No es la primera vez que Foment del Treball la hace gorda en temas de política, no por nada, cada uno que piense y vote a quien quiera, pero ciertamente la credibilidad y la confianza de la población catalana respecto del empresariado no puede estar en horas más bajas. Les va en ello el prestigio. Y no por una cuestión de dialéctica antagónica de clases, parece que ya no se lleva la lucha burguesía-proletariado, sino porque estos ―cuando menos en su representación oficial― no pueden ir ya más en contra de su propio negocio. O quizá sí, ya lo veremos.

Anoche se daban los premios Carles Ferrer Salat y en La Moncloa decidieron que el president de la Generalitat, el Molt Honorable, Joaquim Torra i Pla no hiciera el cierre del acto. Se ve que los llamaron de Madrid ―no sé exactamente cómo ha ido, ellos lo dirán o explicarán otra cosa―, pero la cuestión es que Foment del Treball ha plantado a Torra. Sospecho que el alegato final de su juicio ha dejado tan claro que es un Molt Honorable President de la Generalitat que en Madrid les ha podido la necesidad de conseguir menospreciarlo e invisibilizarlo aunque sea así. Los diarios ya dicen lo contrario, por si las moscas se supiera demasiado bien lo que pasa y las españolas y españoles empezaran a darse cuenta de que el gobierno que se está preparando no puede ser progresista ni por equivocación; en todo caso más allá de la autoetiqueta que se autoimpongan. No entiendo tampoco por qué el resto de autoridades de la Generalitat no ha declinado la invitación, espero que eso también lo explique alguien con fundamento.

El corte de la frontera o los cortes de autopistas no son el problema; lo que es una verdadera sangría para la economía catalana es el trato que recibe Catalunya, año tras año, del estado español 

Quien quiera que me contradiga si hace falta, ¿pero no es muy extraño echar del acto al president de la Generalitat y hacer los honores a un ministro o ministra en funciones, de un gobierno en funciones, de un estado que te ha negado a izquierda y a derecha el corredor mediterráneo que tanto necesitan las empresas para seguir siendo o para no dejar de ser competitivas? ¿Cómo os puede extrañar que nos digan que no y que nos sigan diciendo que no si las y los empresarios os comportáis como corderitos ante la negación de las inversiones de todo tipo, pero especialmente en infraestructuras del territorio en el que desarrolláis la actividad? ¿Que no sabéis qué pasa con los puertos y con los aeropuertos? Si todavía el comportamiento del estado español respondiera sólo, y ya sería bastante grave, a la arbitrariedad más absoluta podríais tener una excusa, ¿pero que no habéis visto La escopeta nacional? Berlanga no podía retratarlo mejor, y no era ni catalán. ¿No hay muchos y muchas, menos, de vosotros que hace generaciones que vuestras familias explican lo mismo de sus experiencias en la capital del reino? Desde aquí oigo la risa de los empresarios del resto del estado español por la contribución desinteresada que hacéis para que sus negocios vayan mejor, que no quiere decir, necesariamente, bien.

El corte de la frontera o los cortes de autopistas no son el problema, y entiendo que puntualmente puedan suponer pérdidas, lo que es una verdadera sangría para la economía catalana es el trato que recibe Catalunya, año tras año, del estado español. ¡Me gustaría saber si en las escuelas de negocios lo explican o es que os tienen del todo adoctrinados! Me he de quitar el sombrero ante la fuerza que tiene la defensa de la patria española que incluso anula la razón; en este caso la razón económica, motor primordial, cuando menos en el estereotipo aceptado, del alma del empresariado. De hecho, me viene a la cabeza un muy mal chiste: si el corredor mediterráneo existiera, no os tendríais que preocupar nada, o mucho menos, por lo que pase o deje de pasar en las carreteras.