Hace muchos años que explico en charlas, clases y todo aquello que tenga que ver con conciliación de la vida laboral y personal, y más intensivamente con la reforma horaria, que tenemos que poner la vida en el centro. Es importante no sólo para este tema ―fundamental, por otra parte―, es importante para todos los aspectos de la vida en sociedad. Pero eso que es una cosa muy básica y, de hecho, mucho más sencilla de lo que parece, ha sido, y sigue siendo, un gran problema para la organización social, la nuestra y la de todo el mundo. Ahora el Covid-19 no nos deja rehuir el debate.

La realidad en la que vivimos obedece a más de una razón, pero esencialmente es el resultado de la visión, conocimiento y construcción androcéntrica de nuestra sociedad. Poner la vida en el centro significa hacer una sociedad sostenible para la vida y, por lo tanto, para todas y todos nosotros. Para el conjunto de la humanidad. Poner la vida en el centro quiere decir funcionar de acuerdo con ritmos vitales saludables y con posibilidad de coordinación y funcionamiento conjunto y no una dinámica discriminatoria e invasora del espacio laboral sobre el espacio reproductivo; de una lógica sobre la otra. Este es un cambio imprescindible para el sostén de la humanidad y del planeta. No es sólo primordial para las mujeres, como piensan los estrechos de miras, y no quiere ello decir que las mujeres no vivamos mejor cuando se produzca, sin duda tiene que ser así, quiere decir que todas y todos viviremos mejor.

Si queremos y vemos clara la necesidad, las cosas se pueden hacer de otras maneras, y podemos organizar nuestra vida, la vida social, los ritmos, el tiempo y los espacios de manera muy diferente

No podemos trabajar si no estamos vivos. Y estar vivos, que es la primera opción, tiene como segunda estarlo con una calidad de vida óptima. No hay nada que nos haga más productivos y productivas y, seguramente, también más felices y por eso hace falta una organización social respetuosa con lo que somos y respetuosa con el medio que nos rodea. Si no es así, no podemos mantenernos sanas y sanos.

Cuando se produce, sin embargo, este planteamiento, saltan todas las alarmas; especialmente todas las imposibilidades pensadas e imaginadas, como si la organización y el funcionamiento social no se pudiera cambiar, y resulta que el Covid-19 lo ha hecho en un fin de semana. Sin duda no es la mejor manera, y la factura será trágica, mayor todavía por cómo se está llevando la crisis; pero al mismo tiempo podemos sacar de ello una muy buena lección. Si queremos y vemos clara la necesidad, las cosas se pueden hacer de otras maneras, y podemos organizar nuestra vida, la vida social, los ritmos, el tiempo y los espacios de manera muy diferente.

Al mismo tiempo es también la gestión nefasta del Covid-19 un muy buen ejemplo de como los gobernantes pueden ser uno de los grandes tropiezos a los cambios y a la solución y abastecimiento de las necesidades más urgentes de la población. Claro que hay gobiernos y gobiernos. Lo que está haciendo el gobierno español con nuestra vida y nuestro futuro no puede ser ni más desacertado ni más irresponsable. No sé si no saben o si ya les va bien para sus planes, sean estos cuales sean. En todo caso es inaceptable.

La epidemia nos tiene que mantener ocupados ahora en preservar la salud y la vida, no queda otro remedio. Pero no nos tiene que hacer perder el objetivo de quitarnos de encima, y ello significa combatir, no sólo los virus, sino todo aquello de nuestra sociedad con nombre y apellidos que se nos come o que atenta contra nuestro bienestar y nuestra vida. Quien piense que no tiene nada que ver una cosa con la otra se equivoca.