¿Quién no ha hecho volar nunca la imaginación, pensando en acciones que querría hacer en el futuro? Imaginar todos los lugares indescriptibles, enigmáticos y atrayentes que una querría visitar; todas las acciones inconfesables o restringidas por la edad o las circunstancias que querríamos hacer; los objetivos vitales, emocionales o personales que querríamos alcanzar. De jóvenes, vivimos de sueños de futuro, a veces, incoherentes, la mayoría de las veces poco factibles y mucho menos elaborados. Buenos propósitos, que salen de nuestra mente y decoran diarios de pensamientos íntimos, o salpimientan nuestras conversaciones adolescentes, que vemos de forma nebulosa en un futuro indefinido y difuso. Pocos de nosotros tenemos un plan de vida perfectamente diseñado e implementado; la mayoría navegamos por el mar de las circunstancias y la serendipia mientras nos vamos haciendo mayores, cumpliendo algunos de los deseos y dejando muchos otros en la estela de los recuerdos de juventud. Sólo hace falta que honestamente miréis atrás, y todos tenemos nuestro baúl íntimo, lleno de todo aquello que queríamos conseguir, pero que nunca hemos hecho realidad.

Cuando sea mayor seré astronauta; cuando sea mayor aprenderé a tocar el piano; cuando sea mayor daré la vuelta al mundo; cuando sea mayor aprenderé a bailar tangos; cuando sea mayor me dedicaré a estar todo el día en el sofá mirando la tele y que nadie me diga qué es lo que tengo que hacer; cuando sea mayor seré una artista famosa... y así, todos hemos ido añadiendo unas u otras proyecciones de lo que pensamos que nos permitirá el hecho de ser independientes y disponer de mucho tiempo libre, y tener medios económicos, ¡claro!

A medida que nos hacemos mayores, también miramos nuestras ilusiones bajo una luz diferente, y somos conscientes de que el tiempo va pasando y ya no tenemos tiempo que perder, no es que nos tengamos que hacer mayores, ¡es que ya somos mayores!

La vida nos enseña de maneras diferentes y la realidad se impone. Cuando nos vamos haciendo mayores, nos guste o no, tenemos que poner los pies en el suelo. Muchos de los sueños de juventud son directamente inaccesibles y no implementables. Sin embargo, yo todavía guardo las ganas de hacer muchas cosas que todavía no puedo hacer y que, seguramente, es altamente improbable que pueda hacer, pero que ingenuamente pienso que algún día podré llegar a hacer. Los humanos necesitamos soñar y tener objetivos en la vida. Está demostrado que incluso las personas viejas viven mucho mejor si tienen propósitos para conseguir. En este caso no se trata de sueños irrealizables, sino de hitos diarios que les permiten sentirse útiles y encontrar todavía su encaje en esta sociedad.

En mi caso, la cuestión es que empiezan a surgir personas de mi alrededor que se están jubilando o prejubilando. Y el tema de sobremesa vuelve a ser el mismo que cuando éramos jóvenes y no sabíamos qué hacer todavía con nuestra vida recién estrenada... ¿qué haremos cuando seamos mayores? Y sacamos de dentro de nuestro baúl escondido todos aquellos anhelos, peregrinos o no, que a pesar del pulso del tiempo, todavía muestran un cierto atractivo. Claro, ahora los vemos con otros ojos, quizás un poco más sabios, pero no por eso menos brillantes. También os tengo que decir que yo he ido cambiando algunos de mis objetivos, y he añadido a mi colección de "Cosas que hacer cuando sea grande" muchas actividades que nunca me hubiera pensado que ahora me harían tanta ilusión. Confieso que entre estas cosas que algún día haré, cuando sea mayor, las hay que no son para mí, sino que querría dejar algún tipo de recordatorio de lo que he recogido de mis ancestros para transmitirlo a mis hijos y mi familia. Y es que a medida que nos hacemos mayores, también miramos nuestras ilusiones bajo una luz diferente, y somos conscientes de que el tiempo va pasando y ya no tenemos tiempo que perder, no es que nos tengamos que hacer mayores, ¡es que ya somos mayores! O sea, que ya es hora de que espabilemos para implementar algunos de nuestros sueños, o bien los dejemos estar para siempre.

Tengo amigos y amigas que ahora, que son mayores, se han puesto a estudiar aquella carrera universitaria que deseaban cursar y nunca pudieron; otros se han dedicado a la jardinería orgánica; otros a estudiar música y tocar un instrumento; otros a hacer meditación y yoga; otros a aprender a cocinar (¡ey, alta cocina!); todos, a disfrutar mucho de su vida, y no os penséis, tienen una agenda superocupada que no les deja atender muchas otras cuestiones ni quedar con los amigos que todavía estamos en el proceso de hacernos mayores.

Y sé que me diréis que ya no soy tan joven, pero todavía soy de las que pienso cada día, "cuando sea mayor...", así que ya me puedo empezar a espabilar y escoger bien lo que querré hacer cuando sea... quiero decir, cuando realmente me llegue el momento de hacer realidad mis sueños. De momento, lo que me falta es tiempo y, por eso, ¡todavía sigo soñando!