Quizás usted hoy se ha levantado mirando las portadas de la prensa de Madrid y algunas de la de Barcelona. Si lo ha hecho, habrá visto cosas como "6 de octubre", "sedición", "declaración insurgente", "ruptura", "ruptura de la convivencia", "ruptura con la democracia"... vaya, el fin del mundo mundial.

Quizás usted, después de este impacto aterradoramente hecatómbico, ha seguido la sesión matinal de la segunda jornada del debate de investidura. Y allí ha asistido a un intercambio de argumentos hecho sin malos modos, sin tensión, sin golpes bajos, sin reproches... Y usted, quizás, se pregunta: "¿Escuche, me han puesto alguna sustancia relajante en el desayuno, o qué?". Pero muuuy relajante, eh. Terriblemente relajante. Narcóticamente relajante. Es que si no, no me explico cómo se puede pasar en un plis plas de la ficción en papel de "Chuky el muñeco diabólico" a la realidad parlamentaria de Mimosín. Bien, quizás es que la culpa no es exactamente del desayuno sino de la hiperventilación que sufren algunos.

Y en este ambiente se ha estrenado la nueva jefa de la oposición, Inés Arrimadas. La líder de Ciudadanos ha pronunciado dos discursos. O mejor dicho, ha tenido dos actitudes. En la primera intervención ha sido "blanda", y ya me entenderá que quiero decir con este adjetivo cuándo hable de su segunda intervención. Incluso ha considerado que en sus 30 años de carrera política, el aspirante a presidente ha dicho cosas sensatas (cuando hablaba en contra de la independencia, eso sí), que la España moderna también es obra de CiU (después le ha reprochado que se ha cargado esta coalición que era indestructible) y que las críticas que le hacía al tripartito tenían un gran fundamento (zasca a Esquerra y PSC). A cambio le ha soltado que la CUP es su "socio de aventuras independentistas". Mas le ha hecho una réplica suave en la que sólo ha habido un cambio de tono cuando ha hablado de los "confidentes que cobran fondos reservados pagados por el Estado para hacer guerra sucia". Vaya, que el reproche no iba ni dirigido a ella. En la contrarréplica, Arrimadas ha aplicado un concepto de primer curso de parlamentarismo consistente en sacar entonces el solomillo, sabiendo que el rival (en aplicación del reglamento) no podría responderla. Y a medida que hablaba se iba creciendo. Vaya, que no ha sido tan "blanda" como en la primera intervención. Hasta llegar a gustarse en una ironía sobre independencia y niños comiendo helados. La cosa venía a cuento de que en uno de los mensajes de la campaña del 9N, un niño de 12 años de Ripollet hacía una carta a los reyes indepes diciendo que quería un país "donde haya helado de postre cada día". Arrimadas se lo ha hecho venir bien para decir que la independencia instauraría un mal hábito alimenticio entre los chiquillos. Brillante.

Las expresiones del cara a cara Arrimadas-Mas

Inés Arrimadas ha dicho 8 veces la expresión "no cuela" y 5 veces "trampas al solitario". Destacan momentos como cuando, hablando de sus propuestas, ha creado la frase "es lo que viene siendo un programa electoral" y cuando le ha reprochado a Mas que hace "cuentas de la vieja". Los momentos coloquiales más destacados del aspirante a presidente serían: "me lo he currado mucho", "al PP le importaba una acelga", "nos hemos enfrentado a todo el mundo y no sólo de boquilla" y "ya basta de tratar a la gente como ovejas".

Y entonces ha aparecido Miquel Iceta

El líder del PSC ha estado irónico, hábil y ha mostrado cintura. Aprovechando el intercambio de argumentos que ha habido entre Arrimadas i Mas sobre la modernez (iniciado por el aspirante a ser investido cuando le ha dicho a la jefa de la oposición: "la veo poco moderna"), ha tejido un pequeño discurso sobre la modernez, y ha dicho que él también lo es. Lástima que después ha usado la expresión "sandunguero", que es como ir a un restaurant-market y pedir un cóctel de gambas y una piña con kirsch.

A Iceta le supo mal que Artur Mas fuera de número 4 en la lista. Por respeto a la institución. Ha hecho citas de Luis XV que la historia ha adjudicado a Madame Pompadour, ha recordado que ayer fue otra jornada histórica, sí, pero poco vibrante y se ha quejado de que hay un diario que se empeña en decir que es historiador, cosa que no es cierta. Muy histórico todo. Mirando a Lluís Llach ha dicho que hay un camino "ple d'aventures, ple de coneixences", como dice una famosa canción suya, y ha criticado los cambios semánticos que han convertido la palabra independencia en el concepto desconexión. La frase franquicia (expresión muy moderna) ha sido: "señor Mas, usted hace tantos adelantos electorales que parece que vaya dopado adelantando elecciones".

En un tono que no se podría calificar de cómplice pero sí distendido, Mas ha aprovechado la réplica para decir en voz alta "no estoy dispuesto a hacer lo que sea para ser presidente, pero llegaré hasta donde sea para cumplir el mandato que he recibido de la ciudadanía", "el problema no soy yo" y "Rajoy habla de Catalunya con todo el mundo, pero no lo hace conmigo. Ni tampoco con la presidenta del Parlament". Todo muy amable.

El estreno de Lluís Rabell

Cuarta persona al tomar la palabra y cuarta persona que no nos ha leído un discurso. Se agradece. Mucho mejor ir con notas. Permite más interactuación, más posibilidad de compartir argumentos, más viveza. Rabell ha debutado destacando el ambiente "amable" del debate. Y ha quedado demostrado en el intercambio con Mas. Ha sido un rato incluso entretenido donde ha triunfado el concepto del "sincerómetro", la máquina que detecta la sinceridad de una sentencia o una expresión.

Hora de comer, aprovecharé para pasar el sincerómetro por algunas portadas de prensa. A ver si explota (el sincerómetro, no la prensa). El fin del mundo que ven unos, aquí en el Parlament es el veranillo de San Martín. Vaya, que nada de temporales e inundaciones terribles, sino una especie de primavera. Con una cierta niebla, pero con una temperatura agradable.

Y a partir de las cuatro, más.