Los lingüistas no habían trabajado nunca tanto para un aparato de estado como últimamente para el estado español. Y no porque este tipo de trabajo les sea nuevo, sino porque los recovecos lingüísticos son más escandalosos que nunca de tan grandes que son las realidades que tienen que tapar, desmentir, disimular o, a ser posible, directamente inventar. Por lo tanto, estoy a la espera de muchas cosas de los resultados de las elecciones de este domingo, pero la que más me interesa es ver cómo se llama en la oficialidad impuesta de la realidad española a los diputados, y un senador, electos que van a dormir a prisión cada noche.

No sé cómo se hace en una democracia, que lo sea, para compaginar los derechos políticos sin respetarlos. No sé cómo se hace en una democracia para negar que los escogidos en unas elecciones no puedan representar a la ciudadanía que los ha escogido. No sé cómo se hace en una democracia para salir adelante cuando no se respetan los principios democráticos.

Y no sólo lo digo por lo que pasa en los juzgados, lo digo también por lo que pasará con Junqueras, Romeva, Sànchez, Turull y Rull, y por lo que ya ha pasado y ahora pasa, con la Junta Electoral Central con respecto a las próximas elecciones de mayo. Cada vez que el independentismo da un paso adelante, plenamente democrático, ellos dan tres saltándose la Constitución española; sí, precisamente la inviolable y sacrosanta carta magna española, los derechos humanos y, por lo tanto, también los derechos políticos, o de la ciudadanía o de sus representantes.

No sé cómo se hace en una democracia para negar que los escogidos en unas elecciones no puedan representar a la ciudadanía que los ha escogido

Hasta ahora, como esto iba de políticos catalanes y catalanas, no pasaba casi nada. Al fin y al cabo, el Govern de la Generalitat, nuestro Parlament y la ciudadanía catalana no cuentan, somos subsidiarios en un estado que no ha salido del antiguo régimen. Pero claro, la cosa se complica cada vez más, ahora resulta que por mucho que sean catalanes, son diputados del reino de España. Mala pieza, por mucho que les parezca que se arregla afinándolo como hasta ahora, ya se harán daño sólo con las palabras.

Por si no era suficiente, ahora se oponen a que se puedan presentar a las elecciones europeas Puigdemont, Comín y Ponsatí. Todavía no se han enterado de que en el resto de Europa también se hacen de gordas, pero no tanto; como mínimo es necesario que no se note. Aparte, de que es un principio básico intentar respetar la ley y que eso no quiere decir, tal como se interpreta en España, que la ley respete tus ideas, deseos y voluntades. Especialmente si la utilizas para enmendar tus fracasos electorales. Eso a buena parte de los españoles hay que explicárselo mucho y muy bien, porque de tanto interpretar la ley a su manera piensan no sólo que lo que hacen aquí se puede hacer en todas partes, sino que además es lo que está bien hacer. Sé que tengo razón, porque ya pasó con las euroórdenes y ahora con la negativa a que se puedan presentar a las listas europeas ciudadanos catalanes y catalanas, que no sólo son eso, aquí es donde se les desmonta el trapicheo, son también, en tanto que españoles y españolas, ciudadanas y ciudadanos europeos.