Este domingo, víspera del 23 de abril, le he visto la cara a cuatro miembros del CDR del municipio donde vivo. Son cuatro mujeres esplendorosas que venden lacitos y rosas amarillas en una parada en la plaza del pueblo, y no he podido evitar pensar en Ernest Lluch y el penúltimo comunicado de ETA donde, junto a su disolución, la organización armada vasca pide perdón a una parte de sus víctimas. ¿Incluyen a Lluch, a quien asesinaron por reclamar diálogo sin condiciones cuando la organización terrorista vasca ejecutaba una de sus más mortíferas ofensivas?

Estoy en Vilassar de Mar, el pueblo donde nació el economista y político socialista asesinado el año 2000 de dos tiros en la cabeza y no puedo evitar pensar en la infamia de comparar a las vecinas de Lluch que se han apuntado al CDR local con sus verdugos etarras. Con aquellos encapuchados. A falta de ETA, el enemigo del Estado es ahora el independentismo catalán, proclama, sin que se le caiga la cara de vergüenza, el portavoz del PP Rafael Hernando. A Pedro Sànchez, el triste secretario general del PSOE, la jefatura del 155 le ha enviado a decir más o menos lo  mismo a Alemania, en pleno congreso del SPD. Aún escuece que la ministra de Justicia, socialdemócrata, avalara la decisión del tribunal de Schleswig-Holstein de dejar en libertad Carles Puigdemont.

Se acumulan las evidencias: el Estado español está perdiendo la batalla de la criminalización internacional del movimiento independentista catalán. La equiparación del independentismo catalán con ETA, pasando por encima de la memoria de las víctimas y de la más mínima decencia política e intelectual, es la penúltima fase de la estrategia con que el Estado ha pretendido apuntalar las acusaciones de rebelión ante la justicia y la opinión europea y global. Así que la acusación de rebelión -que implica violencia aquí y en la China Popular- se ha tambaleado, todos los aparatos del Estado se han movilizar para construir la imagen que los CDR son el embrión de la "nueva ETA". Y está dentro de este mismo cuadro que, en  la final de la Copa del Rey en el Wanda Metropolitano entre el Barça y la Sevilla la policía haya confiscado incluso camisetas y bufandas amarillas a los aficionados blaugrana, y que le quitara los silbatos a los niños, en aplicación de la ley antiviolencia en el deporte, que es como aplicar la ley antiterrorista.

Se acumulan las evidencias: el Estado español está perdiendo la batalla de la criminalización internacional del movimiento independentista catalán

En la España del 155, la libertad de expresión, si hace falta, se hace limitar con el terrorismo. Todos los autoritarismos aplican el mismo mecanismo de cínica inversión de la realidad: en el caso que nos ocupa, las víctimas, ya sean las de la represión policial del 1-O o los políticos presos y a la fuerza exiliados, son presentadas como verdugos por los dispositivos políticos, judiciales, policiales y mediáticos del Estado. De esta manera se han justificado y legalizado encarcelamientos, condenas y, en el extremo, como la historia nos enseña, soluciones mucho peores. En vísperas de Sant Jordi, el 155 ha destituido a dos altos cargos de la Generalitat de Sáenz de Santamaría i Millo, la Generalitat vergonzosamente intervenida, Agustí Colominas y Marina Falcó, el primero de los cuales fue previamente señalado por el jefe de la sucursal local del PP. Según parece, ser miembro de la Generalitat del 155 implica renunciar a las propias ideas. En caso contrario, te purgan, como si -de repente- hubiéramos retrocedido al año 40.

Pero aún hay mucho por ver. La inflexión de los últimos días es que el mismo mecanismo -señalar el discrepante, el sospechoso, el potencial traidor, el enemigo interno...- se utiliza con los propios correligionarios. La indisimulada persecución de que está siendo objeto el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, por haber roto el guion del juez Pablo Llarena sobre la malversación de fondos en el referéndum lo pone de manifiesto y revela hasta qué punto el régimen del 155 está haciendo aguas. Montoro y sus técnicos, responsables de fiscalizar al milímetro todas las partidas de gastos de la Generalitat desde mucho antes del 1-O, son señalados como los posibles culpables de que también quede en papel mojado la acusación de malversación contra Puigdemont. ¿Está jugando Montoro a favor del independentismo (como la justicia alemana), por acción u omisión? En el afán persecutorio de toda disidencia, la España del 155 acabará acusándose de rebelión a si misma.

En el afán persecutorio de toda disidencia, la España del 155 acabará acusándose de rebelión a si misma

Sant Jordi del 155. La pregunta es: ¿ha vencido la araña -el monstruo- al caballero? ¿Es este el final alternativo de la leyenda? Faltan tres Jordis: Sànchez, Cuixart y Turull. Y el resto de políticos encarcelados y exiliados. Cualquier demócrata honesto tendría que hacer el ejercicio de preguntarse como es posible que la vicepresidenta Sáenz de Santamaría participe este 23 de abril en un acto de Sociedad Civil Catalana en Barcelona y los tres Jordis tengan que celebrar su onomástica en Soto del Real y Estremera. Seguramente, en un día y ente unos tiempos como los presentes, personas como Ernest Lluch, que se jugaron la vida por el diálogo y el respeto al discrepante, nos recetarían a todos unos cuantos libros. Atreverse con un libro implica siempre ponerse en la piel y las razones del otro. Libros y rosas, por supuesto. ¿Rojas? ¿Amarillas? Que cada uno escoja, de acuerdo con su conciencia. Feliz Diada.