El gobierno más de izquierdas de la historia lo ha dejado bien claro una vez más. Lo que importa es ser español o española, eso de la pobreza ―o, dicho en positivo, el bienestar de la población― es subsidiario. Me hace incluso cierta gracia lo que ha pasado, pero evidentemente no estoy nada contenta, porque, en el debate lacerante contra la independencia, los partidos que ahora están en el gobierno de España ponían una y una otra vez los asuntos sociales frente a la identidad. O cuando menos, eso es lo que les tiraban por la cabeza a los partidos independentistas repitiendo hasta la saciedad a la ciudadanía que de lo que se tenía que hablar de verdad era de lo que le importaba a la gente, de lo que les afectaba directamente, e incidían en que, especialmente, de lo que se tenía que ocupar la política era de las desigualdades y la falta de bienestar de amplias capas de la población. Contraponían así problemas identitarios y problemas sociales.

El debate era perverso en sí mismo, porque hicieron que fuera antagónico lo que no lo era, al contrario, pero les funcionó bastante bien para establecer el mantra de que lo que era nacionalista ―nacionalista catalán, claro― era opuesto a todo lo que era social. Muy curioso en una realidad como la catalana, en la cual en el peso social del independentismo hay una gran contribución del descontento generado por la falta de recursos y la posibilidad de gestionarlos autónomamente. Pero, en todo caso, de esta manera los partidos de izquierda unionistas encontraron lo que ellos consideraban una salida digna y, además, moralmente superior a la negación de la realidad discriminatoria de las cuentas estatales españolas respecto de Catalunya y, por lo tanto, de su ciudadanía. Es decir, encontraron una manera de no tener que decir que ellos eran nacionalistas españoles y eso era lo que primaba en su posicionamiento político.

Se ha puesto sobre la mesa la evidencia fehaciente que el nacionalismo español es, sobre todas las cosas, identitario y no tiene nada social, incluso cuando los partidos son de izquierda

Mira por dónde, todo vuelve y además de una manera muy curiosa. El gobierno del PSC y Unidas Podemos, es decir, la izquierda unionista, ha llevado al Constitucional el gobierno catalán independentista porque ha aplicado una medida social que beneficia a la ciudadanía de Catalunya con menos recursos. Evidentemente, el TC les ha dado la razón y esta medida de rebaja fiscal no se podrá volver a aplicar. No sé cómo se atrevieron a recurrir una medida como esta y no les cayó la cara de vergüenza, pero, en todo caso, hasta aquí hemos llegado. Lo estarán celebrando.

Una vez asimilada la perplejidad que puede generar una acción como esta ―estoy hablando del hecho de que un gobierno de izquierdas recurrió ayudas a las y a los más desfavorecidos―, me surgió con una claridad meridiana una idea básica: normalmente acusas a los demás de lo que eres tú. Y lo que se ha puesto sobre la mesa es la evidencia fehaciente de que el nacionalismo español es, sobre todas las cosas, identitario y no tiene nada social, al contrario, incluso cuando los partidos son de izquierda. Lo que prevalece es la centralidad y la unidad territorial y, en todo caso, después, supongo que si queda tiempo, ya hablaremos de justicia social. Todo es siempre una cuestión de prioridades.

A nosotros, a las catalanas y catalanes ―nacionalistas de la nación que queráis, me da exactamente lo mismo―, sería hora también de que nos hubiera quedado claro que no tendremos justicia social ni podremos reducir desigualdades si no tenemos estado propio.