A menos de 48 horas del inicio oficial de la campaña del 20D, Catalunya continúa con un presidente de la Generalitat en funciones, Artur Mas (candidato de JxSí, 1,6 millones de votos el 27S) porque la CUP (330.000 votos el 27S), la fuerza que parte y reparte en el Parlament, no tiene candidato pero ha hecho saber que aceptará cualquiera que le proponga la fuerza ganadora (62 diputados contra 10) siempre que no sea el que le propone. O sea, el citado Mas. Ayer lo ratificó el otro gran actor del sacramental, el socio republicano de JxSí Oriol Junqueras: el candidato es Mas.

Mirándolo bien, la CUP hace un gesto de magnanimidad sin precedentes cuando propone a JxSí que proponga cualquier candidato salvo Mas. Un gesto combinado con otros gestos de tanta coherencia revolucionaria como dejar a JxSí en minoría en el Parlament, hacerle perder un senador, y regalárselo al PP. O de tanta solvencia democrática como transmutar en victoria lo que es un clara derrota en el plebiscito interno Mas sí/ Mas no, disfrazada con cuatro opciones de voto posible: 823 no a Mas, 574 nuevas elecciones, 434 sí a Mas, 139 esperar al desenlace de las elecciones españolas, aunque se podía repetir el voto tantas veces como viniera en gana. No se trata de democracia de las emociones, las cuales en todo caso forman parte de la racionalidad, como demostró Antonio Damasio e intuyó Baruch Spinoza. Lo que asistimos es a la emergencia de la democracia de bufet o barra libre (versión cupaire).

También los ciudadanos de Cuenca o de Santander participarán en el plebiscito Masí sí-Mas no por el mismo precio. Gracias a la CUP, toda España se pronunciará sobre a quién debe investir presidente el Parlament de Catalunya
Ayer, para remachar el clavo –y la cabeza- la CUP puso fecha para el final (se supone) del suplicio: el 27 de diciembre, en magna asamblea general, esta sí, decisoria, decidirán. Ante el ultimátum, Mas debe sentirse como aquellos cristianos en la arena del Coliseo, esperando a que César alce o baje el pulgar. Hasta entonces, asegura la CUP, se seguirá negociando, en un nuevo gesto de magnanimidad. Ergo todavía estamos a tiempo, a tiempo para que JxSí se trague a su candidato –premisa única de la negociación- y proponga uno nuevo.

Al día siguiente de Sant Esteve hará una semana que los españoles y las españolas habrán decidido si Mariano Rajoy o Pedro Sánchez o Albert Rivera o Pablo Iglesias. La CUP no se presenta a las Elecciones a Cortes Generales (del Reino) –y tiene todo el derecho, faltaría más-, pero condiciona el futuro político inmediato de Cataluña a lo que pase en esos comicios. Así que también los ciudadanos de Cuenca o de Santander participarán en el plebiscito Mas sí-Mas no por el mismo precio. Gracias a la CUP, toda España se pronunciará sobre a quién debe investir presidente el Parlament de Catalunya.

El lector habrá reparado en que el wait and see ante el 20D fue la opción con menos apoyo en la asamblea de la CUP en Manresa: 139 votos. Cosas de la democracia de barra libre -o de bufet- (versión cupaire): los últimos serán los primeros y los caminos de la lógica-CUP son tan inescrutables como los designios del Altísimo o la lógica fuzzy.