El espectáculo protagonizado estos días por la ministra Irene Montero y sus detractores, que los tiene en la derecha, en la extrema derecha, en el PSOE y en su propio partido, es un ejemplo paradigmático de la banalización mediática de la política. Todo el bullicio no tiene absolutamente nada que ver con la protección de las víctimas de la violencia de género, sino en la necesidad de cada actor político de propagar su posición a base de levantar la voz para que los medios de comunicación, especialmente los afines, acaben la tarea. Todo el mundo se exclama por la crispación, pero los políticos no se pelean, sólo necesitan exagerar sus diferencias y gritan como lo hacen en el monte los pastores a sus perros para mantener agrupado el propio rebaño.

Esta semana, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, reiteró la versión falsa de la infame tragedia de Melilla para no tener que dimitir, pero sobre todo porque la Guardia Civil, que es un poder fáctico del Estado, le obliga a proteger a los agentes que intervinieron tan brutalmente en vez de arrestarlos. Sin embargo, buena parte de los medios, sobre todo los audiovisuales, nos entretuvieron más con el posterior sainete que hubo cuando la ministra Irene Montero acusó al PP de “fomentar la cultura de la violación”. Acto seguido, el PP exigió su dimisión y la presidenta del Congreso censuró a la ministra. Y a continuación y al día siguiente opinamos todos sobre la ministra y sobre sus detractores, sobre la insolidaridad de los ministros socialistas, sobre si se había excedido la presidenta de la cámara y sobre lo que se puede y no se puede decir desde la tribuna de un Parlamento, con lo que los asuntos de fondo, la violencia de género y la tragedia de Melilla, quedaron relegados en el  relato mediática. No todos los medios son iguales, pero algunos le hicieron un favor a Grande-Marlaska dando mayor importancia a la pelea de Irene Montero con el mundo. Prefirieron el espectáculo que denunciar la injusticia.

Todo el mundo se exclama por la crispación, pero los políticos no se pelean, sólo necesitan exagerar sus diferencias y gritan como lo hacen los pastores en el monte para que no se les disperse el propio rebaño

Las estadísticas sobre la violencia de género son estremecedoras. Es un fenómeno que requiere una reflexión de la sociedad y, por supuesto, una intervención de los poderes públicos, pero no sólo con leyes. Sobre todo con políticas sociales, culturales y educativas. Desde el Ministerio de Igualdad, Irene Montero ha sacado adelante una ley que podríamos considerar que está cargada de buenas intenciones para hacer frente a una parte del problema, pero que parece redactada más desde la ideología que desde la praxis jurídica, máxime si tenemos en cuenta los jueces que tenemos. Todo tiene una explicación. Al fin y al cabo, el Ministerio de Igualdad es prácticamente el único terreno de juego que el PSOE le ha dejado a Unidas Podemos para justificar su razón de ser y su presencia en el Ejecutivo. A cambio de tragarse el aumento desmedido del gasto militar, las reverencias a los Borbones, los espionajes y la guerra sucia del Estado, el continuo incremento de los mecanismos de represión del Estado y tantos y tantos sapos como vienen tragando, es lógico que Montero y Unidas Podemos centren todo su esfuerzo propagandístico primero en la ley contra la violencia de género y ahora en la llamada ley trans, que aún traerá más cola. No tienen más pescado a la venta.

La llamada ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI responde a una necesidad real de reconocer y extender los derechos a personas que han sufrido y, de hecho, siguen sufriendo discriminación. En eso hay una mayoría, al menos parlamentaria, que es favorable. El problema viene cuando los grupos políticos olvidan el objetivo principal para disputarse el copyright de la iniciativa y capitalizar el beneficio electoral que pueda generar. Y en este sentido, quien es más radical puede parecer el más comprometido con la ampliación de derechos y libertades, cuando no siempre coincide. De ahí la discrepancia entre Unidas Podemos y el PSOE, que, si no se resuelve a tiempo, puede detener el trámite de la ley por tiempo indefinido y, por lo tanto, prolongar la situación de desigualdad e injusticia que sufren las personas trans y LGTBI. Era tan necesario para la ministra apropiarse de la bandera que ha querido poner en una misma ley gais y lesbianas y trans, cuando se trata de problemáticas distintas y distantes, como han puesto en evidencia varios colectivos afectados que ha hecho oír su protesta.

A cambio de tragarse el aumento desmedido del gasto militar, las reverencias a los Borbones, los espionajes y la guerra sucia del Estado y tantos sapos, es lógico que Montero y Unidas Podemos centren todo su esfuerzo propagandístico en el combate feminista y LGTBI; no tienen otro pescado a la venta

Efectivamente, nunca se puede decir que una ley por ser más radical sea mejor para el objetivo que se persigue y lo han puesto de manifiesto en este caso, aparte de los jueces, colectivos profesionales de médicos, sobre todo pediatras y psiquiatras. El texto aprobado por el Consejo de Ministros que elaboró el Ministerio de Igualdad prevé que niños y adolescentes, a los que no se les considera suficientemente maduros para votar hasta que cumplan 18 años, puedan decidir cambiar de género desde los 12 años sin que intervenga ningún profesional sanitario. Consta que en los próximos días el Consell de Col·legis de Metges de Catalunya expresará públicamente su preocupación sobre todo en lo que se refiere a la protección de los menores. Los pediatras recuerdan que la adolescencia es un período en el que las personas pueden tener cierta indefinición e inseguridad sobre los roles sexuales y otros aspectos del desarrollo personal, que, si no se tratan con el rigor adecuado, los resultados pueden ser muy negativos e irreversibles.

Ya hace tiempo que las izquierdas son muy combativas con temas culturales, feminismo, bicicletas, tranvías, derechos LGTBI... y muy poco en las cosas de comer, en las cuestiones económicas, de reparto de la riqueza, como si ya no se atrevieran a plantear políticas de cambio y de emancipación social o que al menos detengan el aumento de las desigualdades y mejoren las condiciones de vida de los trabajadores. ¡Tan comunistas que eran!

Hemos llegado al absurdo de que el PSOE ha presentado enmiendas a un proyecto de ley aprobado por el Consejo de Ministros que preside Pedro Sánchez. A partir de ahora, todo el debate se centrará no tanto en el contenido de la ley, ni en los derechos de las personas trans, sino en que el PSOE necesite los votos del PP para tumbar una iniciativa de su socio de coalición. Unidas-Podemos ya acusa al PSOE de pretender “recortar derechos de la mano del PP”, y a continuación, si finalmente no se ponen de acuerdo PSOE y UP, la cuestión será si Unidas Podemos rompe la coalición de gobierno, algo que dará mucho que hablar pese a que todos saben que no pasará.

Y otra observación. Ya hace tiempo que las izquierdas son muy combativas con temas culturales, feminismo, bicicletas, tranvías, derechos LGTBI... que son muy importantes, pero mucho menos beligerantes con las cosas de comer, las cuestiones económicas, el reparto de la riqueza, como si ya no se atrevieran a plantear políticas de cambio y de emancipación social o que al menos detengan el aumento de las desigualdades y mejoren las condiciones de vida de los trabajadores. ¡Tan comunistas como eran!.