No había visto nunca tanta gente preocupada por mí. Diréis que ya hace días que dura, pero me parece que hemos llegado al punto álgido. Sí, me he dado por aludida en todos aquellos discursos ―y discursillos y parrafadas indigestibles― que me avisan de una tragedia inminente, de la cual yo seré responsable el 21-D. En todos los medios hay todo tipo de portavoces ―después de enumerar todas las irresponsabilidades existentes y todavía ni inventadas que hemos llevado a cabo los independentistas― diciendo “ya lo he avisado”. Qué palabras tan tristes, qué palabras tan perversas, qué palabras tan deshonestas. Quien anuncia la tragedia es porque la quiere, porque la necesita y, dándose cuenta o no, la prepara como todo aquel que vaticina un acontecimiento futuro.

Siempre he oído decir que quien avisa no es traidor, pero lo cierto es que los ejemplos son, a todas luces, contrarios. Y no hablo, necesariamente, de política; repasaos la vida y me daréis la razón. Y la traición ―sólo aprovecho el concepto por el dicho― no la utilizo en términos clásicos, no hablo ni de causas ni de otras personas. No necesito que sólo haya una causa y tampoco que todo el mundo piense como yo. Hablo sólo de autoengaños ante el propio miedo a un cambio que es cada vez más inevitable, por mucho que no pueda ser, inmediato; y de engaños queridos, escogidos y pensados para ganar sin que se note que lo haces.

El miedo hace que los otros no te tengan que parar o callar, lo haces tú mismo

Por lo tanto, aunque parezca que tendría que estar agradecida por tanta preocupación, no lo estoy. Sé muy bien que esta sólo es desesperación de no poder tenerme atada, encerrada y sometida porque no han podido de momento ni taparme la boca ni hacerme desaparecer. Ni a mí ni a todo el resto de personas que legítima y pacíficamente salimos a la calle para declarar qué somos y expresar lo que queremos en todas y cada una de las formas democráticas que existen. Es el único poder que tenemos. Sé también que es una estrategia para darnos miedo; porque el miedo es una de las herramientas de control social más potentes que existen. Y, además, ni deja marca visible, ni necesitas cuerpos armados para dar los golpes.

El miedo hace que los otros no te tengan que parar o callar, lo haces tú mismo; e incluso puedes llegar a engañarte con una falsa idea de ser y hacer de persona responsable, cuando lo único que haces es entregarte al dominio del otro. Siempre de quien tiene el poder. Sí de eso se trata, de anularnos, de desactivarnos, y de que cuestionemos si es bueno ejercer nuestros derechos. ¿Veis a dónde se llega por esta vía?

El aviso pasa también, entre otras cosas, por señalarnos el desastre que se puede generar y del cual nos hacen responsables ya de antemano. No me gusta que me criminalicen, por el hecho en él mismo que ya es muy grave, y porque veo clara la estrategia. Es más vieja que el mundo, y por lo tanto, conozco bien las consecuencias; pero eso no hará que me quede en casa. No sé dónde iré ni qué es mejor. Sé que no haré nada que no sea respetuoso y democrático con los demás. Incluso con aquellos que son capaces de burlarse de los presos políticos porque unos están en huelga de hambre y otros no, con lo que eso tiene de ruin. Porque yo sí que respeto la diferencia de opiniones y no espero ni deseo vivir en un mundo uniforme y mucho menos uniformado.