¿Cuánto se tarda en negociar un verdadero acuerdo de gobierno? ¿Cuánto para que cerca de 200.000 personas se pronuncien con garantías sobre ese acuerdo? ¿Qué información deberían tener los votantes en ese referéndum para que la consulta no fuera una manipulación burda? Y por último, ¿cómo se hace compatible todo eso con un calendario constitucional que exige una sesión de investidura aunque sólo sea para que empiece a correr el plazo de los dos meses para convocar nuevas elecciones?

Para justificar el último órdago que ha lanzado a su propio partido, Pedro Sánchez se ampara en el precedente del referéndum con el que el SPD consultó a sus militantes sobre su acuerdo de gobierno con el partido de Merkel. Es curioso como el caso alemán se utiliza o se rechaza a gusto del usuario: sirve para lo que conviene y no sirve para lo que estorba. Pero aceptemos el juego, por tramposo que sea. ¿Qué ocurrió realmente en Alemania?

Las elecciones se celebraron el 22 de septiembre del 2013. Tras comprobar que no había alcanzado una mayoría suficiente, al día siguiente (¡al día siguiente!) todos los partidos empezaron a negociar entre ellos. Angela Merkel inició contactos formales a dos bandas: con los socialdemócratas del SPD y con Los Verdes. El SPD se reunió con todos: con el CDU-CSU de Merkel, con Los Verdes y con La Izquierda (Die Linke). Todo eso ocurrió en la primera semana tras las elecciones.

Es curioso como el caso alemán se utiliza o se rechaza a gusto del usuario: sirve para lo que conviene y no sirve para lo que estorba

Esos contactos permitieron constatar, programas en mano, que la coalición más viable y sostenible sería la que uniera al CDU-CSU con el SPD. La negociación duró dos meses: se cerró el 23 de noviembre y su producto fue un documento de 185 páginas en el que figuraba todo: los objetivos generales del futuro gobierno, las medidas concretas en cada área, las fuerzas políticas que se comprometían a respaldarlo y el reparto de responsabilidades.

Eso fue lo que el SPD sometió a consulta de sus militantes el 14 de diciembre. Los que votaron en ese referéndum lo sabían todo: El Qué, el Para Qué, el Quién, el Con Quién…incluso el Cómo y el Cuándo de cada decisión. En caso de duda o discrepancia entre los socios del gobierno, hay un documento al que agarrarse. En el caso de que lo que se hace no responda a lo que ellos votaron, los militantes socialdemócratas tienen una referencia clara para exigir responsabilidades a sus dirigentes.

Así que si se quiere tomar como referencia el caso de Alemania, he aquí la respuesta: dos meses para negociar un acuerdo de gobierno y 20 días para organizar un referéndum de militantes. Y por supuesto, toda la información sobre ese acuerdo a disposición de los votantes y de la opinión pública.

Como somos españoles y no alemanes, reduzcamos esos plazos. Si esto fuera en serio, el 21 de diciembre habrían comenzado los contactos entre los partidos. La negociación propiamente dicha –con papeles, con números– habría durado un mes. Y hoy tendríamos un acuerdo de fondo y de forma, plasmado en un documento completo en el que sabríamos exactamente qué hará ese gobierno, cómo se compondrá y qué fuerzas lo respaldarán. Y sobre todo, a qué se compromete exactamente cada uno de los firmantes. Con todos esos elementos de juicio, los afiliados socialistas estarían en condiciones de pronunciarse en la primera semana de febrero. Si esto fuera en serio.

Pero como esto no va en serio, al día siguiente de las elecciones los líderes no reunieron a sus equipos de expertos en políticas de gobierno para estudiar los papeles de la negociación, sino a los estrategas, marketineros y gurúes para estudiar cómo se colocaban mejor en la perspectiva de unas nuevas elecciones.

Se han dejado pasar más de cuarenta días desde el 20D sin avanzar un solo paso para dar un gobierno a este país

Como esto no va en serio, se han dejado pasar más de cuarenta días desde el 20D sin avanzar un solo paso para dar un gobierno a este país. 40 días despilfarrados en una batalla posicional –dentro de cada partido y entre todos ellos– para determinar dos cosas: quién se come el marrón ante la sociedad de haber provocado la repetición de las elecciones y quién se sitúa mejor ante la previsible nueva cita con las urnas. Lo que incluye una lucha por el liderazgo en los dos partidos principales –sorda en el PP, estridente y sangrienta en el PSOE–.

Como esto no va en serio, el señor Rajoy tiene la investidura bloqueada y al Rey paralizado, y está a punto de provocar una crisis constitucional con una simple fórmula: Ni como ni dejo comer. Ni me presento ni me retiro. ¿Hasta cuándo? Hasta que a él le convenga. Es legal, pero inmoral. Tiene derecho, pero no hay derecho.

Como esto no va en serio, el señor Sánchez se ha pasado la última semana toreando a los dirigentes territoriales de su partido, aparentemente consultándolos sobre el desarrollo del Comité Federal y realmente manteniéndolos engañados sobre sus verdaderos propósitos. Conspirad, conspirad, malditos, que os voy a echar a las bases encima cuando menos lo esperéis y esta os la vais a tragar entera porque, además, sois unos cobardes y lo sé. No es la primera vez ni será la última, pero el caso es que se lo permiten.

Como esto no va en serio, esos mismos dirigentes han fijado una fecha para su Congreso Federal –el 21-22 de mayo– a sabiendas de que hay una altísima probabilidad de que en ese momento el país esté en vísperas de unas elecciones generales. Pero como aquí no importa lo que es sino lo que parece, adelante con los faroles y después ya veremos (“y después ya veremos” es la expresión favorita de los políticos socialistas de la última década, los viejos y los nuevos).

Como esto no va en serio, el mismo señor Sánchez que se presenta en mítines ante gigantescas banderas de España negocia en secreto con grupos soberanistas para que, con una oportuna abstención o una calculada ausencia en el momento justo, le den la investidura que no puede ganar de otra manera. “Antes de que el gallo cante, me negarás tres veces”. Cada vez que Sánchez niega que esté disponible para negociar con los independentistas, hay un guiño cómplice y un roce de piernas por debajo de la mesa. A La Moncloa como sea, y después…¡Ya veremos!

El mismo señor Sánchez que se presenta en mítines ante gigantescas banderas de España negocia en secreto con grupos soberanistas

Como todo esto no va en serio, el señor Iglesias exige al PSOE un acuerdo inmediato mientras hace todo lo que puede para sabotearlo. Los insulta, los provoca, los desautoriza ante sus bases, mete toda la cizaña que puede (y es mucha) para dividirlos… Lo que todavía no ha explicado es a cuántos diputados está realmente en condiciones de comprometer en un acuerdo de gobierno. Les aseguro que no son 69, son muchos menos. Los demás hay que negociarlos con Colau, con Oltra y con Beiras, cada uno de los cuales reclama su propio "derecho a decidir".

Como esto no va en serio, el señor Rivera ha confundido una bisagra con un mezclador universal que se acomoda a cualquier cosa con tal de evitar el calvario de unas nuevas elecciones. Y mientras tanto, espera que una carambola milagrosa lo propulse a la cumbre sin haber hecho la escalada.

Y como nada de esto va en serio, las cosas serias de un país institucionalmente podrido, económicamente enfermo, socialmente desangrado, territorialmente amenazado de fractura e internacionalmente desacreditado como nunca desde que murió el dictador siguen esperando mientras estos señores siguen ahí, encerrados con su propio juguete.

Un poco de por favor: ¿Alguien serio por ahí?