Ian Kershaw, el biógrafo más famoso de Hitler, acaba de sacar un libro nuevo que legitima a Franco y lo trata como una de las grandes figuras del siglo XX. Encontrarse a Franco en un libro que se titula Poder y personalidad parece que ha sorprendido al crítico del Wall Street Journal Tunku Varadarajan. Este señor, que es un liberal británico de ascendencia hindú aficionado al golf, cree que Franco no se merece estar junto a Churchill, Thatcher o Adenauer. Ni siquiera junto a Tito, Lenin o Stalin. 

A mí la elección de Kershaw no me ha sorprendido, y menos después de haber hojeado su libro anterior: The Glogal Age. Europe 1950-2017. Además tampoco me parece una elección del todo equivocada. Franco ha ganado la partida a sus opositores en todo lo que contaba para él, y me parece que todavía ganará unas cuantas más, incluso en Europa. En Londres París Barcelona ya expliqué que si Catalunya no era capaz de defender la autodeterminación, Madrid, París y Berlín acabarían articulando un eje autoritario para mirar de repartirse el dominio del continente. 

Los polacos se han vuelto a quedar solos porque los ingleses no pueden presionar Madrid a través de Barcelona, que se ha vuelto una ciudad residual, obediente y degradada. Por suerte, Polonia ha aprendido de su historia y hace tiempo que se prepara para defender su soberanía, con la ayuda de los americanos. Los ucranianos también han aprendido de su pasado. Por eso no se rindieron con las primeras bofetadas como habrían querido los alemanes y como hicieron nuestros políticos y, a continuación, nuestros periodistas, empresarios y escritores. 

Si Franco sale en el top 12 de figuras importantes del libro de Kershaw es porque los catalanes perdieron la paciencia, y para que no fuera dicho que no eran bastante patriotas y bastante antifascistas cayeron en la trampa de comprar cualquier cosa

Ucrania sabe que, si aguanta, los muertos que ponga ahora se los ahorrará después. En Catalunya preferimos ser el país que toma más ansiolíticos del mundo, con el permiso de Castilla. En Catalunya preferimos que nos ablanden despacio al baño maría, como se vio en la Feria de Frankfurt o como se ha visto en las jornadas sobre Joan Fuster y Josep Pla que se celebraron sábado en Palafrugell. El panorama es tan oscuro que Antoni Puigverd mira de seducir a los españoles reivindicando el imperio hispánico, como los catalanes de 1940 que intentaban respirar dentro de la dictadura franquista en el momento más incierto de Europa. 

De momento, la única herramienta democrática que queda a los catalanes que creyeron en la autodeterminación es la posibilidad de abstenerse en el próximo ciclo electoral. La abstención no ofrece ninguna solución mágica ni fácil, igual que no la ofrecía declarar la guerra a Francia y España en 1713. La abstención simplemente es una manera de ganar tiempo para mantener la cabeza fuera del agua y salvar algunas banderas para el futuro. Se trata de no empeorar las cosas y de no perder el tiempo con problemas que ahora mismo no tienen solución a la vista.

No es casualidad que los mismos propagandistas de los partidos que hicieron el 9-N y las elecciones plebiscitarias —dos tomaduras de pelo premeditadas, mucho más grandes que el 1 de octubre, que para ellos fue un accidente— insistan tanto que hay que ir votar. La política catalana está en manos de la generación que vivió la última época de la dictadura, que es la que tiene más interiorizado el franquismo y ha vivido mejor acostumbrada por las prebendas de la Transición. Vale más dejar que esta generación acabe su ciclo obedeciendo a los españoles, que es lo único que ha sabido hacer bien. 

Los que dicen que tienen miedo de que el unionismo gane representación política, de lo que tienen miedo, me parece, es de perder las ventajas que les daba la comedia autonómica. Nada más ver cómo algunas de las figuras que legitimaron las mentiras del procés mezclan el moralismo del sacerdote con el cinismo del proxeneta ya se ve que el crecimiento artificial del unionismo no es lo peor que puede pasarle al país. En los momentos difíciles necesitas separar muy bien el grano de la paja, y hay demasiados patriotas colocados en lugares importantes que hace años que no piensan y no trabajan para poder articular una política. 

Si no os gusta el PSC o Vox y estáis muy desesperados, siempre podéis votar a ERC, que son más nuestros, pero eso sí, haciéndoos las mínimas ilusiones posibles, para decirlo con la retórica de Josep Pla que tanto gustaba utilizar a la vieja sociovergencia. No os dejéis robar la dentadura de oro por la vanidad de tener a un caradura que os recuerde a vosotros, en las instituciones degradadas de Vichy. Tarde o temprano, las máscaras caerán y la oleada autoritaria pasará. Las ideas creativas salen de la necesidad de dar un sentido al vacío. Es por eso que quien resiste un día más, al final gana.

Si Franco sale en el top 12 de figuras importantes del libro de Kershaw es porque los catalanes perdieron la paciencia, y para que no fuera dicho que no eran bastante patriotas y bastante antifascistas cayeron en la trampa de comprar cualquier cosa. Precisamente porque no todo está perdido, no hay nada más nihilista que votar a los viejos partidos de la tomadura de pelo; aunque Agustí Colomines y sus amigos digan todo lo contrario.