En Palau tienen bien tomada la decisión. El día en el que el president Pujol fallezca, tendrá un funeral con toda la pompa que haga falta. La capilla ardiente será en Palau y será el president Pere Aragonès quien presidirá, solemnemente, el homenaje nacional a quien ha sido durante 23 años president de la Generalitat de Catalunya.

Si existió el debate sobre la conveniencia de celebrar un funeral con todos los honores al president Pujol, está superado. Ya no hay debate. El Govern de Esquerra Republicana de Catalunya despedirá a Pujol como president. El de Pujol será un funeral con toda la pompa protocolaria, sin escatimar reconocimiento alguno, con Els Segadors y la guardia de honor de los Mossos d'Esquadra luciendo sus mejores galas. Y, a buen seguro, estarán presentes, y en primera fila, presidentes como Mas o Montilla. Y muchos de los que se han escondido en las horas amargas, pero que saben que le deben tanto que se lo deben todo. Sindicatos, patronales, entidades sociales o deportivas, prohombres de toda clase y condición y todo bicho viviente. No vaya a ser que, llegado el momento, haya codazos para ocupar un puesto de privilegio cerca del ataúd.

Hace unos días, David Madí pedía la amnistía. Junts no se ha atrevido. Quizás no tocaba, quizás era mezclar peras con manzanas. Pero, en el fondo, esa no es la cuestión. El verdadero reconocimiento deberían hacérselo sus herederos aquí y ahora. Sin complejos, acompañado de la denuncia de toda la guerra sucia que se perpetró en Andorra, una denuncia que debería ser compartida ya no por el independentismo, ni por el catalanismo, sino por cualquier demócrata.

Se trata de hacer un gesto de reparación ante el juicio desproporcionado que se ha hecho contra un hombre que se merece un respeto que nunca debería habérsele perdido

Pujol tiene 93 años. Ojalá nos acompañe muchos años y ojalá lo pueda hacer apagándose con dignidad, la que le fue arrebatada tras confesar la deixa del abuelo Florenci, que, por mucho que empañe su autoridad moral, no lo convierte en un sátrapa. Una revelación que, cabe recordar, provocó que la dirección de CDC lo enterrara en vida y decretara, de facto, su muerte civil. Acto seguido, en 2016, se apresuraron a ejecutar una fallida refundación para enterrar también las siglas de un proyecto que gobernó Catalunya de 1980 a 2023. Una huida adelante, una operación a la defensiva, absurda y cobarde, para cuando no fueron capaces de capear el temporal y pasar el aprieto agarrándose los machos. ¡Claro que arrastraban una mochila de piedras! Pero no más que el PP o el PSOE. Es más, no consta en ningún sitio —hasta tal punto no han llegado las imputaciones— que el presidente de CDC ordenara asesinatos ni nada remotamente similar, como sí hizo Felipe González cuando apadrinaba la guerra sucia de los GAL. Los otros, PP, han hecho de todo y más (como el PSOE) y son los responsables de una operación de estado que —entre otras— hizo estragos en Andorra con el único objetivo de liquidar la reputación de Jordi Pujol. Aunque también fueron a por Oriol Junqueras. Y a por Artur Mas, entre otros.

Lo que se perpetró en Andorra es un escándalo democrático sin precedentes. No mataron físicamente a nadie, como si orquestó el Gobierno de González. Pero sí que consumaron la muerte civil de Jordi Pujol, pasando por encima incluso de un banco entero. Por eso también es tan desgraciada la decisión de esa dirección convergente que sacrificó a Pujol, que se quiso preservar a costa de dejar en la estacada a su tótem fundador y espiritual.

La decisión de Aragonès le honra. Cierto que el tiempo que ha pasado también ha disipado la borrasca y que lo ha hecho más fácil. Pero es un gesto magnánimo y justo que hay que saber valorar en su justa medida.

Por como va el juicio que sobre el papel espera al president, Pujol morirá sin que se haya probado absolutamente nada en su contra. Otra anomalía democrática, porque se le ha condenado preventivamente con un ensañamiento que nadie merece. No se trata de blanquear la corrupción, ni de obviar condenas judiciales en firme. No pocas. Ahora bien, no más que las tienen también el PSOE o el PP, esta última sigla tachada de organización criminal. De lo que se trata es de hacer un gesto de reparación, tan justo como necesario, ante el juicio desproporcionado que se ha hecho contra un hombre que se merece un respeto que nunca debería habérsele perdido.