Carrizosa, uno de los que queda de Ciudadanos, contestó a Bea Talegón ―cuando menos, así lo he leído― que hablaba castellano “porque le daba la gana”. No me parece mala respuesta de entrada, si no fuera porque la contestación estaba llena de ira y porque él, como representante del pueblo catalán ―o, en su defecto, de las y los ciudadanos de Catalunya― tendría que ser más cuidadoso al ser un autoproclamado representante “de todos”; el “todas” lo dejo para otro día.

Es más que curioso que en una época en que hay más políticos que nunca que han ido a la universidad y además han estudiado ciencia política se empeñen en ir introduciendo en la mente de la ciudadanía que los y las políticas tienen que serlo de toda la ciudadanía. Y por lo tanto, me pregunto: ¿cuánto tardaremos en llegar a la conclusión de que no necesitamos partidos políticos y, por ende, a la mayoría de ellas y ellos, sino solo a algún mesías?

Pero no nos desviemos del tema que nos ocupa, porque, de hecho, entiendo a Carrizosa, dado que yo también hablo catalán porque quiero, y eso nos iguala; pero, a diferencia de él, no lo hago para ir en contra de ninguna lengua y, menos todavía, de una lengua minoritaria. En eso, en la defensa de las lenguas minoritarias, quizá incluso podríamos estar de acuerdo, porque Ciudadanos, su partido, ha empleado horas y gráficas para demostrar aquello que es indemostrable: que el castellano está amenazado en Catalunya, y, si cabe, en todo el mundo. Del español no sé nada, y por aquí, incluso, podría ser que tuviera razón.

Carrizosa habla en castellano en el Parlament de Catalunya para conseguir invisibilizar el catalán, para ocuparle sus espacios naturales y así poco a poco conseguir que su sueño se haga realidad: que en España solo se hable castellano

Por lo tanto, un punto de coincidencia: las lenguas amenazadas se deben proteger, salvaguardar. Qué triste verdad, tener que pervertir el argumento por una cuestión política y hacer pasar el castellano por lengua amenazada y además convertirla en una lengua imperialista y colonizadora, sin ninguna necesidad. Cuando menos la necesidad de supervivencia.

Carrizosa habla en castellano en el Parlament de Catalunya para conseguir invisibilizar ―tanto como pueda― el catalán, para ocuparle sus espacios naturales y así poco a poco conseguir que su sueño se haga realidad: que en España, en todo el territorio español tal como ahora lo conocemos ―y vete a saber qué más tiene en la cabeza―, solo se hable castellano. Sin ni hacer mención a que se salta, impunemente, uno de los artículos de la tan querida para él Constitución española; que lee solo según cómo le interesa. No es el único, pasa en más gremios; eso es marca España.

Parecía que con la bajada electoral de su partido cuando menos este sería un tema contenido de momento, pero está en expansión, porque ha reclutado a más opositores entre españoles y españolas de bien. A muchas y muchos catalanes les está costando muy mucho certificarlo ―de hecho, nunca podrán y no lo saben― con el clima que se ha creado especialmente gracias a ellas y ellos mismos y ahora Salvador Illa, todo un exministro español, también habla en castellano en el Parlament de Catalunya. No es el único, otras compañeras y compañeros suyos ―del PSOE, ya nunca más PSC― se han subido a este tranvía, cargándose lo que fue una lucha generacional muy importante ―con una contribución del PSC central―, por Catalunya, no en un sentido de país patriótico, sino de país que establece puentes entre las comunidades y lenguas que lo habitan. Ciertamente se va hacia adelante, pero no necesariamente se avanza.