Acaban de condecorar a un guardia civil, teniente coronel, que utilizaba un perfil falso en las redes para, básicamente, insultar a los independentistas. El tal Tácito, Daniel Baena, decía cosas muy impropias sobre los políticos catalanes que investigaba y de todos aquellos que no le parecían bien, incluidos periodistas. De la media ―siempre la realidad supera aquello que esperas de ella― sorpresa inicial, he pasado a echar una ojeada al tratamiento de la noticia en un buen número de medios y me ha parecido que este reconocimiento sólo indignaba en Catalunya. Cosa, por otra parte, últimamente habitual. Tan empeñados están algunos en ver y hacer crecer la fractura entre catalanes que no prestan atención a la importancia que tiene, y todavía tendrá más en el futuro, la brecha que se está produciendo y agrandando, como las riadas de estos últimos días, entre la opinión pública de Catalunya y del resto del Estado.

Sigo determinada a no admitir que se puedan dar reconocimientos, en la función pública, a quien no se los merece y que ningún cuerpo que se precie da medallas a quien no es un buen agente. Cuando menos, en referencia a las cosas públicas y sabidas sobre su persona y los hechos que avalan su trayectoria, porque ya sabemos que hay secretos que han jugado muy malas pasadas a los mayores héroes. Por lo tanto, dejo abierta la puerta a que alguna cosa, o más de una, se me escape y este galardón esté más que bien dado.

De hecho, seguro que muchas son las cosas que no sé, porque las actuaciones televisadas de los acontecimientos en Catalunya de ahora hace un año, pero especialmente el sobrerelato de las mismas llevado a cabo por las autoridades y sus representantes, son muy contradictorias y nada esclarecedoras sobre la preparación y competencia de los cuerpos de seguridad españoles para una sociedad del siglo XXI de un país democrático ―porque España lo es por mucho que se empeñe en no parecerlo, ¿no?―, en el que se supone que el máximo objetivo a alcanzar, asegurar y vigilar es el respeto por los derechos fundamentales de las personas. De todas las personas, tengan o no los derechos de ciudadanía, y piensen lo que piensen, e incluso, actúen como actúen y vivan en la parte del territorio que vivan.

Lo más preocupante es que este podría ser sólo un caso aislado, pero los hechos lo desmienten, el goteo es muy grande

Todas y todos tenemos pensamiento propio, sólo faltaría que no fuera así, de hecho. es muy peligroso no tenerlo y también negar que se tiene, como tampoco es buena la uniformidad. Lo que hace falta, sin embargo, es que este pensamiento no interfiera en el trabajo que tenemos encomendado si este es de responsabilidad pública. Es básico para mantener otro de los principios básicos de los estados de derecho: tratar a todo el mundo por igual, no caer en la parcialidad o la arbitrariedad, y pasar de juzgar los hechos a juzgar a quien los ha hecho, a juzgar ideas o personas, o personas por sus ideas.

Por lo tanto, es posible que Tácito sea el alias de una operación encubierta que no puede ser declarada como tal o vete a saber qué otra cosa. Porque, si no, está bien claro que este comportamiento en él mismo, el perfil falso y los contenidos que en él se expresan y que no quiero reproducir, no pueden ser merecedores de ningún tipo de mérito, sino todo lo contrario. Sé que hay quien no estará de acuerdo o no lo entenderá así, pero si es el caso, le sugiero que cambie donde pone independentistas o políticos catalanes por cualquier colectivo e incluso por cualquier tipo criminal de nuestro ordenamiento jurídico y estoy segura de que, si no es con uno será con otro, aunque tendría que ser con todos, le incomodará e inquietará la actuación de este teniente coronel de la Guardia Civil.

Lo más preocupante es que este podría ser sólo un caso aislado, pero los hechos lo desmienten, el goteo es muy grande y no lo digo sólo por las actuaciones que han hecho en Catalunya, aunque queda bien claro que en estas, a cada información que se añade sobre lo acaecido, parece comprobado que hay bastantes procedimientos que se han llevado a cabo al margen de los habitualmente estipulados y especialmente de los que son de obligado respeto para los cuerpos de seguridad de un estado democrático. Y me pregunto qué deben pensar todas aquellas y todos aquellos integrantes de estos cuerpos que hacen bien su trabajo y que entienden muy bien cuál es el respeto que deben a la posición que ocupan y distinguen claramente qué límites tiene esta en un estado democrático. Sea cuál sea la idea de país que contemplen y deseen, y el partido que voten; porque eso es lo que es sagrado y no una determinada idea de España.