“¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria”.

La frase pertenece al discurso fundacional de Falange Española pronunciado en el Teatro de la Comedia de Madrid por José Antonio Primo de Rivera el 29 de octubre de 1933. El contexto es conocido. Venían tiempo de plomo. En Catalunya, en España, en Europa. Tiempos violentos.

Cuarenta años después, a finales de los setenta y los primeros ochenta, una época también bastante violenta en Catalunya, España y Europa -el mito de la Transición pacífica hace tiempo que ha sido desmontado- se dio un cierto retorno de la dialéctica joseantoniana. Los cachorros de Fuerza Nueva y otros grupos neofranquistas, mocasines y cazadora pija azul marino, gafas oscuras y pegatina de la bandera de España con el aguilucho en la correa del reloj, aquellos Casio que ahora son tan vintage, mantenían la tensión en la calle. A menudo, marcaban territorio: "Zona Nacional", pintaban en la entrada de pueblos y ciudades. "20-N", la fecha de la muerte de Franco y José Antonio, garabateaban en las paredes de los barrios. También recuerdo cómo entraron, pistola en mano (nunca sabré si cargada o no), en una fiesta de adolescentes en el patio de una casa particular en Mataró porque el organizador era independentista, y tenía colgada una estelada, la primera que recuerdo haber visto, en la sala que hacía de discoteca. De golpe, el tocadiscos dejó de girar -debía sonar Message in a Bottle de The Police o Tainted Love de Soft Cell-. Salimos de allí pies para qué os quiero un amigo y yo, teníamos 14 años. Era 1982. Poco tiempo después descubrí con horror que uno de aquellos imitadores de Tejero vivía en mi barrio.

Poco tiempo después descubrí con horror que uno de aquellos imitadores de Tejero vivía en mi barrio

Ya me perdonarán pero es imposible que no te vengan a la memoria ciertos discursos y ciertas imágenes, casi 40 años después, cuando ves a Albert Rivera arrancando lazos amarillos ante las cámaras de televisión. O cuándo la también diputada de Cs Lorena Roldán insulta a los diputados del Parlament de Catalunya que están en la prisión hablando de trato de "privilegio" en Lledoners. O cuando el diputado Jorge Wagensberg denuncia, y certifican otros miembros de la Cámara catalana, que Carlos Carrizosa lo acaba de amenazar en pleno Parlament de Catalunya. Como aquel fanfarrón de la mía y tantas infancias en el patio de la escuela, o de camino hacia casa: "Sube para arriba, nos vemos fuera". Y un ambiente de surrealismo trágico. Aún no hacía 24 horas que había trascendido el grotesco caso del francotirador ultra de Terrassa que pretendía atentar contra Pedro Sánchez porque ha aprobado la exhumación de los despojos del dictador del mausoleo fascista del Valle de los Caídos.

Rivera, Abascal, Casado... los neofalangistas de la Catalunya y la España del 2018 actúan como siniestros animadores del teatro que han construido los grandes poderes para enmarcar el juicio (sumarísimo) al procés. La losa de la historia le pesa como un muerto a un Estado que permite ejercer la acusación particular al juicio del 1-O a un partido, Vox, dirigido por un señor que va armado con pistola por la vida. Como un golpista cualquiera de los no tan felices ochentas.

No es el independentismo quien tiene un problema con la violencia ni con la historia, a poco que se observe el paisaje 

La indecencia todavía va por barrios. No es el independentismo quien tiene un problema con la violencia ni con la historia, a poco que se observe el paisaje y por más posverdades judiciales que se fabriquen para legitimar lo ilegitimable. Lo cual es una buena noticia para cualquier demócrata y persona de buena fe. Ahora que tanto se habla de rehacer puentes y recoser consensos internos se me ocurre que esta es una buena base para ampliar la base, valga la redundancia. Los de la dialéctica de Carrizosa, naturalmente, están excluidos, de la fiesta.