Ya sé que el presidente exiliado le ha dicho lo contrario a Vicent Sanchis: es decir, que sí que quiere que haya nuevo Govern antes del próximo 22 de mayo, cuando se agota el plazo para la investidura. Pero si se lee con lues largas el mensaje de Carles Puigdemont en la entrevista de TV3 en Berlín, me da la impresión que lo que ha dicho es que no quiere hacer cualquier gobierno, sino el gobierno Puigdemont, con independencia de quien lo presida. El gobierno "efectivo" es el suyo, el que él ha de poder estar en condiciones de dirigir y no ningún otro.

El matiz creo que es clave en unos momentos cruciales en los cuales nada es descartable. Aunque parezca una obviedad, lo primero que hace falta para que se pueda formar un nuevo gobierno es que haya presidente que lo nombre. Y eso no se resuelve simplemente con la investidura de un presidente... dado que ya hay "presidente". Puigdemont se considera como tal, a pesar del cese vía 155, porque no es el Parlament de Catalunya quien lo ha destituído; sino al contrario, le ha reconocido la legitimidad para reclamarse de esa condición.

He ahí por qué Puigdemont tanto deja la puerta abierta al denominado "plan D", es decir, a encontrar a un nuevo candidato que pueda ser investido dentro del estrecho margen que permite la interpretación de la "ley" que hace el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena... como un retorno al "plan A", o sea, a un nuevo intento que sea investido él mismo. Por eso, el líder de Junts per Catalunya ha aludido a la reforma de la ley de Presidència -que le permitiría una investidura a distancia, aunque difícilmente lo aceptarán el TC y el Supremo... Y por eso ha descartado de plano que él y el conseller de ERC exiliado Toni Comín tengan que renunciar a los escaños ganados el 21-D ante el eventual veto de la CUP a otro candidato distinto del propio Puigdemont.

Puigdemont ha salido políticamente vivo de las prisiones de Merkel y no quiere morir ahora a manos de un presidente o presidenta investido con permiso del juez Llarena 

Puigdemont no quiere un Govern "arrodillado", es decir, el gobierno que quiere al juez Llarena y que podría imponer si la mayoría independentista se acomoda. Si cede la posición. Es una guerra de desgaste y Puigdemont sabe que el mínimo retroceso puede ser letal. Por eso se ha mostrado de acuerdo con la decisión de la republicana Marta Rovira de seguir el camino del exilio y, en cambio, el entrevistador casi ha tenido que sacar los fórceps para que hablara de Oriol Junqueras. A quien, esde luego, le mantiene la plaza de vicepresident "legítimo".

Y es cierto que el presidente exiliado se compromete a buscar las fórmulas para que no haya elecciones -es decir, para que se invista a un candidato del plan D. Pide tiempo. Y confianza. Pero tampoco las descarta, porque no hay garantías que la justicia española no vete al próximo candidato que pueda presentar JxCat y ERC como lo ha vetado a él mismo, a Jordi Sànchez (dos veces) y a Jordi Turull. ¿Alguien puede asegurar lo contrario?

Puigdemont ha salido políticamente vive de las prisiones de Merkel y no quiere morir ahora a manos de un presidente o presidenta investido en Barcelona con permiso del juez Llarena. El magistrado del Supremo es el brazo ejecutor de la estrategia de eso que algunos denominan el "deep state", el Estado español profundo. Las estructuras que garantizan la continuidad y el funcionamiento último desde hace siglos. Puigdemont lo ha dejado caer en la entrevista: la "solución" si puede haberla, no vendrá del gobierno de Rajoy porque lo que ha sucedido los últimos seis meses -los mismos que hace que Jordi Sànchez y Jordi Cuixart están en la prisión- va mucho más allá del papel de la Moncloa. La "solución", si puede haberla, vendrá de ese "estado profundo" que Puigdemont tiene perfectamente identificado y al frente del cual sitúa al Rey, la judicatura, las grandes empresas y los grandes medios de comunicación españoles -y catalanes-. Y el Ejército. "Sería la primera vez en la historia de España que el Ejército no interviene", ironizó. Puigdemont quiere sentar en la mesa de negociación al estado profundo. Sabe que si no se sale con la suya, todo será ceder.