino que son aquellas otras, las espectadoras que permanecen calladas detrás de la pantalla mientras reciben todo tipo de consejos para pasar hambre y engañar a sus padres. El 75% de las personas que consultan estas páginas son menores de edad. El aislamiento es una de las principales características de la anorexia, porque estar enferma es incompatible con una vida social normalizada. Las reuniones y encuentros en donde se come o se bebe algo, están vetadas para cualquier anoréxica so pena de ser puesta en evidencia en público. Estas páginas brindan la perversa posibilidad de formar parte de una comunidad. La comunidad de las princesas de penas.  

Ser adolescente a día de hoy no debe ser nada fácil. La adolescencia es una carrera por la autoaceptación en donde los obstáculos no dejan de medrar: publicidad, revistas de moda, blogs, Instagram de famosas que comparten sus consejos para tener ese cuerpo perfecto. El bullying transportado en el bolsillo.

Cuando a los 14 años me dejaron ponerme un dichoso anillo en el ombligo, lo estrené orgullosa con uno de esos tops cortos que dejaban al aire la mitad de la tripa. Al día siguiente, en clase de gimnasia, un compañero me espetó "tienes la barriga fofa" y el mundo se me vino encima. La alegría viró en vergüenza y un ardiente rubor me subió por los mofletes. De repente, sentí la mirada inquisidora de toda la clase, de todo el planeta, mofándose de mi cuerpo. No recuerdo haber sentido tanto bochorno en toda mi vida. La anorexia nerviosa fue el peaje que pagué durante casi cinco años y que me provocó no sólo consecuencias físicas sino emocionales que, desgraciadamente, no se curan el día que te dan el alta.

La anorexia nerviosa fue el peaje que pagué durante casi cinco años y que me provocó no sólo consecuencias físicas sino emocionales

La anorexia te convierte en una persona absolutamente vulnerable e insegura que no sólo duda de su cuerpo, sino de su propia inteligencia, de su forma de hablar, de vestir, de moverse, que vive con pavor a la opinión ajena. La enfermedad te mina mentalmente, te quita amigos, novios o novias, te resta concentración, te dificulta estudiar, te impide divertirte y socializar, te hace perder clases. Te anula. Ninguna anoréxica quiere estar enferma porque el dolor emocional que causa la anorexia no lo compensan los kilos de menos. Por eso, el día que asumes que estás metida en el pozo de la enfermedad -antes o después, acabas dándote cuenta- te sientes profundamente desgraciada.

Lidiar con la enfermedad propia resulta lo bastante penoso como para que ninguna enferma se ponga a animar a niñas y a adolescentes como si de un concurso de moda se tratase. Detrás de esas páginas se esconden una pandilla de criminales que buscan visitas. Y como tal han de ser tratados. Estas páginas hacen muchísimo daño a muchas niñas y adolescentes y los administradores deberían ser perseguidos, denunciados y puestos a disposición judicial por delitos contra la salud pública.  

La anorexia tiene cura, pero ojalá ninguna chica tenga que enfrentarse nunca a las redes de captación que son estas páginas.