¡Por fin hay un día en el calendario en el que tenemos derecho a estar tristes! Es un lunes de enero, el cielo está gris y hace frío: no falla. Con mi mejor amiga siempre decimos que el otoño nos pone de mal humor. Somos naturaleza y el cambio de hoja también nos descoloca. Es cierto que podríamos vivir en Miami todo el año, pero entonces, ¿qué gracia tendría la primavera? Cliff Arnall, psicólogo, utilizó un algoritmo que identificó el peor día del año: el tercer lunes de enero, el famosísimo Blue Monday.

¡Qué bien sienta poder estar oscurecida aunque no sea por una causa justificada! La dictadura de la felicidad nos lleva a ver siempre la copa medio llena, a pensar en lo que tenemos y no tenemos como quien deshoja una flor. La mente humana, sin embargo, tiende a concentrarse en los defectos y en lo que nos falta. Somos como los bebés. A veces solo lloramos porque estamos aburridos, otras, porque tenemos hambre o estamos cansados o, simplemente, porque la angustia, el miedo y la rabia tienen que salir de alguna manera para no explotar, aunque sea en forma de lágrimas grandes como un puño. Llorar de alegría o llorar de melancolía, al final, una lágrima es una lágrima, ya sea para verterla en un río de placer o, como dice el Drácula de Bram Stoker, en un "mar de tristeza y de dolor". Y que la lágrima de un niño sigue siendo una lágrima.

¿Falta de vitamina B? Puede ser. Los antidepresivos son los condones de las lágrimas y las pastillas para dormir, la nueva droga para desconectarse del mundo. Los especialistas dicen que debemos ir al origen del problema, pero como todas las cosas que verdaderamente valen la pena, requieren de un gran esfuerzo. Ir al psiquiatra es caro y no siempre tenemos el dinero, las ganas y el tiempo de hacer terapia y enmascaramos nuestra situación en banalidades. Un bolso de segundas rebajas no cura, pero ayuda. Es cierto que habría que ir a hacerse revisiones para evaluar los ánimos con la periodicidad con la que vamos al ginecólogo. Pero menospreciamos nuestra salud mental y todavía la colocamos en el grupo b de las enfermedades a curar: un cáncer da más miedo que una depresión. Soy la primera que no se esconde: un día me desperté sin ánimo y no me levanté de la cama en un mes, hipnotizada por el techo de la habitación.

La dictadura de la felicidad nos lleva a ver siempre la copa medio llena, a pensar en lo que tenemos y no tenemos

La compra compulsiva disimula, pero hay otras fórmulas de disimular la realidad. Una de mis favoritas es llenarme de obligaciones para no bajar el ritmo y que al final, aunque sea por educación (o para salir mejor en la foto), el trabajo me obligue a sonreír. Una vez ya has hecho el gesto facial, tu interior se ilumina. Y lo tengo comprobado: cuanto más me arreglo por fuera, es cuando peor estoy por dentro mientras busco la chispa para volver a encenderme.

Encontrarte una cana en el pelo púbico, tener que reordenar la casa, ver la cuenta corriente en números rojos, comprobar que los tejanos te aprietan o que te has quedado sin café... que se te congelen los lumbares, encontrarte a un ex justo cuando te has depilado el bigote con cera o que estés aburrido de la fruta de invierno... al fin y al cabo son tonterías que hacen que el día se vuelva un poco más amargo. Razones intrascendentes de una gran trascendencia que hacen del chocolate y el sexo las cosas dulces de la existencia. Envejecer también hace que quieras volver a la dulzura materna, como la Teresa Goday en Espejo roto, y por eso, a partir de Todos los Santos y según los rituales gastronómicos, es lícito tomar más azúcar que cuando hace buen tiempo. Es cuando el ciclo de las mujeres se alinea con el ciclo de la luna con un resultado liberador, un fenómeno que marida el cambio hormonal con el de la marea. En todas las culturas, no tan solo en la católica, se necesita luz para luchar contra los meses de oscuridad. Y un ejemplo son las fiestas: cuando las llenamos de luz no es por estética, sino por ética. Pura necesidad.

Se dice que gran parte de esta insatisfacción vital la tienen las redes. Compararte constantemente con lo que están haciendo los demás. Un esfuerzo tan inútil como competir con J Lo en la alfombra roja de los Globos de Oro. Una fantasía inspiradora y castradora a la vez. Los que estamos delante de la cámara no es porque siempre estemos alegres, contentos y maravillosos. Es porque es parte del trabajo. Hay un hecho incuestionable. Que lo que es malo siempre es más fácil de creer (y al final, el Blue Monday surgió como una campaña de publicidad), y es que se habla poco del día más feliz del año. Se trata del Yellow Day, el día más optimista, y es el 20 de junio. Por una divina casualidad, la fecha coincide en la première del verano, con el máximo de horas solares. Somos más animalillos de lo que creemos.