Felipe VI y Pedro Sánchez, es decir, el gobierno del Estado —cuando menos, sus máximos representantes—, estarán en Barcelona esta semana. Así está anunciado, pero veremos qué más pasa, y no pienso, solo, en la Covid-19. Algo en lo que evidentemente los máximos poderes del Estado no piensan, dado que viven en Madrid pero salen de viaje como si nada pasase, como si el virus no fuera con ellos. Y, además, para dar premios. Dos cuestiones claras y relacionadas: ¿dar premios es lo más prioritario en una situación como la actual? ¿A alguien le extraña que la Covid-19 tenga los mejores resultados —digo para el virus, claro, no para nosotros— en España que en ningún sitio?

Esta es la visita de la concordia. Evidentemente, no para mí ni para muchos y muchas catalanas más. Quieren escenificar que hay paz y amistad entre ellos, que no hay división en la cúpula del poder y que todo funciona bien; aunque es muy difícil de creer después del penoso y preocupante espectáculo ofrecido por el poder judicial y las posteriores respuestas de los principales implicados. A la ciudadanía, la visita de la discordia, la no producida, nos dejó claro que todo el mundo quiere mandar y que a la separación de poderes, en España, ni se la conoce ni se la espera. “El especial vínculo constitucional de la Corona con el poder judicial” es una frase, de Lesmes, difícil de olvidar. Y la supuesta llamada del Rey a Lesmes, también.

Esta es la visita de la concordia. Quieren escenificar que hay paz y amistad entre ellos, que no hay división en la cúpula del poder y que todo funciona bien

Ahora bien, este tampoco es el único motivo de la nueva visita, con los argumentos utilizados con el fin de enmendar las responsabilidades de los hechos se abría otro cisma: la idea de que el Rey no podía pasear tranquilamente por todo su territorio, lo que no corresponde al amo del reino. De hecho, desde aquí nadie le ha dicho nunca que no venga; o en caso de haberlo hecho, sin valor de prohibición, y por tanto solo como sinónimo de señalarle que no será bienvenido. Siempre hay una gran diferencia entre no poder y no querer hacer una cosa; también en el no poder o no querer venir.

En las torpes y contradictorias explicaciones dadas por el Gobierno sobre la visita esperada y no producida de Felipe VI, otro de los argumentos puestos sobre la mesa era la falta de idoneidad de la fecha, que para mí no se ha resuelto con el traslado de la visita a esta semana. Para buena parte de la ciudadanía de Catalunya, no habrá nunca ninguna buena; para nosotros siempre será 3 de octubre por lo que a él se refiere. Y no solo eso, hay que sumar toda aquella ciudadanía que tampoco piensa recibirlo bien —ya sea porque no lo hará de ninguna manera o porque irá a hacerle saber su desagrado— por ser la cara de una institución, la monarquía, que choca con los intereses y las necesidades de una sociedad democrática de verdad. La corrupción, que es muy importante, en realidad pasa a ser subsidiaria, ante la magnitud del problema; no con o de Catalunya, sino con España y el gobierno democrático de la misma.