Ya está y tengo que decir que, con todo, todavía tendremos suerte: no se puede jugar con quien no quiere jugar contigo. No se puede jugar con quien sólo se acerca para quitarte la pelota o para decir que el campo es suyo o que es él quien marca y marcará las reglas del juego de ahora en adelante. Más vale que se lo monte solo, porque, en todo caso, saldremos escaldados.

El anuncio de que el COE ha retirado la candidatura para los Juegos de Invierno de 2030 no es una buena noticia; aunque, en mi caso, todavía no había decidido si estos Juegos eran o no una buena iniciativa. Entendida buena como sinónimo de buena para el territorio, para el país y para el conjunto de la ciudadanía. ¡Había demasiado ruido interesado alrededor!

Ahora bien, desde el primer momento en que Lambán, el presidente del gobierno de Aragón, metió las narices —que en su caso es siempre la pata— con el ademán pretencioso, de aquel, además, que suele ganar sin razón, cuando roba, cuando se impone por la fuerza de los amigos de Estado o no, o, en todo caso, gana porque si se va contra Catalunya, todo está permitido, ya sabía que no iríamos por el buen camino.

La manera de presentarse y de estar en el mundo de España y Catalunya no es la misma, y eso, no cabe duda, debilitaba y mucho la competitividad de la propuesta que se hubiera podido presentar

No es sólo una cuestión de orgullo, de agravio o de cualquier otro tipo de ofensa ante la tutela que nos impone el estado español directa o indirectamente; es porque la iniciativa no permitía —el proyecto era catalán de raíz— el acuerdo. No era posible, por muchas razones. La principal es que difícilmente los valores de la candidatura podían ser compartidos, dada la historia reciente y no reciente que nos acompaña en el devenir de país; tanto del grande como del pequeño. La manera de presentarse y de estar en el mundo de España y Catalunya no es la misma —ni mejor ni peor, pero sí diferente—, y eso, no cabe duda, debilitaba y mucho la competitividad de la propuesta que se hubiera podido presentar.

Ahora bien, Lambán se ha salido con la suya, con o sin Juegos, porque, de hecho, el tema principal era que Catalunya no tuviera unos Juegos. Muy triste, pero más vale ser así de claro: ahorra, al final, tiempo y dinero. Y eso, a pesar de ser cierto, no está exento de desencanto y un punto de amargura. ¡Ya veremos si encima no tenemos sorpresa, para el 30 o para el 34!

Sin embargo, que las autoridades pertinentes —tanto el COE, Comité Olímpico Español, como el ministro ICETA, y, de paso, el gobierno entero— hayan hecho un papel tan triste, no por posible, probable y esperable es menos deplorable. De Iceta ya sabíamos —o al menos lo dicen aunque no sé a ciencia cierta que sea así— que el deporte no va con él, más allá quizás del baile de competición; ¡pero ha mostrado, años y años, que jugar sabe, y mucho! No creo que haya cambiado en eso, no pienso que haya dejado de hacerlo; sólo, una vez más, ha dejado claro a favor de quién juega, y no es del territorio del que saca los votos. Claro que por eso es ministro.