Hoy he empezado el día recibiendo dos informaciones muy parecidas pero de fuentes completamente diferentes, y eso ha hecho que me detuviera a pensar en un nuevo aspecto de la conciliación de la vida laboral y familiar que puede revolucionar completamente el panorama social actual. Sí, todavía más de lo que ya lo está.

Resulta que me han explicado, con pocos minutos de diferencia, dos casos diferentes en los que trabajadores, en este caso de mi ramo, aducían para no dar clases —es decir, su trabajo— que no podían hacerlas porque tenían a los niños en casa. Y he pensado que es posible que haya muchos más casos. Me he quedado perpleja, porque somos una sociedad que lleva años haciendo lo imposible para conciliar la vida profesional y personal sin que este, el de las criaturas, haya sido un argumento válido a considerar, ni haya recogido demasiadas iniciativas, ni consideraciones positivas por parte del gremio. Ni del mío, ni de ningún otro en el mundo laboral.

Alguien pensará que las medidas de conciliación son precisamente eso, tener presentes a las criaturas y a las personas dependientes. Pero lo cierto es que no conozco ninguna de estas medidas que reconozca que si se tienen niños y niñas en casa, no se puede trabajar, o no se tiene que trabajar, o no es pertinente cumplir con las obligaciones laborales. Y no digo, en ningún caso, que a mí no me gustase que fuera así. Incluso ahora que ya no tengo menores a cargo, pienso que sería un gran avance para la humanidad.

Si son los hombres los que se tienen que ocupar de las tareas de cuidado, los problemas de conciliación seguro que emergen y se convierten en un verdadero problema social a solucionar

También se puede considerar que el confinamiento lo pone todo patas arriba, y que, por lo tanto, son las condiciones en las que ahora vivimos las que motivan este tipo de reclamación, y que son precisamente sólo estas condiciones las que también la justifican. Pero eso no es del todo cierto, dado que no es que no haya habido antes periodos no lectivos coincidentes con días laborales, como por ejemplo los periodos de vacaciones escolares; o, durante el día, horarios no coincidentes, entre la escuela y trabajo. Por lo tanto, la novedad no viene por aquí, y por eso mi perplejidad iba en aumento, en vez de disminuir, mientras me hacía una serie de consideraciones. ¿La gente habrá cambiado los valores, más todavía en una situación como esta? O, finalmente, ¿se da el valor merecido al tiempo y al cuidado que necesitan las criaturas? Y otras ideas por el estilo. Hasta que he considerado que la única realidad que ha cambiado, o la que ha cambiado más radicalmente, es la de los hombres.

Sí, la de los hombres. Los hombres están encerrados en casa o, en todo caso, muchos hombres que antes delegaban o sencillamente no compartían las responsabilidades de cuidado con sus parejas. Además, muchos de ellos en circunstancias excepcionales, lo que hace que la excusa del trabajo ya no justifique la no implicación en el cuidado de los hijos e hijas. Hasta ahora hablar de conciliación quería decir hablar de mujeres. Sólo hay que mirar los datos, un año detrás de otro. A ver si sin querer, por aquí, vendrá toda una revolución. Si son los hombres los que se tienen que ocupar de las tareas de cuidado, más que antes en todo caso y no por elección voluntaria, los problemas de conciliación seguro que emergen y se convierten en un verdadero problema social a solucionar. Y aquí el concepto solucionar es clave. Y seguro, además, que todas aquellas tareas que no tenían importancia pasan a ser consideradas primordiales y dignas de tener un capítulo en el currículum y en el producto interior bruto. Como todo lo que hacen los hombres tendrá importancia social. ¿O todavía tengo que explicar que la diferencia no está en lo que se hace sino en quién lo hace, y es eso lo que determina el valor social?

La medida estrella del estado de alarma, el confinamiento, ha puesto en evidencia lo central que es para nuestra vida el núcleo familiar y todas las tareas y funciones que se llevan a cabo en el hogar en el que vivimos. Bienvenido sea estar encerrados en casa si sirve para cambiar el reparto y el estatus del trabajo doméstico y familiar. Pero, en todo caso, esperaré a analizar los datos y a ver cómo se desarrollan los acontecimientos, no sea que no pueda cantar victoria.