La consigna del frente al fascismo de las elecciones de Madrid ha pasado a estar focalizada en el “no pasarán”, después de las cartas amenazadoras de la semana pasada. De hecho, el tema no son las misivas con balas —suficientemente preocupantes por ellas mismas— que recibieron el ministro de interior Grande-Marlaska, la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, y el candidato de Unidas Podemos en Madrid, Pablo Iglesias, o la que recibió ayer mismo la ministra de industria, Reyes Maroto, con una navaja, sino la actitud de menosprecio que ha adoptado Vox ante las mismas.

La polémica saltó el viernes cuando en un debate en la radio, Rocío Monasterio, la candidata de Vox en Madrid, se negó a condenar los hechos y, además, los puso en duda; si no completamente, sí con respecto a su procedencia. No olvidemos que estamos en campaña electoral y todo lo que pasa, más una cosa tan escandalosa como esta, tiene una gran trascendencia en número de posibles votos a ganar o perder. Eso para todos los partidos, no solo para Vox.

Este fin de semana Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, en mitin de campaña, decía que no pasarán ninguna otra línea roja; y, entonces, ¿por qué ha dejado que pasaran las anteriores?

Pablo Iglesias dejó plantado el programa de la SER y después ha habido toda una serie de gestos y declaraciones bastante altisonantes que no acabo de entender; a no ser que lo sitúe en el “a los otros sí y a mí no”. No digo que el tema no lo valga, pero llegan tarde y mal, como siempre, y, además, sin memoria histórica de muchísimo corto plazo, porque la de largo ni la planteo. No solo con respecto a Vox, que no han cambiado, marcan paquete desde el comienzo y no son los únicos. Y aparte, solo para poner un ejemplo fuera, si es que se puede decir así, de los partidos, ¿dónde está la condena y denuncia unánime de PSOE y Unidas Podemos, que ahora se escandalizan, ante los hechos de Blanquerna y el tratamiento posterior de la justicia española con los condenados por estos mismos hechos?

No acabaríamos nunca los ejemplos, en relación a Catalunya tenemos un montón; España lo ha visto y ellos y ellas han mirado para otro lado y se han escudado en que lo que dice la justicia va a misa; pues nada más que decir. De hecho, les ha ido bien, han hecho el trabajo sucio. Ya han pasado y la puerta se la han abierto ellos y ellas mismos, hablo tanto del PSOE como de Unidas Podemos. Evidentemente a la derecha con etiqueta no hace falta que me refiera.

Este fin de semana Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, en mitin de campaña, decía que no pasarán ninguna otra línea roja, y, entonces, ¿por qué ha dejado que pasaran las anteriores? Los mismos y las mismas que ahora se quejan y se estremecen han dejado que se legitimaran ante la ciudadanía con cada uno de los ataques que han hecho al proceso catalán y, de hecho, a los y las catalanas en general. Desde el principio dije y escribí que España se preparara porque habían alimentado un monstruo que estaba dormido, esperando la oportunidad. Una gran temeridad, una irresponsabilidad de las grandes de la que toda la ciudadanía sufriremos las consecuencias. Hay que ser muy iluso, u otra cosa, para pensar que todo pasaría solo en Catalunya, acatando la máxima de Aznar "antas se romperá Cataluña que España". Seguir a la derecha ya reviste gravedad en sí mismo, sin embargo, hacerlo además como lo hace la izquierda española desde la Transición no tiene ningún buen nombre, pero sí un gran sueldo.