A media tarde de la Diada —y por qué no— en el Moll de la Fusta donde trabajaba Salvat-Papasseit “fent foc d’estelles dins la gola del llop”, algunas sonrisas que habían empezado vacilantes iban ganando firmeza. Eran muchas las personas que se reconocían y se sentían más fuertes en la determinación de los otros, vinieran de donde vinieran, fueran quienes fueran y votaran lo que votaran. La manifestación del Onze de Setembre de este año ganaba cuerpo, llenaba las avenidas que bordean el mar hasta pararse donde hay trenes que llegan y un cuartel se convirtió en Parlamento. Banderas y esteladas, mezcladas con todos los colores del arcoíris, hacían resaltar, todavía más, el negro escogido como emblema de este año, con la estrella de cinco puntas y la cruz de Santa Eulàlia como bandera. Recordaba el tricentenario de la Guerra de Sucesión, el asedio de ciudades resistentes... Y se contraponía, de manera expresa, a cualquier bandera blanca de rendición. Mientras la Diada lucía la divisa de "ni olvido ni perdón", en la manifestación y parlamentos de la fiesta nacional de Catalunya, el grito acompañaba la propuesta.

Si alguien quería menospreciar a la ANC, ha fracasado. Si alguien quería hacer una demostración al Gobierno del adiestramiento esmerado y desmovilizador del activismo soberanista, ha visto como erraba el tiro. Dolors Feliu y Jordi Pesarrodona, presidenta y vicepresidente de la ANC, han aguantado en pie el desafío del conformismo y han resumido la propuesta de acción en cumplir el mandato del 1-O o volver a dar la voz al pueblo. No muy lejos de lo que también podía proponer Xavier Antich, cuando en el acto unitario organizado por Òmnium Cultural pedía "caras nuevas" a la política (y al activismo). En este sentido, seguían el hilo iniciado por Carme Forcadell cuando exigió, más que pedir, a Artur Mas, en la Diada del 2014: "President, ponga las urnas". Y Muriel Casals, con su eterna sonrisa, le apoyaba. Lo que para unos puede llegar a ser una lista cívica, desde una versión más suave se puede considerar como la necesaria savia nueva. En los dos casos, sin embargo, la sangre y el pensamiento que hacen falta se encuentran en el seno de nuestra sociedad, como dice Feliu. Y tendrían que representar, también, nuevos compromisos de coherencia, conciencia y credibilidad.

Ningún político ni ningún partido se tendría que creer en poder de cartas blancas de impunidad para no cumplir las promesas que los han llevado al escaño o al gobierno

Un político sirve de verdad cuando no cree que nadie, ni los partidos ni ninguno de sus dirigentes, disfrutan de una especie de monopolio para ser los únicos en hacer política. Ningún político ni ningún partido se tendría que creer en poder de cartas blancas de impunidad para no cumplir las promesas que los han llevado al escaño o al gobierno. Esta sería la mejor protección contra corruptos y corruptores... y la falta de transparencia. Un político, hoy por hoy, solamente puede servir a la gente —y no servirse de ella— cuando se toma seriamente que quizás la alternativa, como adelantaba Albano Dante Fachin, "es dejar de mentir". Y cuando se cree que la gente es suficiente mayor y tiene suficiente juicio para ser tratada como un conjunto de personas adultas, de ciudadanas con derechos, en las que, de hecho, cuando son nación —como es el caso— radica el poder.

Esta Diada ha sido, como tantas otras Diadas, un día de aciertos y de errores. El mayor error es el que, siguiendo pésimos consejos, se quiera hacer más escasa la movilización, cuando es precisamente la movilización lo que nos hace ser quienes somos y da sentido a la vida democrática. El acierto más necesario: dejar claro que el 1-O y el 3-O no son efemérides para dar volumen a catálogos de hemerotecas o voces de enciclopedias. La propuesta de soberanía plena sigue señalando el norte y todavía puede ser más plural, compartida y resoluta cuando celebremos el quinto aniversario de un Octubre nuestro, como las calles y las plazas.

La Diada ha sido de nuevo de reivindicación y firmeza. Y de su éxito todos y todas nos tenemos que sentir un poco partícipes. Y si hay juego, juguemos juego limpio, y en octubre hagámoslo todavía mejor. Como hoy se decía en el Moll de la Fusta, volvamos, para vencer.