Ayer me pasaron un mensaje por Whatsapp con una frase de Neus Català impactante como todas las grandes verdades: “Mucha gente cree que luchar es coger un arma, pero luchar es unirse para defender una idea”. Eso es lo que ha pasado con el proceso de independencia catalán, aunque las palabras con las que más se califica son desunión, fractura, ruptura..., todos los contrarios a la palabra que mejor lo define.

La fuerza del procés, lo que lo mantiene todavía vivo a pesar de las elecciones, los partidos, la campaña política electoral y no electoral en contra del mismo, todo ello no puede hacer nada ante una base que se ha formado persona a persona, diferentes donde las haya, de todo tipo y manera, con una idea común, ser libres de decidir el país que queremos tener. Quiénes queremos ser y cómo queremos ser como colectividad. Aunque parezca lo contrario, y no me canso de decirlo, declarar la independencia de Catalunya respecto de España es lo menos importante.

El empoderamiento de la ciudadanía de cualquier lugar es lo que da más miedo al poder, a todo tipo de poder, no sólo al político, al económico, al social, al religioso, al judicial... porque los deja sin herramientas, cuando menos democráticas, para mantener su visión del mundo y, posiblemente, para mantener su situación de poder y la estructura que lo ha hecho posible.

El empoderamiento de la ciudadanía de cualquier lugar es lo que da más miedo al poder, porque los deja sin herramientas

Una de las letanías sostenidas de este proceso de independencia, de los que no están a favor, es que somos un rebaño de corderos a los cuales se gobierna desde la ANC, desde Òmnium, desde el Govern, desde los partidos, desde los CDR, desde las escuelas y desde TV3. Seguro que todavía me dejo algún agente en esta construcción, porque he intentado ir recorriendo la lógica de las imputaciones en procesos judiciales para sacar el quid de la cuestión.

A falta de una cabeza pensante y única del procés, que quieren que sea Puigdemont pero se les escapa, han ido identificando las cúpulas de cada una de las instituciones citadas y les han colgado el muerto; excepto en el caso de los CDR, en el que han ido a voleo y les ha tocado, principalmente, a Tamara y a Adrià.

Lo más fácil de ver en este procedimiento de persecución es la venganza y el castigo; pero hay tres cosas todavía más importantes. Por una parte, invisibilizar lo que realmente pasa; el alcance y la naturaleza del movimiento. De la otra, la necesidad de identificar jerarquías que permitan pensar en un descabece del movimiento. Y la tercera, y más aterradora, la negación de la posibilidad de que los ciudadanos y ciudadanas de este país tengamos voz y voto propio, a partir del criterio construido autónomamente resultado del análisis crítico de lo que pasa a nuestro alrededor y de lo que queremos que pase.

Esta capacidad crítica, sin embargo, no se nos acaba con aquellos partidos que están en contra de la independencia, la tenemos también ante los que están a favor. Esta es la única manera de no perder nuestro poder; y nuestra herramienta de lucha tengo muy claro ―gracias Neus― que es estar unidas y unidos. Con o sin vosotros lo haremos.