Mi visión del mundo siempre pasa por las "lentes" de mi conocimiento científico. Como genetista de raíz, todas las características que observo en los humanos —o en cualquier otro organismo— siempre las relaciono con alguna causa genética, sea directa o indirecta, esté determinada por un único gen o por una multitud de factores, entre los que siempre hay algún gen de predisposición o riesgo. Me apasiona encontrar relaciones desconocidas si están bien fundamentadas, como que mutaciones en un mismo gen, como el de la fibrilina 1, pueden determinar tanto que haya personas muy flexibles y elásticas que tengan una altura considerable, como que muchos nativos sudamericanos, de media, sean de 2 a 5 cm más bajos y al mismo tiempo sean más resistentes a las alturas. Sin embargo, no todas las características que observamos son genéticas. Así que esta semana no os hablaré de genes, sino de infecciones y del enorme impacto que pueden tener sobre características que parecerían innatamente genéticas, pero que a partir de ahora tendríamos que considerar además, bajo otro ángulo, el de la infección de parásitos. Habéis entendido bien, parásitos. Y ahora os explicaré el porqué.

Toxoplasmosis, una enfermedad que todos los que hemos tenido gatos en casa hemos oído nombrar alguna vez. La toxoplasmosis es una enfermedad causada por la infección de un protozoo, un organismo microscópico formado por una sola célula, que no es una bacteria, sino que es un organismo eucariota relativamente similar al parásito que causa la malaria. Una de las grandes preocupaciones de la toxoplasmosis es que no afecte a las embarazadas, ya que cuando nos infecta Toxoplasma gondii, circula por nuestro cuerpo y forma quistes (pequeñas estructuras compactas de resistencia, envueltas en una "bolsa" externa) en el tejido muscular y también en el cerebro y otros tejidos neuronales, con lo cual pueden causar destrucción de tejidos y enfermedades muy graves en el feto. Este parásito unicelular necesita pasar por el intestino de felinos (gatos, leones, pumas, panteras, leopardos...) para acabar su ciclo vital, por lo tanto, su último huésped es siempre un felino. Ahora bien, en todo el ciclo intermedio, puede infectar cualquier otro organismo de sangre caliente, principalmente mamíferos, sean roedores, cánidos o humanos, y puede causar una patología con más o menos síntomas o quedar latente, según la fortaleza del sistema inmunitario del huésped infectado. ¿Estos huéspedes son intermediarios, ya que el huésped definitivo y final siempre es un felino, pero ¿qué efectos tiene la toxoplasmosis sobre estos huéspedes?

Ya hace tiempo que se sabe que la generación de quistes de Toxoplasma en tejidos neuronales puede afectar a la fisiología del cerebro y, como consecuencia, el comportamiento. En ratones (que no hace falta que recordemos, son presa habitual y preferente de los gatos), la infección por Toxoplasma determina un comportamiento más arriesgado. Los ratones infectados son menos sensibles al olor de la orina de gato (que normalmente les provoca aversión e, incluso, terror) y tienen propensión a explorar nuevos lugares, de forma que en lugar de huir y esconderse cuando sienten el hedor del olor de gato, parecen ser inconscientemente insensibles o incluso, atraídos, por el olor que delata la presencia del depredador. La consecuencia es que un elevado porcentaje de los ratones infectados son comidos por los gatos. De esta manera, desde el punto de vista ecológico, se cierra el ciclo vital de Toxoplasma, ya que necesita llegar al intestino del gato con el fin de reproducirse. Si el ratón es incapaz de detectar el peligro que supone el depredador, será más fácilmente presa de este último. Se ha debatido largamente si este comportamiento es directamente inducido por Toxoplasma (que, como organismo parásito, sale claramente ganando), o es un efecto secundario de la infección de Toxoplasma, es decir, que con la infección, los ratones pierden "el oremus" y entonces indirectamente, son una presa más fácil. Interesantemente, cuando la infección se puede controlar y no quedan restos del parásito en estos depredadores, continúa esta respuesta modificada en el comportamiento de los ratones, indicando que la infección ha provocado un cambio persistente en sus conexiones neuronales.

Pero vamos más allá. ¿Por qué ocurre este efecto? Seguramente, porque la formación de quistes de Toxoplasma en las neuronas del cerebro implica una mayor producción de ciertos neurotransmisores y hormonas, como la dopamina y la testosterona, que determinan la adquisición de un comportamiento mucho más arriesgado. Esta modificación del comportamiento también sucede en chimpancés que, cuando están infectados por Toxoplasma, sienten una atracción mórbida por la orina de leopardos (sus depredadores a la naturaleza), pero no por la orina de otros felinos. En humanos —que no somos depredados sino depredadores— se ha determinado que la toxoplasmosis afecta en torno a un 25% de toda la población mundial, y esta infección provoca una alteración del comportamiento en la persona infectada, de forma que hay un incremento en la toma de decisiones de alto riesgo, como hemos dicho, muy probablemente a causa de los altos niveles de secreción de dopamina y testosterona provocados en las neuronas como reacción a la formación de los quistes.

Nos podemos preguntar si en animales salvajes, también sucede esta respuesta comportamental inducida por la infección con Toxoplasma en los huéspedes intermedios. Estudios llevados a la naturaleza durante muchos años, siguiendo poblaciones salvajes de hienas moteadas en África, demuestran que también su comportamiento se ve modificado por la infección con este parásito. En primer lugar, los investigadores demostraron que un elevado porcentaje de las hienas estudiadas (un 65%), habían sido infectadas, ya que presentaban anticuerpos en sangre contra Toxoplasma. En segundo lugar, determinaron que los cachorros de hiena infectados se comportaban de forma más peligrosa, colocándose más cerca de los leones, lo cual causaba que fueran atacados (y muertos) en una mayor proporción, es decir, la infección de toxoplasmosis en jóvenes hienas causaba un comportamiento de mayor riesgo y muerte prematura. Aunque normalmente los leones no comen hienas, el hecho de que mataran a los cachorros más "atrevidos", hacía que entraran en contacto con la sangre infectada y se pudieran infectar, cerrando el ciclo del parásito.

¿Es este un tipo de comportamiento extendido? Justo se acaba de publicar un artículo en que los investigadores estudian a otro huésped intermediario de Toxoplasma. El seguimiento y observación de grupos de más de 200 lobos grises durante 27 años en el parque de Yellowstone en los Estados Unidos, demuestra que los machos infectados con Toxoplasma suelen tomar muchos más riesgos, son los que abandonan la manada para hacer una nueva, y la propensión a arriesgarse más comporta que acaben siendo líderes de su nuevo grupo. ¿Cómo se infectan estos lobos? Pues, porque comparten territorio con pumas (felinos), y bien entran en contacto con el parásito mediante la sangre si hay luchas lobo-puma, o el excremento de pumas infectados. Los resultados son bastante espectaculares, porque los lobos infectados tienen una probabilidad 11 veces superior al resto a abandonar el grupo, ampliar el territorio y crear una nueva manada y, además, una probabilidad 46 veces mayor a convertirse en los líderes de grupo. Fijémonos bien en estos datos, la infección con Toxoplasma determina un cambio de comportamiento en su huésped, hace que este se convierta en un animal más arriesgado, valiente o, incluso, agresivo; y si es un depredador como el lobo, determina que sea el líder de grupo y, consecuentemente, se reproduzca con más éxito. Al mismo tiempo, también esta toma de decisiones más arriesgada, con más luchas y más peligros, haría que tuvieran una esperanza de vida menor. Sería interesante saber si, además de la infección por Toxoplasma, también interviene la genética para predisponer o favorecer a esta respuesta conductual de exploración o de inconsciencia ante el riesgo. En todo caso, el parásito siempre sale ganando, ya que amplía su grupo de huéspedes intermediarios hasta llegar, finalmente, a reproducirse en el huésped definitivo, pero también el huésped intermediario puede obtener un cierto beneficio, como estaría en este caso.

Y ahora, no me digáis que no sería interesante averiguar hasta qué punto la toxoplasmosis latente podría incidir en la aparición de líderes con una conducta más arriesgada y agresiva y una menor percepción de los riesgos, entre los humanos.