El Ayuntamiento de Barcelona ha publicitado un aumento importantísimo en las plazas para los centros de verano para los niños y niñas y los y las jóvenes de la ciudad. 7 millones de euros, un 34% más que los presupuestos del verano pasado. La alcaldesa, Ada Colau, sabe cómo sacar rédito de las necesidades más perentorias de la población; no tanto para solucionarlas, cuando menos desde el punto de vista estructural, como para que le den popularidad y votos. Seguro que muchos barceloneses, pero más barcelonesas todavía, habrán visto en este anuncio un balón de oxígeno que les permitirá aguantar mejor hasta que se restablezca la normalidad escolar. Otro salvavidas que evita tener que poner sobre la mesa qué papel y qué espacio social tiene que tener la crianza y cuidado de las criaturas en nuestra sociedad. Una sociedad en que, mayoritariamente, padres y madres tienen que trabajar, quieran o no, para poder mantener el hogar. Y en donde cada vez hay menos sueldos en el mercado laboral que permiten vivir dignamente.

Uno de los efectos menos esperados y más demoledores para nuestra forma de vida de la Covid-19 ha sido la convivencia total y absoluta, todas las horas del día y de la noche, de muchos padres y muchas madres, muchas más de las habituales, con las criaturas en casa. Esta ha sido una novedad social que no digo que no haya sido bienvenida, o no, pero en todo caso ha roto los esquemas de relación establecidos en la mayoría de hogares. En nuestra sociedad la convivencia de madres y padres —estos todavía menos— con hijos y hijas no era diariamente de demasiadas horas antes del confinamiento. Se veían poco, a no ser en vacaciones; estaban con uno solo de los progenitores, normalmente la madre, o con los abuelos o en la escuela, —o todas las cosas al mismo tiempo— la mayoría de horas de su vida. En cambio, a causa del estado de alarma, muchas familias han pasado, todos juntos, a estar encerrados en casa la jornada entera, con todas las necesidades del día a día por cubrir. Empezando por todas las comidas, que ya no se han hecho fuera, ni los niños en la escuela, ni los padres en el trabajo y/o restaurante, ni unos y otros en la cocina de las abuelas. Superponiendo además, en muchos casos, no me atrevo a decir coordinando, jornada laboral y jornada escolar. Todo un reto de materno/paterno intensidad que sin duda ha cambiado muchas cosas. Aunque algunos datos ya dicen que no necesariamente a mejor, cuando menos en el reparto entre sexos.

Criar es acompañar y en nuestro mundo no hay espacio para la crianza ni se le concede ningún valor. Por tema de horarios evidentemente, pero también por una cuestión de falta de respeto social y político a la tarea más importante que tenemos como sociedad

Corría por la red hará unos 5 años un experimento social, no sé si bien hecho o no, en el que se explicaba que ante la pregunta "con quién te gustaría cenar de todo el mundo si pudieras escoger", había una gran diferencia en la respuesta entre adultos y criaturas. Mientras los adultos optaban por famosos y otras singularidades, los menores y las menores de la casa deseaban hacerlo con los padres y madres. Quizás ahora, justo medio acabado el confinamiento, los chiquillos dirían con las amigas y amigos, o con las abuelas y abuelos, o solas y solos, por eso que deseas lo que normalmente no haces. Estaría bien tener la respuesta.

De hecho, cuando yo fui madre, ya hace 20 años, sonaba por todas partes el sonsonete de que lo importante no era dedicar mucho tiempo a los hijos e hijas, sino dedicarles tiempo de calidad. Te lo decía todo el mundo, también profesionales de diferente naturaleza, y a mí me sacaba de quicio. Quizá ya no se dice, pero se practica más que nunca. Criar es acompañar y en nuestro mundo no hay espacio para la crianza ni se le concede ningún valor. Por tema de horarios evidentemente, pero también por una cuestión de falta de respeto social y político a la tarea más importante que tenemos como sociedad. Quizá ahora sí que nos pondremos a ello, no sólo las mujeres como siempre, todas y todos; y eso quiere decir en primer lugar las y los dirigentes, de todos los niveles, de este país.