El día de Navidad hará 90 años que murió Francesc Macià. Que a Macià le embalsamaron y le sacaron el corazón no es ningún secreto, aunque tampoco es una historia muy conocida, entre otras cosas por 40 años de silencio impuesto. Ahora el 3Cat estrena el documental El Cor de l'Avi, el día de Navidad en la plataforma y el día de Sant Esteve en TV3. Si hablo de ello es porque he tenido la oportunidad de dirigirlo y así hago publicidad, pero también porque me permite hacer algunas reflexiones. En los dos capítulos de casi 50 minutos y en el largo que se verá en esto que ahora se llama lineal, hay también contexto social y político y, por tanto, se explica también parte de la trayectoria de Francesc Macià, Lluís Companys, Josep Irla, Josep Tarradellas y, el añadido de Jordi Pujol. Son trayectorias ligadas a la institución que presidieron y en la que se pueden apreciar las dificultades para recuperar y mantener el autogobierno de Catalunya. Enseguida volveré a esto. Pero también explican, aunque no se entra en detalle, las tiranteces que tuvieron entre ellos Macià y Tarradellas, Macià y Companys o Tarradellas y Pujol. Es decir, dos elementos que todavía son definitorios de la política catalana.

La Generalitat no es una gestoría, ni una diputación provincial, ni siquiera un gobierno autonómico y quererse gobernar en plenitud no es algo de cuatro gatos ni de cuatro días

La lucha y dificultad para tener y mantener el autogobierno de Catalunya nos las explican incluso las tumbas de los cuatro presidentes. En 1979 se quiso dignificar la tumba de Francesc Macià en el cementerio de Montjuïc. De entrada se dudaba de si estaba en su tumba o la habían trasladado para evitar profanaciones al final de la Guerra Civil. De hecho, la tumba de Macià en el cementerio de Montjuïc ya fue profanada en 1934. Pero lo que es seguro es que, en 1979, Lluís Companys no estaba en la tumba donde está ahora. Y que Josep Irla estaba enterrado en Sant Rafèu, en la Costa Azul francesa, donde se había exiliado, lejos de su Sant Feliu de Guíxols natal. Todo esto lo explicaba la guerra, el exilio y la dictadura. Así que a las puertas de las primeras elecciones al Parlament, los restos de los presidentes de la era moderna no estaban dignificados. Y debería pasar todavía un tiempo más. Josep Irla no sería trasladado a Sant Feliu de Guíxols hasta 1981. Y Companys no fue dignificado hasta 1985. Detalles de la historia que cuentan las dificultades de la construcción de un autogobierno y de un imaginario propios.

Catalunya no tiene un panteón de catalanes ilustres como el que planteó Ventura Gassol, el considerado ideólogo del embalsamamiento del cuerpo de Macià y de la decisión de quitarle el corazón. De hecho, Gassol quería exponer el corazón de Macià metalizado en la iglesia del parque de la Ciutadella, y es quien crea en el medallón que se pone a los presidentes en cada investidura. Quizás tener ese espacio serviría para hacer entender mejor que eso de la Generalitat no es una gestoría, ni una diputación provincial, ni siquiera un gobierno autonómico. Y que quererse gobernar en plenitud no es algo de cuatro gatos ni de cuatro días. Y se entendería la ofensa historia de la aplicación del artículo 155, ergo la suspensión de la autonomía en plena democracia, con la presidencia de Soraya Sáenz de Santamaría.