Pablo Iglesias es todo un personaje, y se supera día a día. No es de ahora que ha entrado en el Gobierno. Tocar el cielo para él ha sido del todo contraproducente para la ciudadanía del país vecino, es decir, el suyo. Y también para nosotras, mientras estamos en este Estado, ya sea porque no lo tenemos propio o porque no lo podemos compartir. Lo ha sido en muchos sentidos, pero lo podemos resumir citando, sólo, las desigualdades y los derechos básicos de ciudadanía en un país democrático. Dos aspectos que nunca van por separado, no están desligadas las ganancias y las pérdidas en uno y otro ámbito; aparte de ser, además, los caballos de batalla, supuestamente, de la formación política que representa, también supuestamente.

Pablo Iglesias, vicepresidente del Gobierno, dijo ayer en declaraciones a Los desayunos de TVE que hacer informes de recortes de diarios hace “daño” a la Guardia Civil. Parece mentira la preocupación que de golpe tiene el gobierno español por salvar el honor, que no la profesionalidad, de los cuerpos armados. No viene de ahora, es cierto, pero después de la pelea de gallos de corral —además, del mismo corral— entre Marlaska y Pérez de los Cobos van con más pies de plomo que nunca; es decir, con más miedo que nunca, no de levantar la manta, sino de que esta se levante sola y se vaya todo al garete. También su chiringuito. Para resumirlo, y sin necesidad de comentar las propuestas de homenaje de los diputados electos a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, ¿alguien había pensado, en algún momento, que Supervivientes, el concurso de Telecinco, lo podía ganar alguien que no fuera el guardia civil que concursaba?

Si en España el problema fuera sólo la derecha, ya lo tendríamos resuelto. Es muy significativo todo aquello que Pablo Iglesias sigue sin querer ver, mucho más que lo que sí que ve

No es que no esté de acuerdo con lo que dice Pablo Iglesias —y ciertamente les tendrían que despedir a todos por no saber hacer su trabajo—, me quejo de su tibieza y de que este acabe siendo el menor de los problemas. Lo que le hacen al cuerpo de la Guardia Civil este tipo de prácticas ya hemos visto que es relativo, por no decir inexistente. A quien hacen daño de verdad este tipo de prácticas es a la ciudadanía, directamente a aquella que se pone en su punto de mira; y a la democracia, directa e indirectamente. Ahora bien, y además de a ellos mismos, nos tendríamos que estar planteando por qué no hace daño también a jueces y fiscales que aceptan por buenos estos informes y al mismo Gobierno, porque este no deja de ser un cuerpo bajo su tutela. ¿O nadie se acuerda de eso? ¿Quién manda, el Estado o los cuerpos de seguridad? ¿Y ello tiene algo que ver con que el jefe del Estado sea un uniformado? No me cansaré de decir que en España no se ha superado el pasado franquista, antidemocrático. Es como la fiera dormida que se ha estado esperando a que se le alimentara suficientemente para erigirse otra vez en garantes del orden y de la patria —talmente como en el levantamiento que llevó a la Guerra Civil española— y el manjar llegó con la persecución, acoso y encarcelamiento —todavía vivos, por otra parte— del proceso catalán.

Cómo es que Pablo Iglesias no se fijó en cómo estaban hechos los informes de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en todas las causas que se han abierto y todavía se abren a las y los independentistas catalanes. ¿Qué no vio, o qué no quiso ver? Si en España el problema fuera sólo la derecha, ya lo tendríamos resuelto. Es muy significativo todo aquello que Pablo Iglesias sigue sin querer ver, mucho más que lo que sí que ve; tanto él como los dos partidos del actual Gobierno.