El jueves la carta del presidente del Gobierno nos sorprendía a todos. Por muchas y variadas razones. Pero, fundamentalmente, porque jamás hasta ahora ningún responsable de ese nivel anunciaba algo semejante: que se retiraba cinco días a pensar sobre su posible dimisión. Y supuestamente, porque se había admitido a trámite una denuncia contra su mujer, basada en recortes de prensa que, según él, carece de un ápice de veracidad. Son muchas las cuestiones que nos invita a valorar este momento, este fin de semana anodino que nos ha impuesto Sánchez. Porque ni dimite ni deja de dimitir. Porque nos cuenta lo enamorado que está de su mujer, que me parece fenomenal, pero tampoco me interesa, y que riega de incoherencias un mensaje que, casi con toda seguridad, esconde algo de más calado. Voy por partes. 

Un juzgado admite una denuncia que se fundamenta en recortes de prensa. Es extraño porque la propia jurisprudencia, regida por el Supremo, ha establecido en España que esto debería ser inadmisible, por lo que no termino de comprender a qué están jugando algunos jueces en este asunto. En segundo lugar porque tampoco se entiende que, estando tan seguro el presidente de que los motivos de la denuncia son inexistentes, llegue a suponerle tanto problema. Es decir: que si confía en la justicia, que es lo que dijo desde su atril del Congreso, tendría que haber dejado pasar esto de largo y confiar en que todo quedaría en su lugar. Es evidentemente exagerada la reacción. 

Resulta también chocante que se esté poniendo "de moda" el utilizar a las parejas de los políticos para tratar de atacarles. Me da igual quién sea, de qué partido sea y de lo que se trate el asunto: uno es responsable de sus actos, y cuando se demuestre la culpabilidad, se zanjará el tema. No antes, ni mucho menos tratando de salpicar por supuestos hechos de terceros. No se entiende la carta, que amaga pero no deja nada claro. Como tampoco se entiende la cara de verdadera angustia, casi de pánico, que ha mostrado el presidente públicamente. En ese rostro, en esa mirada, donde se mezclaba la ira, el miedo, podíamos ver algo mucho más alarmante que el presunto asunto de Begoña. 

El amago, la amenaza y la reacción extraña del PSOE para demostrar apoyo al presidente. ¿Qué apoyo hay que mostrar al presidente, exactamente? ¿Qué nos estamos perdiendo? Una vez más tengo la sensación de que la manipulación funciona. Cada vez menos, pero sigue arrastrando a personas bien intencionadas que acuden a la calle, sin plantearse que lo que están haciendo carece absolutamente de sentido. En definitiva: estamos viendo un circo sin sentido, que da la sensación de estar queriendo enviar un mensaje a alguien que, sin duda, no somos los ciudadanos. Y cuando falta información y falta transparencia, cualquier cosa es imaginable, cualquier teoría puede acomodarse en nuestras mentes. Y dudo que eso sea positivo, ni sano para una sociedad cada vez menos crítica y menos democrática. 

La situación en la que estamos evidencia el enorme problema que tenemos en España: está tocado el sistema judicial, la prensa, la política, el respeto institucional, y la población no espera ya absolutamente nada

En el seno del PSOE nadie entiende absolutamente nada. Y fuera tampoco. Cada cual intenta aprovecharlo como buenamente puede, y resulta todo demasiado absurdo y sin sentido. Sánchez ha vivido presiones, amenazas y situaciones infinitamente más duras que la denuncia contra Begoña. Y las ha ido ventilando con una sonrisa y un talante impresionante (no lo califico ni como bueno ni como malo). Y ahora, parece querer dar la imagen de un supuesto derrumbe porque "es un hombre enamorado". ¿Qué tendrá que ver el enamoramiento en todo esto? ¿Su mujer no puede ser denunciada si hubiera podido incurrir en alguna irregularidad, presuntamente? ¿Qué mensaje se nos está queriendo dar? Digo yo que cuando alguien cree en la justicia, en el sistema de derecho (no se olviden de que estamos hablando del presidente del Gobierno y del partido al que pertenece), se podría estar dando la impresión de no confiar en el sistema. 

Dicen algunas malas lenguas que Sánchez podría sentirse amenazado por un supuesto chantaje. Dicen otras que es él quien quiere utilizar este episodio para chantajear a otros (los catalanes, por ejemplo) para asustarles con una posible dimisión y paralización de la actividad parlamentaria, bloqueando así la aprobación de la ley de amnistía.  Podría ser. Cualquiera de las opciones resulta más creíble que la que él ha señalado en la carta. Tampoco se entiende el anuncio público de este amago, porque bien podría haberse tomado sus cinco días de reflexión sin tener que dar mayor explicación. Pero resulta evidente que lo que se quería era generar un efecto: un respaldo, una imagen para alguien. No queda muy claro para quién. 

La prensa internacional se ha hecho eco, ampliando un asunto que habría pasado desapercibido, y escribiendo en titulares "corrupción" y "Begoña", generando así un "efecto Streisand" que no termino de entender. Pero también he visto algún titular donde hablaban de Sánchez como "la estrella de la socialdemocracia europea", por lo que alguien podría estar generando un perfil hacia un objetivo que todavía no somos capaces de ver. 

Hay quinielas sobre lo que anunciará Pedro el próximo lunes. Unos dicen que dimitirá, otros, que se quedará. Tienen las mismas posibilidades de acertar ambos. La situación me parece tremendamente absurda y sobre todo, irresponsable. Después de adelantar las elecciones el pasado verano, salir ahora con esto me parece que son actitudes que quedan muy lejos de un dirigente responsable, demócrata y, sobre todo, que tenga respeto por la ciudadanía a la que representa. Y en esto creo que no hay argumento contrario: este golpe de efecto rompe absolutamente con la estabilidad que un presidente de gobierno debe garantizar. La falta de transparencia y mantener a un país en la niebla durante cinco días (¿por qué cinco, por qué no un mes, o dos o tres?) me parece absolutamente reprochable. Sienta un precedente peligroso y desde luego, una pregunta: ¿dónde están los límites del decoro y la responsabilidad para con la ciudadanía que se representa?

La situación en la que estamos este fin de semana evidencia el enorme problema que tenemos en España (no creo que sea el único lugar, por cierto): está tocado el sistema judicial, la prensa, la política, el respeto institucional, y la población no espera ya absolutamente nada. La desconfianza, la desconexión y la falta de interés son el caldo de cultivo excelente para que esta rueda siga cayendo cuesta abajo. ¿Tenemos mimbres para cambiar la situación? Mucho me temo que no. A nadie le apetece arriesgarse. A nadie le merece la pena, porque cuando una persona honesta, con ganas, se acerca a la política, sale escaldada. Veo absolutamente imposible una regeneración ética. Y lo lamento porque nos afecta a todos. 

Yo no hago apuestas ni participo en quinielas. Porque si algo me ha demostrado Sánchez, es que ante la adversidad siempre sale más reforzado, y siempre cae de pie; cuando dice una cosa y la contraria, cuando promete e incumple; cuando está y cuando desaparece. Precisamente por eso, estoy convencida, está donde está. Y ni siquiera el lunes, pase lo que pase, entenderemos nada.  Algo tengo claro: a Pedro sí le merece la pena, sea lo que sea que está pasando realmente y se esconda en esa carta.