¿Quién dice que se tiene que acatar qué? ¿Quién es quien de verdad ha perdido el juicio? La prensa se ha llenado de la reproducción del mensaje lanzado por el poder judicial, en compañía del poder monárquico, sobre que la sentencia se tiene que acatar sí o sí, es decir, literalmente, “sea cuál sea su resultado”. Obviamente hablan de la sentencia del juicio a los presos políticos catalanes por el 1-O y lo hacen en el marco de la inauguración del año judicial.

Los discursos, para hacer un manual y las perlas, indescriptibles; me costará olvidar la de la transparencia del juicio. No hay manera en España ―me refiero a una variada representación de sus poderes públicos― que entiendan que a la transparencia no se le pueden poner adjetivos: o es total o no hay. Por lo tanto, “los amplios estándares de transparencia” quiere decir que se hacen daño con el concepto; no son necesarias más palabras si hay un nombre.

Acatar pide desechar la razón y poner en primer plano la sumisión, conceptos del todo antagónicos a los principios del derecho democrático y a la declaración de los derechos humanos

Además, oír en el siglo XXI, y en este contexto, hablar de “las transgresiones o desviaciones del comportamiento humano que ponen en peligro la pacífica convivencia” hace revolver el estómago a cualquiera; y si eres socióloga, o sin serlo, asusta la constatación de qué poco se ha adelantado en una comprensión no totalitaria del mundo. Este principio de posicionamiento social es una herramienta muy peligrosa en manos de cualquier persona que tenga poder. Da igual a quién votes y quién lo diga, no se tendría que admitir nunca un discurso que no entiende, ni admite, ni permite la diversidad de pensamiento, de comportamiento, de objetivos, de expresiones...

Yo también me dejo, hay más, pero en todo caso el eslogan del acto, mires donde mires, ha acabado siendo sólo uno: la sentencia se tiene que acatar. Curioso el aviso, curiosa la insistencia, que pone en alerta a todo el mundo y que no augura nada bueno, porque si la sentencia es razonable y ajustada a derecho ―no legal, que no es lo mismo―, el aviso no es necesario. El verbo no es casual, porque acatar pide desechar la razón y poner en primer plano la sumisión, conceptos del todo antagónicos a los principios del derecho democrático o en democracia ―aquí nos haríamos daño― y a la declaración de los derechos humanos.

Y no lo digo sólo porque es imprescindible respetar la libertad de pensamiento, de expresión y de opinión, lo digo por todos los artículos en esta declaración considerada universal que hablan de los derechos inalienables a tener un juicio justo, un tribunal independiente e imparcial, a ser escuchado, y a no ser aprisionado arbitrariamente; todavía me dejo, seguro, los tendría que repasar. Que cada uno en esta o cualquier otra sentencia contraste, cuando menos, todos estos elementos y, ante la mínima duda en cualquiera de los derechos básicos que han de arbitrar nuestra convivencia, en democracia, decida si esta es una sentencia que se pueda respetar y/o acatar.