Habría tantas cuestiones indignantes de qué hablar que no sabríamos por dónde empezar. Resulta que el autoproclamado rey de España puede visitar Catalunya en plena campaña electoral porque la Junta Electoral Central (aquel grupo de retrógrados casposos que sí ven en el color amarillo un arma de destrucción masiva) considera que el monarca del 3 de octubre y el a por ellos no tiene ninguna adscripción política. Además, el Borbón, para evitar a los manifestantes del aeropuerto del Prat, se dirigió directamente en helicóptero a Barcelona. De jaula de oro en jaula de oro para evitar a la plebe que no lo quiere ver ni en pintura. No es que no capte la indirecta, es que es un provocador. Espero que haya dormido bien poquito y mal y que hoy sea recibido como se merece. Ni más, ni menos.

Resulta, también, que los partidos independentistas acuden a las elecciones por separado y enemistados —¡majaderos!— y que Colau —impoluta ella— mete el dedo en la llaga, como si la equidistancia malentendida que practica tuviera alguna justificación en estos tiempos de represión miserable y vomitiva que nos ha tocado vivir. Resulta que el conseller Buch va diciendo que no dimite por responsabilidad —por favor, que alguien le diga que ni el cinismo puede con eso— y que Gabriel Rufián habla ahora —demasiado tarde, niño— de la juventud valiente, cuando hace cuatro días les llamaba pirómanos y salvajes y los comparaba con Cayetana, Borrell o Arrimadas. Tu arrogancia tiene cero credibilidad, Rufián, el personaje te ha fagocitado. Resulta, asimismo, que el presidente Pedro Sánchez todavía hace mofa de las llamadas que recibe del presidente Torra y saca pecho por no responderle (qué cojones!), resulta que el excelente e imprescindible humor de Polònia y Està passant es motivo de denuncia porque dice verdades y escuecen —Mossos, ejercisteis violencia contra los manifestantes, los gags todavía fueron demasiado suaves— y resulta, sobre todo, que el Estado opresor —que no separa poderes— mantiene rehenes políticos en las prisiones, exiliados en el extranjero y torturados en Laietana y que no considera agresión sexual que cinco adultos violen a una adolescente semiinconsciente.

Cuidarse también es, si hace falta, cerrar la tele, apagar el móvil o no leer diarios y escuchar más a los buenos amigos y a la Naturaleza

¿No me diréis que con todo eso no entran ganas de mandarlo todo a hacer gárgaras? El caso es que cuando estamos tensos o nerviosas o fastidiados o cansadas, podemos pasarlo en soledad o bien mirar de compartir la aflicción y la rabia con alguien. Y este alguien tanto puede ser una amiga (suelen ser ellas, en femenino) como la Naturaleza (con mayúscula). Y si son las dos juntas, mejor que mejor. Esta última semana que nos queda de tener que soportar una campaña electoral innecesaria y derrochadora, estos días que faltan antes de ir a votar, dediquémoslos a cuidarnos. Sí, últimamente se dice mucho, eso, pero creo que no lo practicamos lo suficiente. Cuidarnos también es, si hace falta, cerrar la tele, apagar el móvil o no leer diarios y escuchar más a las buenas amistades y a la Naturaleza que la rabiosa actualidad, por inmenso que sea el trabajo que hacen los informadores serios y profesionales (a los otros, Ana Rosas, Grisos y otra chusma, ni los considero periodistas).

Un baño en el mar de noviembre, un té verde en soledad, ir en bicicleta con las amigas, dejarnos abrazar durante más de diez segundos, escuchar música, caminar por la montaña en plena ventolera, para ver si los pulmones se reavivan de tanta humareda como sobrevuela el ambiente, la literal y la metafórica. Aprovechemos estos días para despejarnos, reanudar fuerzas y cargar pilas. Nos necesitamos todos, y para vehicular la indignación nos hace falta toda la energía, individual y colectiva. Nos vemos el día 9 por la tarde en las plazas (uy, qué miedo, ministra de injusticia española, Dolores Delgado), el domingo 10 en las urnas (votemos a alguno de los tres partidos independentistas, aunque sea por eliminación) y también el 11, 12 y 13 allí donde haya previsto el tsunami terrorista (hola, Marlaska, que aún no te había saludado). Con varias amigas, este fin de semana largo ya hemos empezado a poner en práctica este cuidémonos y os podemos decir que funciona. Hemos despejado nuestra mente compartiendo sonrisas con la Naturaleza y ya estamos a punto para volver a pie al aeropuerto del Prat. El código QR, ahora, ya no nos quita el sueño. Queremos movilización permanente, valiente y definitiva. Lo haremos con la papeleta este domingo, sí, pero también lo tenemos que hacer en las calles, cada día, hasta que la estaca caiga, caiga y caiga.