La guerra indigna, revuelve la cabeza y el estómago; los muertos, la destrucción, horrorizan al humano pero seguramente, tristemente, lo constituyen. Tanto como los discursos y las relaciones de poder-saber, por decirlo con Foucault. Estamos en un tiempo de huida de aquello que hemos llamado "humano". Posthumanismos filosóficos y tecnológicos (transhumanismos) diversos pretenden abolir con chips en el cerebro y abrazos a los árboles y las piedras la dimensión conflictiva de lo que somos. Pero mucho me temo que seguiremos siendo humanos, demasiado humanos, y seguiremos sin afrontarlo porque nos es más cómodo refugiarnos en el discurso, la ideología, el relato de cada uno e incluso la certeza de otro lunes de mierda en los trenes de la Renfe que coger el toro por los cuernos y mirarlo a los ojos.

La guerra entre Israel y Hamás, el enésimo retorno de la historia que no acabó en 1989, el eterno penúltimo capítulo del conflicto entre judíos y árabes, entre israelíes y palestinos, que son y no son exactamente lo mismo, indigna. Me revuelven la cabeza y el estómago las historias de las víctimas y su entorno, sus vidas. No soy neutral, cuando lo digo y lo escribo, y lo admito sin problema. No soy neutral ante el asesinato en masa de los jóvenes que bailaban en una rave por la paz a manos de macabros parapentistas de Hamás y no soy neutral ante las columnas de civiles palestinos que huyen de la venganza de estado israelí que no quiere dejar piedra sobre piedra hacia un sur cerrado hasta el momento a cal y canto.

Tampoco soy neutral ante los que pretenden convertir a los palestinos de la Gaza del 2023 en los judíos del Auschwitz de 1945. Tampoco soy neutral ante los que pretenden justificar la desastrosa política de los gobiernos israelíes de los últimos 20 años con los palestinos con la vergüenza y el horror del Holocausto, la Shoah, como bula universal para cualquier cosa. Tampoco soy neutral ante las cifras de la muerte y de los exilios forzosos, de los diversos éxodos que siempre han acompañado este conflicto, desde la bíblica huida de Egipto de los judíos de Moisés hasta la actual riada de palestinos que dejan el norte de Gaza, una de las ciudades más antiguas del mundo, ante la contraofensiva israelí contra el terrorismo islamista de Hamás.

No soy neutral ante los que pretenden convertir a los palestinos de la Gaza del 2023 en los judíos del Auschwitz de 1945 ni con los que pretenden justificar con el horror del Holocausto la desastrosa política israelí con los palestinos

Y así, 6 millones de judíos (y gitanos, y gente de izquierdas, entre los cuales republicanos catalanes y españoles, y soldados soviéticos y personas con discapacidades) fueron exterminados en Europa, en los campos nazis, en aquellas fábricas de producción de cadáveres que funcionaban día y noche al ritmo y la cadencia casi automática de las cadenas fordistas de montaje de automóviles. Y así, 900.000 judíos se tuvieron que ir de los países musulmanes del Norte de África, del Oriente Medio y de Asia, especialmente en 1948 -expulsiones en el contexto de la primera guerra araboisraelí a raíz de la creación del estado de Israel- y hasta 1980 -revolución chií en Irán-. En Marrakech, todos los guías proponen al turista visitar el barrio judío pero no explican que de los 250.000 judíos que había en todo Marruecos en 1.948 se estima que en 2019 quedaban 2.100. Lo mismo pasa en el barrio copto de El Cairo, donde hay una sinagoga al lado de iglesias antiquísimas como la de san Sergio y Baco, construida donde según la tradición se refugió a la Sagrada Familia huyendo de Herodes, pero viven allí cero judíos. En todo Egipto quedan un centenar de los 75.000 que como mínimo residían en 1948.

El grueso de este éxodo hebreo poco conocido se produjo, como he dicho antes, en el contexto de la primera guerra araboisraelí, en la que los países árabes combatieron contra el naciente Estado de Israel "en defensa" de los palestinos. También entonces, 750.000 palestinos fueron expulsados por el incipiente ejército israelí de una parte de los pueblos donde habían vivido bajo el dominio otomano y el mandato británico de Palestina, en un proceso que los árabes denominan Naqba ("Catástrofe" o "Desastre"). Muchos de aquellos refugiados palestinos se establecieron en Cisjordania y Gaza, territorios que, después de ser administrados durante cerca de 20 años por Jordania y Egipto de acuerdo con el plan de partición de la ONU en dos estados -nunca respetado por ninguna de las dos partes-, fueron ocupados por Israel en 1967 en la Guerra de los Seis Días. De nuevo, como consecuencia del ataque combinado de los ejércitos de Egipto, Siria, Jordania e Irak, la respuesta de los israelíes produjo un nuevo éxodo palestino, conocido como la Naksa ("Revés") que desplazó entre 280.000 y 325.000 palestinos, unos 145.000 de los cuales ya refugiados de la guerra de 1948.

Y no soy neutral, en fin, ante el hecho de que los palestinos de Yasser Arafat, en el momento álgido de las muy prometedoras conversaciones de paz de los años 90 y hasta la primera Intifada, en el 2.000, no aceptaron los dos estados porque suponía reconocer a Israel y la división en dos partes de la Palestina británica. Y no soy neutral ante el hecho de que Israel nunca ha aceptado el retorno de los palestinos exiliados en 1948 y en 1967 y la recuperación de sus casas y propiedades. En esas coordenadas,Yitzhak Rabin, el primer ministro que avaló los acuerdos de paz de Oslo, fue asesinado por un fanático ultra-religioso judío en 1995.

Pero no acepto lecciones de un bombero voluntario y técnico especialista de control central en Bombers de la Generalitat -así se indentifica en Twitter (ahora X)- que, el otro día, ante un tuit mío en el cual le preguntaba de qué genocidio hablaba cuando se refería a los palestinos, me respondió: "Este es el problema que tenéis. Solo asociáis la palabra genocidio al holocausto de la segunda guerra mundial. ¡Y si (sic) fue un genocidio! Al igual que está haciendo el estado de israel con el pueblo palestino desde hace décadas. Dile genocidio, matanza o como quieras. Fin de la conversación". Horas después le repliqué, enojado: "Ninguna intención de continuarla. Me ha quedado claro quién tiene el problema y quiénes tenéis las soluciones (finales)".

Israelíes y palestinos no han sido capaces de darse un nuevo comienzo en forma de un estado compartido o dos estados consorciados, sobre el mismo territorio, con fronteras mínimas; con todo lo porosos que tienen que ser los límites entre grupos, naciones y personas obligadas a respetarse aunque sea por razones prácticas, utilitaristas, es decir, por el mero criterio de alcanzar el máximo bien o bienestar posible para la máxima cantidad de gente. Este suele ser el fundamento de las sociedades más o menos viables -no digo que perfectas- o, cuando menos, dispuestas a gestionar sus conflictos con la línea roja de la integridad del otro -eso que concretamos en derechos, empezando por el derecho a la vida digna- como imperativo categórico. Un amigo me invita por whatsap a leer un escrito suyo sobre el conflicto: "A ver si estás una pizca de acuerdo, sionista mío". Y antes de hacerlo, le respondo: "Yo quiero un estado para los dos o dos estados, pero sin árabes "sionistas" imposible". Ahora añadiré aquí: "Y sin judíos "palestinos" tampoco". ("80% de acuerdo con tu artículo", le he contestado finalmente después de leerlo)

Faltan bomberos y sobran pirómanos en estos tiempos de muerte y destrucción a distancia twittera (ahora x-era) y conciencias tranquilas en el presunto sofá correcto de la historia

En el 2001, cuando el ataque de Osama Bin Laden a las Torres Gemelas y el Pentágono que cambió nuestras vidas para siempre, los heroicos bomberos de Nueva York se convirtieron en un mito. En medio de todos aquellos escombros espantosos, y de todas las dudas y las inevitables preguntas que nos asaltaban y quizás nunca aclararemos, había alguien para salvar, o consolar a las víctimas -2.977 personas perdieron la vida en los atentados yihadistas del 11-S-. Me pregunto por qué ahora, ante la escalada bélica en nuestro Israel, en nuestra Palestina, territorios vecinos del mar que compartimos desde Algeciras hasta Estambul, no veo a los bomberos por ningún sitio. ¿Dónde están los países árabes y los "amigos" de los palestinos pidiendo a Hamás que libere a los rehenes israelíes, que entregue los cuerpos de los asesinados a sus familias? ¿Dónde están los países occidentales y los "amigos" de los judíos reclamándoles que protejan las masas de civiles palestinos inocentes de su fuego contra los terroristas? Faltan bomberos y sobran pirómanos en estos tiempos de muerte y destrucción a distancia twittera (ahora x-era) y conciencias tranquilas en el presunto sofá correcto de la historia.