Sí, este sábado vuelve a tocar y la madrugada del domingo a las 3 volverán a ser las 2, como cada año y con los mismos efectos de borrachera diurna también de cada año. Efectos, que a pesar de poder mezclarse, por proximidad, con las consecuencias de las celebraciones de la castañada y/o Halloween, no pasan ya desapercibidos, por molestos, a cada vez más ciudadanos y ciudadanas.

El cambio de hora no nos va bien, no es bueno para el cuerpo y arrastramos la resaca de la supuesta hora más que dormimos esta noche varios días; por tanto, en resumidas cuentas, ganancia no hay. Tenemos muchos estudios científicos, nacionales e internacionales, que demuestran que las consecuencias negativas —incluida la pérdida de vidas humanas—, superan con creces las positivas; pero seguimos con la inercia de una costumbre sobrevenida que los y las políticas de turno se resisten a tirar atrás.

En 2019 lo teníamos a tocar y la pandemia dejó suspendida—que ya se ha convertido en un retroceso—, una decisión del Parlamento Europeo de eliminar los cambios de hora en 2021 y, por lo tanto, dejar de vivir la mitad del año —sin necesidad de moverte de casa—, en un horario diferente del de la otra mitad. Es que basta con ponerlo en una frase para ver la magnitud de la tontería, porque incluso cuando tal vez las medidas energéticas eran —y hablamos de los años 70 del siglo pasado— una ganancia, ya bailaba en el resultado de la ecuación el tema de la salud.

No hay ahora mismo —a pesar del desastre energético en el que estamos sumergidos—, peligro que sea este factor el que decante la balanza para el mantenimiento de la norma, es sencillamente la inercia inoperante en la que estamos establecidos lo que la hace persistir.

En España, el decreto dice que, cuando menos, hasta el 2026. La pandemia ha sido solo una excusa, de hecho era el mejor momento para continuar con la iniciativa dada la situación o situaciones —no fue lo mismo en todos los países—, de excepcionalidad que se vivió; no es necesario, sin embargo, mirar atrás.

Este cambio del día 30 de octubre de 2022 tendría que ser nuestro último cambio de hora con respecto al turno invierno/verano y al mismo tiempo marcar el camino para acercarnos al horario solar, que es el que nos permite sostener mejor nuestra vida, tanto desde el punto de vista biológico como social; aunque este último aspecto es el que más nos puede costar ver. La propuesta de un buen grupo de expertos y expertas, de los y de las más importantes en este campo, va por aquí y solo queda que se lleve a cabo la iniciativa política que ya estaba arrancada en la Unión Europea.

Hagan por favor alguna cosa útil, alguna cosa que en vez de complicarnos la vida nos la haga más fácil. ¡Sería un gran detalle!